Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La Vespra

En estado de gloria pura

La primera parte del Misteri queda marcada por la anécdota del giro del Araceli al llegar al Cadafal

En estado de gloria pura

Cientos de ilicitanos y visitantes tuvieron el placer de asistir ayer por la tarde a La Vespra, la primera parte de las representaciones ordinarias del Misteri d'ElxLa Vespra. Un auténtico lujo de total entrega por parte de los personajes protagonistas y secundarios; una labor casi excelente tanto arriba en la Tramoya Alta como por parte de todos aquellos que trabajan en el plano horizontal de la basílica de Santa María para que nada falte y se solucione cualquier imprevisto; y un agradecimiento y reconocimiento por parte del público a lo vivido traducido en incansables aplausos cuando se abrían y cerraban las puertas del Cielo y al término de la representación.

Con las puertas del templo abiertas de par en par, con menos público de lo esperado en la sesión abierta y con la luz del atardecer acompañando, el lienzo del drama asuncionista de ayer era totalmente distinto al de las tres escenificaciones anteriores, pero muy entregado en su ejecución de conjunto.

Sólo quedó empañado (y únicamente ante los ojos de los más puristas del Misteri) por el hecho de que casi al final de la escenificación el Araceli, al llegar al Cadafal, inesperadamente se giró 90 grados. Ante esta situación, y en vista de que no se conseguía corregir desde la Tramoya Alta, un cantor alteró su posición y empujó un poco el aparato aéreo para que volviera a su posición natural, y poder así entregarse el Alma de la Virgen con naturalidad. En su ascenso volvió a girar a la derecha, pero todo regresó a su estado original conforme el Araceli regresaba al Cielo.

Fue la anécdota de una primera parte del Misteri donde los componentes del Araceli y del Ternari fueron de menos a más, con imperceptibles fallos en la manipulación de la palma por parte de los más pequeños y con la presencia, entre otras autoridades, del obispo Jesús Murgui, en la tribuna del Patronato, y del alcalde de Elda, Rubén Alfaro, en la del Ayuntamiento.

Tras la procesión de la Virgen María y su cortejo desde la ermita de San Sebastián hasta la basílica, el órgano da pie a que la María Mayor, papel asumido por el niño Pablo Sánchez, entone un canto en el que pide a María Iacobé (Eduardo Navarro) y María Salomé (Roque Candel) que no la abandonen en un momento tan importante y muestre su anhelo de reunirse con su Hijo.

Tras avanzar por el Andador se arrodilla en diversos momentos y revive la Pasión de Cristo, deteniéndose en el Huerto, la Cruz y el Santo Sepulcro.

El cortejo prosigue hasta el Cadafal donde la Virgen, en su lecho y rodeada de las dos Marías y demás ángeles, vuelve a expresar su gran deseo de reencontrarse con su Hijo.

Campanas, cohetes y oropel

Casi por obra de esa súplica, un Ángel (Javier Chinchilla) aparece en el Cielo, acompañado del órgano, el volteo de campanas y el alboroto de los cohetes, y desciende en la Mangrana tras la primera lluvia de oropel.

Anuncia a María su pronta Asunción y al llegar a la Tierra le entrega su palma dorada. Pero antes de su partida, la Señora enuncia otra petición: Que los apóstoles se reúnan con ella antes de su muerte y poder enterrarla.

El Ángel y la Mangrana regresan al Cielo y el primero en aparecer, atraído por una fuerza ignota, es San Juan (José Javier Piñol). Tras saludarse, la Virgen le pone al corriente de lo que ocurre y le hace custodio de la palma para que la lleve en su entierro. San Juan, afectado, canta avisando a sus compañeros.

Es San Pedro (Fernando Brotóns) el siguiente en aparecer y posteriormente aparecen los otros seis apóstoles. Seguidamente, en el Andador, coinciden en una especie de cruce de caminos otros tres apóstoles. Es el Ternari (Juan J. Hernández, Samuel Fernández y José Antonio Román) y unos de los muchos momentos especiales que comporta la representación. Celebran su extrañeza tras haber recorrido tan rápido grandes distancias con un canto antes de unirse al resto de apóstoles en una Salve a la Virgen.

Tras una nueva interpretación de San Pedro, y ante la proximidad del fallecimiento, María les pide que entierren su cuerpo. Tras caer muerta en el túmulo, el niño es sustituido, en una maniobra oculta para buena parte de los espectadores y gracias a un escotillón, por una Imagen de la Virgen con una mascarilla con los ojos cerrados. Sobre Ella aparece también una figura que representa su Alma.

El cántico fúnebre de los apóstoles precede a una nueva apertura del Cielo desde el que desciende el Araceli (Joan Navarro, David Fernández, Luis Maestre y Antonio Esteve) mientras el coro angélico anuncia la Asunción de la Madre de Dios a los Cielos.

Al llegar al Cadafal, el Araceli recibe el Alma de la Virgen antes de regresar al cénit y tras desaparecer (el público aplaudió con entusiasmo, como es tradición, la aparición y desaparición de los aparatos aéreos) todos los cantores salen por el Andador. El último en hacerlo es San Juan, que deposita sobre el cuerpo de la Virgen la palma dorada.

Así acabó ayer con gran emoción y aclamación de pie y con largos aplausos por parte del público La Vespra, a la espera hoy del día grande de los devotos de la Patrona y del Misteri para celebrar su segunda parte, La Festa, de nuevo a las 18 horas, con mucho calor, con muchísima gente que se vaticina y, sobre todo, con gran alteración en el corazón.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats