Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

prova de L'àngel

El Misteri se prueba en las alturas

La basílica de Santa María acogió ayer la Prova de l'Àngel del drama asuncionista

El Misteri se prueba en las alturas antonio amorós

El miedo escénico, la inseguridad que pueda dar el vértigo o el intenso calor en la basílica de Santa María no pueden interferir en las representaciones que comienzan hoy del Misteri d'Elx, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2001 y seña de identidad y herencia cultural y religiosa de Elche desde el siglo XV. La de ayer fue una tarde de emociones, de las que ponen los pelos de punta, porque la Prova de l'Àngel pretende sobre todo poner a prueba a los niños de entre ocho y doce años que participan por primera vez en la representación teatral más antigua del occidente cristiano y comprobar si pueden mantener el nivel de los ensayos de canto de todo el año estando suspendidos en el aire, a unos 25 metros de altura, en aparatos aéreos que penden de una maroma y que se manipulan desde la cúpula con estructuras y poleas de madera fieles con la tradición, mientras un arnés de seguridad les sujeta por la cintura.

Y pueden. Lo demostraron ayer, porque ocho niños (de los 38 que pertenecen actualmente a la Escolanía y que participarán en las representaciones en distintos papeles, tal y como explica el director de la Escolanía, Francisco Javier Gonzálvez) experimentaron por primera vez los nervios de cantar desde la Magrana, el Araceli (o Recèlica) y la Coronación (o Santísima Trinidad), los tres aparatos aéreos que forman parte de La Festa. Alguna cara pálida, sudores recorriendo el cuello y empapando la túnica o una guitarra colocada aparentemente del revés son algunos de los flecos que hay que pulir, aunque el nivel de las voces fue sobresaliente, comentaban los expertos. La tarde conocida como la Prova de l'Àngel poco a poco se ha ido convirtiendo en un día en el que la basílica se llena de público, pero hasta hace unos años era una jornada informal en la que incluso se permitía a los asistentes merendar «conyetes» dentro el templo y acabar en medio de una guerra lanzándose las mondas. Es por eso que también se considera la tarde de los niños, pues los ensayos de hoy y mañana son nocturnos y la representación oficial de los días 14 y 15 de agosto se desarrolla en un ambiente más solemne.

La familia del Misteri ofreció ayer unas pinceladas de lo que realmente es una obra única en su género. Sin vestuario, sin demasiada escenografía, sólo algunos pasajes... Pero suficiente para emocionar al público que llena los bancos abanico en ristre (pues si hay un objeto que no puede olvidarse el asistente es ese) y para servir de ensayo al personal que se encarga de la parte más técnica. En la Tramoya Alta, que se monta en la cúpula tras un lienzo que simula el cielo y que es lo que el público ve desde abajo, trabajan decenas de hombres que hacen descender y elevan los aparatos aéreos con un montaje de vigas, una plataforma, poleas...

Lo primero que pudo ver el público ayer fue el canto de la María, interpretado por dos niños (puesto que en el Misteri sólo intervienen varones) con la respuesta de su cortejo de ángeles. A continuación, directamente se abrieron las puertas del Cielo y apareció la Magrana, quizás el símbolo más conocido del Misteri, con el Ángel Mayor en su interior que llega para comunicarle a María la inmediatez de su tránsito. La apertura del aparato esférico y de color granate, simulando una granada, se abre en forma de gajos para deslumbrar al público con el color dorado del oropel en uno de los instantes más aplaudidos. A la subida, el niño que desempeñó el papel de Ángel fue otro, para que tanto el titular como el suplente vivieran la experiencia.

Para dar paso a la prueba de los dos siguientes aparatos aéreos, y dado el trabajo manual que debe hacerse en la Tramoya Alta, los cantores adultos (que asumen los papeles de apóstoles y judíos principalmente) interpretaron ayer para el público motetes. En cuanto se volvieron a abrir las puertas del cielo descendió el Araceli, quizás el aparato más complejo por su mayor peso, ya que transporta a modo de altar a tres adultos (dos ángeles con un arpa y una guitarra y el Ángel Mayor encargado de transportar el Alma de la Virgen -representado en el descenso por un sacerdote y en el ascenso por la imagen de la Virgen de la Asunción-) y dos ángeles niños tañendo guitarrines. En el momento de la Ascensión, cuando el Alma de la Virgen se eleva, se produce en el aire, a media altura entre la cúpula y el suelo, la aparición de un tercer aparato, en una compleja maniobra que se desempeña con precisión para que las cuerdas no se rocen más de la cuenta, pues lo contrario desestabilizaría la escena (la de ayer, por cierto, fue una maniobra limpia, sin que se giraran los aparatos). Se produce de esa forma la Coronación, con la representación de la Santísima Trinidad con el Padre Eterno a cargo de un sacerdote y dos niños de rodillas.

Todo eso ocurre ante la mirada del público, que mira hacia arriba, toma fotografías y videos en medio de un ambiente de profundo respeto que perciben los creyentes y los no creyentes con la certeza de que están presenciando algo único.

Y así es, puesto que se trata de la obra cumbre del teatro cristiano de occidente con raíces medievales, un legado cultural que sobrevivió a la prohibición del Concilio de Trento de llevar a cabo representaciones teatrales en el interior de iglesias porque así lo concedió -fruto de la petición popular y de la implicación del pueblo- el Papa Urbano VIII «a perpetuidad». La conservación estricta de sus procedimientos, las forma de hacer ante el público y también en lo que queda oculto tras las Tramoyas, los propios aparatos que descienden desde el Cielo al Cadafal con sus esqueletos de acero forjado y madera... Todo son elementos insustituibles que han sobrevivido al paso del tiempo gracias al empeño de un pueblo que cada agosto revive una cita imprescindible que ha trascendido las fronteras internacionales.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats