Veinticinco tortugas bobas se dieron ayer en Elche su primer baño en libertad y comenzaron su vida autónoma después de un año creciendo en cautividad, en las instalaciones del Oceanogràfic de Valencia. Ante una enorme expectación, con cientos de personas reunidas en la playa del Carabassí para ver en directo su primer contacto con el medio natural, las tortugas -de una especie protegida y en extinción- fueron liberadas por técnicos que controlaron su avance hacia el mar, donde tendrán que comenzar a buscarse la comida, a orientarse y a defenderse de los depredadores. Precisamente es eso, la cantidad de amenazas que les aguardan en el medio ambiente, lo que hace que sus probabilidades de sobrevivir y llegar a adultas se incrementen ahora con respecto a cuando nacieron. Eso hizo que al hallarse los huevos hace un año en la playa de San Juan de Alicante se decidiera translocar una parte de ellos a una playa menos concurrida en Valencia y otra parte a una incubadora artificial al Oceanogràfic, puesto que si se las libera recién nacidas, sólo una de cada mil tortugas logra sobrevivir. Ahora sus posibilidades son mayores, y para conocer sus costumbres, sus desplazamientos (que les pueden llevar a recorrer el planeta) y su comportamiento, a algunas de ellas se les ha instalado un emisor GPS mediante el cual los especialistas de la Universidad de Valencia podrán saber dónde se encuentran y si han sobrevivido.

El biólogo del Oceanogràfic Daniel García expone que «no sabemos por qué pero se están detectando anidaciones esporádicas en las costas españolas (en Cataluña, Ibiza, Andalucía...). Se cree que puede estar relacionado con el calentamiento del agua, y hay que concienciar a la población de que si ven a una tortuga salir del agua deben llamar al teléfono 112 para avisar y no molestarla, porque si pone los huevos en el agua se pierden». Así fue como nacieron las 25 liberadas ayer, porque alguien vio a su madre en San Juan y dio el aviso. De lo contrario, en una playa tan concurrida habría sido muy difícil su supervivencia (un perro que las desentierra, una sombrilla clavada sobre el nido o cualquier otra casualidad sería suficiente, señalan los expertos).

El lugar escogido para la suelta no ha sido casual y se ha seleccionado con cuidado porque cualquiera de las tortugas bobas liberadas ayer podría volver dentro de veinte o treinta años a anidar al mismo lugar donde accedió al mar por primera vez. Por ello, la consellera de Medio Ambiente, Elena Cebriá, consideró ayer que si eso ocurre será un buen indicador de que el Mediterráneo está cada vez más sano, dado que ya es de por si excepcional que el año pasado se detectara una anidación en San Juan y este verano se haya localizado otra en Torrevieja. El alcalde de Elche, Carlos González, manifestó que el «magnífico cordón dunar» de la playa posibilita el disfrute turístico pero también este tipo de actividades de conservación del medio ambiente, que se llevan a cabo de forma pública para reforzar también la concienciación ciudadana, especialmente de los niños -que ayer acudieron en gran número-.

Eso sí, los asistentes, que se contaban por cientos, evidenciaron ayer su disgusto porque tras horas esperando detrás de un cordón, la comitiva política y la consiguiente presencia de cámaras y periodistas impidieron la visión de buena parte del acto. Algunos abucheos y descontrol por parte de la organización hicieron que muchos niños y también adultos optaran por saltarse la cinta que cerraba una parte de la playa y se metieran incluso al agua para intentar ver de cerca a las tortugas, que tuvieron un estreno en libertad algo estresante.