De la ocultación en los despachos a tema de debate académico. Ayer nació en el Centro Crímina de la Universidad Miguel Hernández de Elche el primer seminario internacional sobre «La corrupción: prevención y respuesta como reto de las sociedades modernas», con una conferencia inaugural a cargo del conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, quien no dudó en calificar los delitos de corrupción de «microgolpes de Estado», puesto que aunque a veces tengan apariencia de legalidad responden a acuerdos alcanzados a puerta cerrada entre personas interesadas, sin testigos, sin medios de comunicación... La corrupción no son solo los grandes casos, dijo, sino que hay además una «corrupción capilar» de infracciones más o menos continuadas en el ámbito administrativo, hasta actos del que no sabe lo que está haciendo porque todos lo hacen (lo que llegó a pasar, dijo, con técnicos de urbanismo en el «boom» inmobiliario.). «Es necesario caracterizar mejor la corrupción más allá del desvío de fondos públicos a manos privadas, que es muy grave pero no deja de ser un enfoque mercantilista liberal».

El conseller repasó la importancia que la transparencia debe jugar en la lucha contra la corrupción y de su poder disuasorio, aunque reconoció que tiene sus propios riesgos. Si por un lado es la respuesta a la reclamación de los ciudadanos de un derecho a medio camino entre recibir información veraz y objetiva y el derecho de acceso a la información pública, la transparencia «genera un clima de anticorrupción», pero implica el riesgo de confundirla con el espectáculo y el cotilleo, «si es entendida por los ciudadanos como que transparencia no es más que saber dónde van de vacaciones los políticos».

Fenómeno

«No debemos resignarnos nunca», dijo, ante un «fenómeno clave de nuestra época que ha golpeado con extraordinaria crueldad sin duda alguna a la Comunidad Valenciana». Concienciar a la sociedad para que funcione como agente activo es fundamental en un momento en el que «el estado social está en crisis», en un contexto en el que la educación y la sociedad lanzan mensajes de éxito personal y no de bien común, en un ambiente en el que la democracia necesita legitimarse mediante valores, que recuperen «una cohesión social que se rompió con la crisis», y para la que el sistema político de «tradiciones heredadas de la transición» no tiene respuesta.

En ese marco, reivindicó también el papel del derecho penal, que en los últimos años ha permitido acabar con un«sentimiento de impunidad» entre los corruptos, aunque en la historia reciente se han vivido lo que él llamó «años de plomo», aproximadamente una década en la que «la corrupción nos rodeaba y era imposible llegar a los tribunales por comportamientos políticos, por la disculpa de los ciudadanos y por cierta complicidad de ciertos juristas o jueces que creían que eso era politizar la justicia». Ese camino, planteó, ha sido necesario caminarlo para llegar ahora a un nuevo paradigma en el que la corrupción protagoniza seminarios como el inaugurado ayer.

En el acto de apertura participaron también el director del Centro Crímina, Fernando Miró, quien consideró que el propio término corrupción ilustra la «putrefacción» que se extiende con la quiebra social y la ruptura de la confianza; el rector de la UMH, Jesús Pastor, quien incidió en que además de las consecuencias económicas de la corrupción se han de tener en cuenta «la desconfianza que se genera en la sociedad y la consiguiente desmoralización social»; y el alcalde, Carlos González.