El sentimiento de identidad por el arraigo de San Antón en Elche volvió a quedar patente ayer, el día grande de su festividad. La representación del anciano monje de «barbes blanques» y el «porquet» trasciende en el municipio ilicitano el patronazgo animal que lleva a aprovechar su fecha para bendecir mascotas por todo el país. El santo Abad es parte de la historia de una de las características de la idiosincrasia ilicitana, la industria del calzado, desde que el gremio alpargatero lo erigió como patrón a finales del siglo XIX. Pero los tiempos han modificado una tradición que ha sabido mantenerse viva y adaptarse a una actualidad en que, como se demostró nuevamente en el día de ayer, sigue siendo ampliamente practicada.

El barrio de San Antón unió la noche del sábado, en que sus vecinos albergaron la imagen religiosa en una de las carpas festeras tras la procesión y la gran hoguera, con la mañana del domingo, al que se dio la bienvenida con la compañía de miles de vecinos llegados de toda la localidad para venerar al santo en romería. Con la centenaria ermita como primer destino hasta la llegada final a la parroquia donde ya descansa San Antón, Elche alargó la entrega exhibida desde el fin de semana pasado en que se dieron por inauguradas las fiestas. Un cerdo enjaulado comandó la masiva peregrinación como símbolo del grupo de seres vivos protagonista en el día de ayer. Como en muchos puntos de la geografía nacional, los ilicitanos portaron a sus perros, gatos, pájaros, y hasta tortugas, conejos o hámsters, frente a la sagrada figura para ser elevados a sagrados en manos del párroco de San Antón. La bendición de los animales forma parte de la jornada central de los festejos y es otra de las costumbres que se mantienen vivas. También la rifa de una hucha con forma de cerdo y un buen montante de dinero dentro atrajo la atención y el interés de los ciudadanos.

Fiesta

La mañana, aderezada por el sol y las suaves temperaturas, permitió ejercitar el resto de hábitos menos formales que cada año suceden a la mística. Con la aproximación del mediodía fueron muchas las familias y grupos de amigos que se juntaron en los huertos de Travalón, de San Antoni o del Cabolo, y en las calles anexas, para disfrutar de un ambiente de camaradería en torno a pérgolas, brasas y mesas. Y sobre ellas, otro de los elementos principales del evento: la consagrada coca de molletes -y de cada vez más variedades- que compuso el almuerzo. Las atracciones de la feria, la música y los puestos de venta de todo tipo de productos completaron la habitual estampa multitudinaria en que el barrio de San Antón se convierte cada año por estas fechas. Varias agrupaciones festeras también se dieron cita, como los Moros y Cristianos, la Casa de Andalucía o, por supuesto, la Gestora de Festejos Populares y la Comisión de Fiestas de San Antón, que instalaron sus carpas alrededor de las que los vecinos se congregaron.

Tanto la parroquia como la ermita recibieron a visitantes durante todo el día para contemplar la imagen hasta la traca de fin de fiestas que, pasadas las 21 horas, marcó la despedida de los actos centrales. Un año más, Elche se volcó con San Antón.