Con el orgullo de ilicitano de tener a su Madre ya en Casa. Con la satisfacción de haber celebrado solemnemente esta fiesta y haberle dedicado «todo» por y para Ella, escribo estas líneas. Unas líneas que son un agradecimiento sincero. De corazón. Con las que quiero transmitir mi orgullo de ilicitano. De «madereuero». Y de haber podido representar en estos tres años el papel del guardacostas Francesc Cantó.

Para mí, haber sido Cantó es un sueño cumplido. Un sueño que he podido vivir y disfrutar con mi familia que me ha ayudado y apoyado en todo momento. Creo que todos en Elche, soñamos de niños ser ese guardacostas que corta al galope las calles desde el Raval hasta la Plaza de Baix. Soñamos con ser quienes descubramos a la Virgen en la orilla de la playa. Soñamos con ser portadores -y defensores- del mensaje de Nuestra Patrona: «Sóc per a Elig». Ese sueño hecho realidad, para mí, terminó ayer.

He cumplido con una etapa importante de mi vida. Con mi deseo de niño. A partir de ahora, quiero que sean otros los que encarnen el papel de Cantó. Que sientan, desde el caballo, con la capa roja y la espada, todos y cada uno de los momentos que tiene esta fiesta, que ya sentimos los ilicitanos cada año, y que descubran esos otros momentos que encuentras cuando te conviertes en nuestro querido guardacostas. Esos que solo conocemos los Cantós de otros años. De otras fiestas.

Sería un acto de egoísmo por mi parte que me eternizara en el cargo. Que no dejara que otros vivieran este sueño. Por ello, ayer transmití al presidente de la Sociedad Venida de la Virgen, que con los miembros de su junta directiva, brinden a nuevos ilicitanos la oportunidad que ellos me dieron y de la que siempre les estaré agradecido.

Además, en el año que concluye la conmemoración del 150 aniversario de la Sociedad Venida de la Virgen, considero que es el momento ideal que esta nueva página de su historia se inicie con un nuevo guardacostas.

Me despido de Cantó, habiendo acompañado a Juan Tomás Lloret en el momento del descubrimiento de la estatua que a diario, desde 2013, nos recuerda el cariño que Elche tiene a quien nos trajo a la Virgen. Concluyo con la satisfacción de haber ido a colegios, centros de educación especial, geriátricos y pedanías a enseñar y a mantener vivo el recuerdo de nuestras fiestas de la Venida. Las que abren un paréntesis cada año a la Navidad en Elche.

Termino ya estas líneas con un agradecimiento a los dolçainers, gigantes y cabezudos, heraldos, marineros, Ayuntamiento antiguo y Justicia Mayor. A los miembros de las comisiones de fiestas y a las Reinas y Damas. A las niñas que te bailan con sus danzas y a los traqueros que encienden el ruido de pólvora cuando pasas. A todos y a cada uno de los que engrandecen y arropan nuestra fiesta. A los pregoneros que te ensalzan cada año cuando llegas en diciembre. A los medios de comunicación que se encargan de trasmitir toda la información de la Venida y tantas partes que la forman.

No olvido a la ganadería Vargas y Cutillas y a la familia Quirant de ETIMED, que siempre han estado dispuestas a colaborar y a divulgar esta fiesta; y a un amigo, que ya lo tengo como hermano, y ha vivido conmigo este sueño. En realidad es quien le ha ido dando forma, ayudándome en todo momento. Siempre al lado, atento y discreto. Muchísimas gracias a Francisco Alonso «Paco» por todo lo que te has desvivido por Cantó.

Y como no, gracias a ti Marededeu. Gracias a ti, que he podido rezarte, sobre la arena fría, en medio de la noche oscura. A ti que he podido disfrutar del momento mágico de encontrarte -sin esperarte-. Donde he podido escucharte entre miles de silencios de los ilicitanos que te reciben a la vora del mar. He podido lanzarte vivas en la playa, en tu Casa y por tus calles. He podido alabar tu Venida. Hacerla grande para los mas pequeños, que en sus coles, también te quieren y te llaman Madre.

Y lo que más siento; este papel me ha permitido enseñarle a mis hijos que Cantó es cada hijo e hija de este pueblo que te llama María de la Asunción y viniendo por el mar, nos esperas en el cielo. Para ti, querida Patrona, llevamos en nuestro pecho un altar. Gracias de corazón y ¡Viva la Mare de Déu!