«Señoría, no sé por qué lo he hecho. Estoy muy avergonzado». Así acepta un hombre de más de 50 años y que cobra dos mil euros al mes haber robado un ratón de ordenador y algunos consumibles informáticos en El Corte Inglés de Elche. El juicio se celebra en apenas unos minutos en el juzgado de guardia de la misma ciudad, en una mañana en la que hay 14 juicios señalados y doce son por el mismo delito leve: Hurtos en establecimientos comerciales. Cada uno de los casos es un mundo, lo mismo que las personas que llegan acusadas y que en la inmensa mayoría de los casos admiten los hechos y aceptan la pena que les imponen. Cuando se trata de un hurto en grado de tentativa, el Código Penal habla desde la última modificación de hasta 29 días de multa. En otros casos, la sanción puede llegar a tres meses y el importe siempre se calcula según las circunstancias del hecho y la capacidad económica de quien lo comete.

Uno tras otro, pasan por el juzgado hombres y mujeres de todas las edades y niveles sociales que, en mayor o menor medida, han sustraído ocultos entre la ropa, en bolsos y mochilas, y hasta en los recovecos de una silla de ruedas, productos de cosmética, maquinillas de afeitar, botellas de alcohol de calidades «premium» o prendas de ropa. Algunos lo hacen con la intención de convertir en dinero productos fácilmente «colocables» en el mercado ilícito. Es el caso de los perfumes o de algunos productos «gourmet» y conservas de elevado precio, según sostienen desde la Asociación de Empresas del Gran Consumo (AECOC), que tiene contabilizado a nivel nacional que los hurtos le suponen a las grandes superficies, comercios o hipermercados pérdidas por valor equivalente al 0,82% de sus ventas. Sitúan ese «agujero» en la acción de bandas organizadas que no hurtan por necesidad sino para revender. Nada que ver con robar para comer.

Lo cierto es que el abanico de motivaciones es tan amplio como el género humano. Una por cada persona. Lo explica la psiquiatra María Angustias Oliveras, antigua jefa de servicio del Hospital de San Juan, profesora honoraria de Psiquiatría en la UMH y psiquiatra en activo: «Los comportamientos pueden tener tantas explicaciones como personas hay, pero podemos diferenciar dos grandes grupos; por un lado quienes buscan un bien material y actúan con un fin instrumental, y por otro quienes lo hacen para satisfacer un impulso, un deseo, quizás no muy consciente o motivado, pero un deseo en definitiva». Si el primer grupo parece claro, el segundo despliega toda una paleta de grises. «En esta sociedad materialista y consumista, el deseo de tener cualquier cosa, aunque ni siquiera nos guste, entronca con el instinto de caza, y lo podemos ver en las rebajas: El dinero ha dejado de ser un instrumento y se ha convertido en un fin, y «tener cosas» da un «subidón» de autoestima, «especialmente si se las has quitado a otro», expone la psiquiatra. Igual que ser el primero en tener un móvil de última generación o conseguir unas entradas agotadas, «hurtar» provoca también una satisfacción que es real, química: «Normalmente controlamos nuestras necesidades químicas, pero hay personas que quizás disfrutan con pocas cosas o tienen menos capacidad de control y para quienes quitar algo que podrían comprar supone una adrenalina que podría relacionarse con ir de caza, porque es una situación de riesgo». Esa avidez de sensaciones (un rasgo de la personalidad que se puede medir, tal y como expone la psiquiatra), «se parece al atracón, a esa necesidad de satisfacción inmediata que disminuye la tensión, aunque luego me pregunte qué he hecho». Entran en juego la dopamina que se libera en esa satisfacción inicial y el arrepentimiento de después. Más allá está el transtorno por control de impulsos. Oliveras explica que la patología impulsiva y la compulsiva son dos extremos distintos (que definió Hollander en los patrones de juego), desde la actuación puntual sin razonar hasta la repetición de forma automática. Las dos se pueden manifestar en el hurto.

Pérdidas

A nivel nacional, las desapariciones de productos en las estanterías suponen pérdidas de ventas por valor de 1.600 millones de euros anuales, según un estudio de AECOC. La misma asociación expone que el 88% de las compañías considera que el principal motivo del hurto es la venta en mercados ilícitos y que en el 81% de los casos son ejecutados por bandas organizadas o ladrones profesionales reincidentes.

Según los datos de la Subdelegación del Gobierno en Alicante, en el año 2015 se denunciaron en la provincia de Alicante 32.450 hurtos, un 0,4% más que en el año anterior, aunque en ellos se incluyen todo tipo de circunstancias y no solo comerciales, siempre y cuando se trate de objetos por valor menor a 400 euros. Eso son 89 hurtos cada día en la provincia, en la que el municipio de Alicante ha experimentado de un año para otro una subida del 13,4%, mientras que en otras ciudades como Elche, Alcoy y Torrevieja han bajado un 3,6%, un 8,2% y un 10,5%. Por otro lado, en Orihuela o Elda han subido un 3,3% y un 4,3%.

En Elche, los jueves es día de juicios por delitos leves. Comienza el día con una apropiación indebida y un delito de lesiones y continúa con una docena de hurtos. Un hombre entra en Mercadona y se esconde entre la ropa productos de cosmética, maquinillas de afeitar y cremas, pero solo paga un producto en caja; rápidamente le piden que devuelva lo demás. Primark, Hiperber, Carrefour, Hipercor, Eroski, El Corte Inglés, Mercadona... Son los blancos de los hurtos de la semana y denunciantes, mientras sus vigilantes son ya conocidos en los juzgados, porque cada semana aparecen por allí testificando cómo se ha descubierto a los denunciados.

Otro señor con una bandolera forrada con papel de aluminio cerrada con cinta ha ocultado un juego para la PS3, pero le han visto en las cámaras de seguridad. Dos hombres han escondido botellas de ginebra y productos de cosmética en la silla de ruedas que usa uno de ellos, y pretenden marcharse pagando una barra de pan; Una mujer ha intentado llevarse una prenda en Primark fingiendo un cambio con un ticket; Otro hombre se ha marchado de Carrefour sin pagar un pantalón de 7,99 euros, y la alarma le ha delatado cuando entraba a Decathlon... Así hasta doce acusados (4 mujeres y 8 hombres) que, por lo general, agachan la cabeza y aceptan la multa.