Mientras miles de niños ilicitanos vuelven al colegio dejando atrás la arena de la playa, 22 niños saharauis preparan ya las maletas para el próximo miércoles dejar el asfalto de la ciudad y acariciar de nuevo con los pies la dunas del Sáhara. Para ellos ha sido un verano lleno de emociones, de nuevas experiencias, integrados en una cultura donde al principio todo era nuevo y, sobre todo, donde han recibido una atención médica, para muchos de estos niños más que necesaria.

«Me daba miedo el doctor, cuando me sacaron sangre, me mareé», explica mientras juega Abdullah, uno de los menores que han tenido la suerte de participar en el programa «Vacaciones en Paz». El niño, que no supera los 11 años de edad, le resta importancia a la situación, no es consciente todavía del privilegio que supone en el Sáhara recibir una atención médica.

Y es que la condiciones en las que viven en su país de origen les acarrea problemas de salud, sobre todo, relacionados con la vista y los dientes. Este año, una gran parte de los menores volverán con sus familias con muelas empastadas.

«El dentista es el que más trabajo ha tenido que hacer con los menores, sin embargo, por problemas de vista, solo hemos tenido que poner gafas a dos niñas», explica Ángela Carrillo, presidenta de la Asociación de Ayuda al Pueblo Saharaui, entidad que se encarga desde hace años de llevar a cabo el proyecto solidario «Vacaciones en Paz».

La mayoría de niños no vienen a España con problemas de salud serios, sin embargo, para otros poder ser tratados por médicos cualificados es una oportunidad vital. La semana pasada, por ejemplo, uno de los menores integrantes de «Vacaciones en Paz» falleció. «El niño ya venía enfermo del Sáhara, tenía problemas de corazón, de riñón, de hígado y de pulmón. Se le practicaron numerosas operaciones, se ha hecho todo lo que se ha podido pero el desenlace no ha podido ser otro. Si hubiese recibido atención médica hace unos años, probablemente se hubiera recuperado», explica Ángela Carrillo y añade que el Ayuntamiento de Elche está poniendo todo de su mano para repatriar el cuerpo del menor al Sáhara.

Por su parte, al resto de niños después de un verano de actividades, les toca decir adiós a las familias que durante estos meses les han acogido. «No se van con pena, tienen ganas de marcharse para contarles a sus familiares y amigos todo lo que han estado haciendo aquí», concluye Carrillo.