Los Caballeros Halcones pusieron ayer el broche de oro a los desfiles de Moros y Cristianos con la representación de un boato que puso el acento en la escenificación de la vida y sociedad del Elche medieval, que estuvo presente desde el inicio del desfile, ya que fue la bandera datada en 1671, la primera de la que se tiene constancia, la encargada de abrir el boato.

Alpargateras, herreros o trenzadores de palma mostraron al público los históricos oficios de la sociedad ilicitana de la época medieval. El terror de la ciudadanía a la Santa Inquisición también tuvo su espacio, con una plataforma donde una «bruja» esperaba a arder en la hoguera acompañada de su verdugo, y para la que el público pidió clemencia.

No fue la única referencia a la Iglesia, institución con una gran influencia esa etapa de la historia. La nota ilicitana a la jerarquía eclesiástica la puso el obispo Arnau de Gurb, a quien se le atribuye el primer consueta del Misteri d'Elx.

La nobleza, con un alto poder económico reflejado en grandes carrozas y lujosas vestimentas, no pudo faltar en este retrato social de la ciudad.

Pero si por algo se caracterizaron estos Caballeros Halcones fue por la fuerza de sus guerreros. Su capitán, Francisco Botella, arrancó los aplausos del público a su entrada en un majestuoso halcón que deslumbró a los presentes.

Junto a él, sus más fervientes guerreros despertaron el fuego de la batalla por la Reconquista, ocultos bajo la apariencia, como no podía ser de otra manera, de un feroz halcón, haciendo honor a su comparsa. Carrozas en forma de torreón, ballestas y otros elementos de guerra se fueron sucediendo con espectáculos de música y baile.

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