Miguel Rellán regresa hoy a los escenarios de Elche (a las 21 horas en L'Escorxador por 5 euros) para enfrentarse en solitario durante más de una hora al público con la obra «Novecento. El pianista del océano».

¿Con qué energías llega a L'Escorxador?

Hace bastante tiempo que no iba a Elche a hacer teatro, y llego con muchas ganas y dispuesto a darlo todo. Es una sola función y salgo con intención de agradar.

¿Qué nos dice de «Novecento»?

Es un texto bellísimo, de Alessandro Baricco, y la peripecia argumental presenta a un trompetista que durante unos años ha trabajado en un transatlántico en que un día junto al piano de primera clase apareció un recién nacido de alguien de la tercera clase que tuvo la esperanza de que algún rico se lo llevase. Lo que pasa es que el niño aprende a tocar el piano de forma magistral y nunca abandona el barco. Es un planteamiento eficaz y atractivo, ya que estamos hablando de la dificultad de vivir, que significa elegir, y cada vez que se elige existe un riesgo porque se puede ganar y perder. También se habla de la amistad, de hecho mi personaje es un amigo del pianista. Es una obra de teatro emocionante, ya que como decía alguien el teatro tiene que coger el ruido del mundo y devolverlo hecho poesía.

La obra cuenta en el escenario única y exclusivamente con usted. ¿Cómo lo lleva?

Alessandro Baricco confesó a que él mismo no sabía bien lo que había escrito, pero que la historia merecía ser contada. Y lo único que tiene el trompetista al que doy vida es una historia y la amistad de Novecento, que cuenta al público. Esto implica soledad en el camerino y el hecho de salir sólo al escenario produce vértigo. Antes de cada función tengo la impresión de que voy a pasar las cataratas del Niágara sobre una cuerda, y cada vez que consigo pasarlo respiro de alivio aunque inmediatamente me viene otra vez el vértigo al pensar en la siguiente.

Muchos actores confiesan que les ha gustado actuar solos.

Como dice Blanca Portillo, se descubren cosas sobre uno mismo, como persona y como actor. Todas las funciones que llevo hechas son con compañeros, y es la primera vez que me enfrento a una función de teatro sólo. Pero efectivamente a los actores también nos gusta el riesgo. ¡No vamos a estar haciendo siempre una comedia con tresillo en la que se levanta el telón y aparece una criada que dice «señor quiere usted el whisky con hielo»! Para eso siempre hay tiempo.

Lleva varios proyectos en marcha...

A mi me gusta mucho mi trabajo, lo cual es una suerte. Esta es un profesión como la de músico, y es bastante frecuente que nos ocurra a los actores. Nosotros decimos una frase de Alfredo Olanda que decía que «en este oficio o estas callado o tocas la trompeta», y lo típico es que alguien esté en paro y que el lunes le llamen para una función de teatro, una película y una serie de televisión, y tenga que decir que no a dos. En mi caso es bastante frecuente que compagine varias cosas.

¿Qué opinión le merece la situación actual en la cultura?

Está fatal, siempre se ha dicho que estaba en crisis, pero en estos momentos y por razones muy concretas, se llama el Gobierno que tenemos, que parece estuviera decidido a machacar todo lo que suene a cultura, en todos los sentidos. Acabamos de ver como lo señores que reciben los premios nacionales en un buen número los rechazan, y otros lo aceptan porque les viene bien el dinero. No se dan cuenta de que hay dos cosas fundamentales en un país, que son la educación y la cultura, que es lo que hace que se dinamice el resto. Hace falta una inyección de ética. El famoso 21% de IVA es inconcebible, por qué no se lo ponen al fútbol que tiene un 10%.