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La justicia se extiende por Los Palmerales

Los juzgados abren a gente de fuera un barrio que hasta hace unos años apenas era visitado

Dos hombres con traje y corbata pasean por la calle Llimoner, ante una vecina del barrio. antonio amorós

El barrio de Los Palmerales Los Palmeralesera para muchos ilicitanos una zona concebida como peligrosa, en la que los vecinos de fuera no entraban a prácticamente nada hasta hace unos años. Pero la apertura de la Ciudad de la Justicia junto a las viviendas del barrio a las puertas del verano de 2010 ha cambiado progresivamente esa percepción, y actualmente son muchos los que optan a diario por acudir a una de sus cafeterías para almorzar en su rato de descanso o tomar un café mientras esperan un juicio, acercándose así una zona de Elche que les resultaba desconocida.

Así, a las tradicionales estampas de un barrio humilde y de mucho contacto entre vecinos en el que los niños corretean de un lado a otro o las mujeres salen a la calle abrigadas con las batas de estar por casa, se mezclan ahora con el paseo de letrados de traje y carteras repletas de documentos en las calles más céntricas. El contraste ha llevado a los comercios una parte importante de clientela nueva que, -al menos de lunes a viernes y en horario de mañana- recorre los metros que distan desde la Ciudad de la Justicia hasta la farmacia o el pequeño supermercado dejando tras de sí un contraste de estilos.

Paco Gil, que regenta el Bar Gil tras coger el testigo de su padre, dice que no se han abierto nuevos negocios en el barrio, pero que los que hay sí se encuentran «con mucha clientela de los juzgados y con gente que va a allí hacer gestiones, a la que cuando pregunta por un bar le recomiendan que venga aquí, porque ya nos conocen». Admite el hostelero entre sonrisas que «hace unos años a la gente le daba "repelús" entrar al barrio y ahora se han dado cuenta de que no pasa nada».

En la calle Ametler los martes hay mercado, y cuentan los vecinos que cada vez más personal que trabaja o que visita los juzgados se anima a llevarse la compra hecha. Algunos puestos han visto así ampliada su clientela, lo mismo que los pequeños negocios del barrio que hasta no hace mucho no tenían apenas un comprador de fuera. Así lo asegura la propietaria de un pequeño supermercado junto a la farmacia, quien puntualiza de todas maneras que «esperábamos que al poner los juzgados el barrio cambiara, pero sigue habiendo hogueras por las noches, animales por la calle y la música a todo volumen durante toda la noche». Como vendedora, añade que «sí que se ha notado que viene más gente a comprar y que hay otra clientela, pero la vida en el barrio no ha cambiado».

Eso es especialmente cierto en la zona más próxima al cuartel de la Guardia Civil, por la que callejean muchos menos visitantes, apenas ninguno, y por el extremo más alejado en dirección a la Circunvalación Sur. Una dependienta de la farmacia que lleva décadas en el empleo y residiendo justo arriba del local también añade en ese mismo sentido que «confiábamos en que, al traer los juzgados, el Ayuntamiento invertiría más en el barrio, pero no ha sido así y aquí faltan muchas cosas», en referencia a limpieza, reparaciones o dotaciones.

Dos hombres reunidos ante la tienda de alimentación que viven en el barrio desde siempre añaden que «la vida sigue igual, hay más gente pero sólo de lunes a viernes; antes pasaban de largo, directamente no venían, pero este sigue siendo un barrio humilde en el que cada uno se gana la vida como puede». En la farmacia de Fernando Pedrajas lo tienen claro:«La Ciudad de la Justicia le ha dado mucha vida al barrio», aunque desde siempre ha sido totalmente seguro, en opinión del titular, quien desde que se hizo cargo del negocio hace más de una década no ha tenido problema alguno. «Aquí no te va a pasar nada distinto a lo que pueda ocurrir en cualquier otro barrio», cuenta.

Una clienta que en ese momento se lleva un medicamento y que trabaja en uno de los juzgados asegura, por su parte, que sólo conocía el barrio antes del traslado de la sede judicial «de venir con la Policía a algún registro», y que hace unos años no habría pasado por su cabeza acudir expresamente a la farmacia de Los Palmerales, pero que últimamente «incluso hemos celebrado cumpleaños en el bar de aquí al lado». Paco Gil, desde la cafetería, sirve más cafés y más tostadas que en ninguna época, aunque asegura que la crisis, como en todas partes, se dejó sentir también en su barra.

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