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Un colegio en la planta de Pediatría

Un total de 241 niños y niñas pasaron en el primer trimestre del curso por el aula del Hospital General

Un colegio en la planta de Pediatría

La Unidad Pedagógica Hospitalaria es tanto como un colegio metido dentro de un hospital: Un aula en la planta de Pediatría donde los menores ingresados en el centro sanitario o que pasan allí días para someterse a pruebas o a tratamientos dedican una parte de su tiempo a clases que son ciertamente más flexibles que las de sus colegios del resto del curso, pero que persiguen también muchos objetivos. Dos profesoras de la especialidad de Pedagogía Terapéutica, Alicia León Juan y Marisa Soriano Jover, desempeñan en el Hospital General de Elche su trabajo adaptándose todos los días a las necesidades de los alumnos, a sus gustos, a los currículos de sus colegios y hasta a sus apetencias. En esos términos han pasado por sus clases en el primer trimestre 241 alumnos, 126 de ellos varones.

La clave es que ir a clase cuando se está en el hospital es voluntario, pero muy recomendable para los menores y también para sus familias. No perder el hilo de las clases es importante para aquellos que están varias semanas en el hospital, aunque tampoco es el objetivo primordial. Más bien lo es evitar o disminuir el «síndrome hospitalario», que lleva a los menores a un estado de ánimo o a una actitud apática, en la que se sienten enfermos y distantes de su vida real del exterior, según cuentan las maestras.

Como cualquier otro colegio, la Unidad Pedagógica Hospitalaria tiene dotación económica de Conselleria de Educación, las profesoras han obtenido su plaza tras unas oposiciones (están en comisión de servicio) y se somete a las correspondientes inspecciones. Es a efectos legales un colegio conveniado entre las consellerias de Educación y Sanidad, tal y como concretan las profesoras (que tienen otros 26 compañeros en el resto de hospitales públicos de la Comunidad Valenciana, entre ellos el Hospital del Vinalopó de Elche desde este mismo curso 2016/2017).

De 3 a 16 años

El aula acoge a menores de 3 a 16 años -aunque la ley obliga a atender sólo a partir de seis-, casi siempre por corta y media estancia, hasta un máximo de 16 ingresados en las 8 habitaciones de la planta y unos cuatro alumnos diarios del hospital de día. Mujeres menores que dan a luz son otro tipo de alumnas: «Intentamos contactar con centros para que completen la Secundaria con condiciones flexibles y no se aparten del instituto».

Además, también prestan atención a domicilio a niños que no pueden ir al colegio por problemas de salud graves y que están hospitalizados en casa. Les visitan siete horas y media cada semana y defienden que ese servicio se preste desde la Unidad y no mediante una bolsa (como ocurre en casi todo el resto de la Comunidad), por la experiencia del profesional y por lo estrecho que acaba siendo el contacto con las familias.

Las maestras aprovechan también para defender que las aulas hospitalarias deberían estar en los temarios de magisterio. Las grandes diferencias con el trabajo en el aula de un colegio tienen que ver con la flexibilidad: «Hay que tener mucha capacidad de improvisar, sobre un trabajo previo estructurado pero teniendo siempre que los criterios sanitarios son lo primero, y que un niño con dolor no puede trabajar», cuenta Marisa Soriano. El contacto con las familias también es más intenso, puesto que los padres están presentes en la planta, aunque no entran al aula, y las profesoras reciben a menudo sus angustias y preocupaciones.

Las actividades, además, suelen tender a lo lúdico: plástica, lectura, juegos, teatro... Todo lo que contribuya a motivar a los niños a salir de su habitación, a no dejarse atrapar por la cama y a mantener la mente fuera de la enfermedad. Con los pacientes de larga estancia, eso sí, las docentes se ponen en contacto con la escuela y se adaptan al ritmo de las clases e incluso examinan.

Explican que «procuramos que quieran salir de aquí, que entiendan que esto es un periodo y tienen una vida fuera a la que volver, porque para algunos se hace cómodo: Con los padres siempre alrededor, todas las atenciones, sólo yendo a clase si quieres...». Echar mano de cuentos para comprender lo que les pasa o ayudarles a crear nuevos lenguajes para expresarse con la educación plástica son algunas de las metas en ese ámbito.

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