Desde el mismo momento en el que Carlos González cogió la vara de alcalde de Elche tras su toma de posesión, los asistentes al pleno de investidura sabían que el pacto de gobierno estaba fundamentado en la fragilidad y la incoherencia de una edil, Cristina Martínez, que junto a su compañero de partido, otorgaba los votos necesarios para gobernar, pero sin la consistencia de un acuerdo que pudiera mantenerse hasta el final del mandato municipal. Sólo faltaba saber cuánto tiempo iba a durar. ¿Antes de Navidad? Fue que no. ¿Antes de aprobar los presupuestos? Tampoco. Pero explotó unos cuantos días después tras el escándalo de la ambulancia 24 horas o la rebelión en La Marina por su playa para perros en El Pinet. La ruptura obliga al PSOE y a Compromís a gobernar la tercera ciudad de la Comunidad en minoría, a expensas de los pactos puntuales con el resto de fuerzas políticas, y mirando de reojo a lo que ocurra en Madrid para emular o no una solución similar. Veremos.