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Análisis

Mucho ruido y pocas nueces

El balance de la gestión municipal se traduce en múltiples desencuentros entre el equipo de gobierno y un pobre cómputo de decisiones

González agradece el apoyo de Mollà y Martínez en la investidura. A. AMORÓS

Algunos gestos, muchas promesas, infinidad de buenas intenciones... y realidades que se cuentan con los dedos de una mano. Esa es la radiografía de los cien primeros días de gobierno del tripartito ilicitano, un «tridente» que nació ya marcado por las dudas y por la desconfianza, y que se ha alojado en el ruido y en el choque de personalidades entre las tres patas que sostienen, por el momento, la gobernabilidad local.

El PSOE lleva desde el minuto uno pregonando su talante de diálogo, su cercanía para con los ciudadanos y el cambio de estilo en las formas de gobernar con el claro objetivo de marcar las distancias con la anterior Corporación presidida por Mercedes Alonso que, dicho sea de paso, está «desaparecida en combate» desde la terrible noche electoral vivida en la sede local de la gaviota, probablemente esperando a que el propio tripartito se devore y pueda erigirse nuevamente en la salvadora de los ilicitanos.

Los concejales socialistas, muchos de ellos aún desconocidos incluso para los que frecuentan las dependencias municipales, parecen estar aún digiriendo la victoria electoral y organizando agendas por aquí, pidiendo informes por allá y anunciando programas y medidas que en prácticamente el ciento por ciento de los casos no tienen fecha en el calendario ni partida presupuestaria que los sustente.

Ese inmovilismo en la gestión parece que ya está haciendo mella en la sede de la calle General Cosidó, donde las bases exigen a las «tropas» del histórico Pablo Iglesias -el de finales del XIX- que se pongan la ropa de faena y cojan el toro por los cuernos. Gestión y presencia pública es lo que los militantes socialistas comienzan, a tan sólo cien días de gobierno, a echar ya de menos entre los concejales de su «bando». Eliminar el parking de los ediles, anular el cobro por asistencia a consejos de administración, reducir las concejalías o crear la enésima comisión para rehabilitar San Antón son las hasta ahora piedras angulares de la gestión del equipo de González, más allá de limpiar algún que otro solar, cambiar papeleras rotas o bombillas fundidas del alumbrado público, anunciar planes de empleo sin dotación económica o crear expectativas con las ayudas para los libros de texto que siguen sin concretarse. Un brindis al sol.

Sin embargo, las «patatas calientes» siguen en el tejado de Calendura. El tripartito continúa mareando con el tema del Mercado Central, sin saber realmente si podrá anular el contrato firmado con Aparcisa y el coste millonario que ello podría tener para las arcas municipales. El picudo campa a sus anchas en el Palmeral histórico mientras se deshoja la margarita de si reabrir o no la difunta Estación Phoenix... y San Antón vive en la eterna incertidumbre de si ésta o la próxima generación verá rehabilitado por fin el barrio. Mientras tanto, en Elche aún hay alumnos que asisten a clase en barracones o en comedores escolares, la Dama permanece impertérrita en su vitrina del Museo Arqueológico de Madrid y los parados aguardan en las colas del Servef a que se defina el cacareado plan de empleo que ya proponía el PSOE en la oposición y que a día de hoy ha quedado en agua de borrajas. El Elche, por supuesto y pese a los denodados esfuerzos, en Segunda.

Por su parte, Mireia Mollà se ha convertido, hasta la fecha, en la gran ausente. Sus concejales han logrado que los plenos salgan a la calle y que se permita la participación de los ciudadanos en las sesiones públicas. Y pare usted de contar. En los mentideros de la corte se asegura que la actitud de Mollà y los suyos es pura estrategia política y que esperan en la retaguardia a que los dos gigantes del tripartito se desgasten para salir a la palestra en la última etapa del mandato.

El verso suelto es, sin duda alguna, Cristina Martínez. La líder de Ilicitanos por Elche no ha mostrado hasta la fecha apego ni aprecio por sus socios de gobierno y grita a los cuatro vientos que sin ella la mesa cojea. Martínez, que ha hecho de las redes sociales su bandera para lo bueno y lo peor, no duda en abofetear públicamente a todo aquel que no se pliega a sus deseos, tanto del equipo de gobierno como de la oposición. De hecho, no tuvo empacho en poner de relieve la debilidad del pacto de gobierno en el primer pleno ordinario al votar en contra de sus socios por el reparto de las dedicaciones exclusivas a la oposición. Mientras «retuitea» sin pudor comentarios contrarios a González, critica abiertamente que los socialistas hayan decidido congelar y no bajar el IBI y exige estar al tanto hasta del más mínimo detalle. La novia en la boda y el muerto en el entierro. Un fenómeno.

En este escenario, los portavoces de Ciudadanos y del Partido de Elche esperan pacientemente en los despachos de la Casa Verde para ver si el tripartito zozobra y mover ficha. David Caballero se deja querer por casi todos y su catálogo de propuestas se acomodan en las escalas del gris. Jesús Pareja aún se pregunta por qué, por qué le dejaron fuera del pacto de gobierno a pesar de su buena disposición. El líder del partido de la palmera fue apartado sin piedad de un posible cuatripartito con la aquiescencia del entonces alcaldable que estaba atado de pies y manos para poder ocupar el sillón.

Utilizando un símil balompédico, el esférico acaba de empezar a rodar y el partido se prevé bronco. Y es que hay en el equipo jugadores con el corazón merengue que ficharon por el eterno rival. Difícil encaje.

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