Los trajes que la Reina y las damas de Elche lucen en los acontecimientos especiales, como el acto de proclamación celebrado anoche en el Gran Teatro, se han visto enriquecidos este año con la inclusión en la vestimenta de unos pololos que completan lo que se estima debía ser el traje de gala o de novia de las mujeres ilicitanas del siglo XVIII.

En esta ocasión ha sido la empresa «Las tijeras mágicas» la que se ha encargado de elaborar los vestidos de las seis representantes festeras, tanto las mayores como las infantiles, y ha cuidado hasta el último detalle no sólo para que las seis jóvenes brillen en todo su esplendor cada vez que se enfunden una pieza tan especial como la que se ha diseñado especialmente para cada una de ellas, sino también para revivir un trozo de la historia de la ciudad.

La vestimenta, tanto en su parte exterior como en la interna, está compuesta por múltiples piezas que van componiendo un atuendo que comenzó a utilizarse en las fiestas de Elche en el año 93 y que se ha ido enriqueciendo progresivamente.

La indumentaria está compuesta este año por una calza de algodón perlé bordado con la inicial de cada una de las reinas y damas y se acompaña con un pololo beige de algodón con puntillas y lazos de color naranja que lleva también bordado en azul el nombre de cada festera.

Una de las partes más aparatosas del traje es el cancán ahuecador que da mucho volumen y que incorpora también un cuerpo bordado. Encima del cancán se coloca la enagua de cintura de algodón compuesta por unos cuatro metros de tela y adornada con las mismas puntillas que los pololos, los lacitos naranja y el nombre bordado en azul en el bolsillo.

Estos elementos -además de un pañuelito también bordado que las reinas y damas suelen llevar en el bolsillo de la enagua-son los que componen la vestimenta íntima de las festeras, y a partir de ahí comienzan a colocarse los corpiños y faldas que son las que dan el aspecto de majestuosidad al atuendo. La falta de este año está adornada con unos dibujos basados en unos bocetos del siglo XIX de rayón y metal de once colores. El color elegido para las damas es el pergamino en color banco brillante y el de las reinas en azulina. A ello se une el cuerpo negro bocado con adornos de pasamanería con puntillas en las mangas e inicial bordada en oro y negro y que incorpora una manteleta en oro y lentejuelas bordadas y puntillas negra, blanca y dorada en la manga. Todo ello se completa con un delantal que va a juego con la manteleta y que también está bordado con oro y lentejuelas.

También es importante en el conjunto el zapato negro básico con tacón de valenciana, el aderezo (compuesto por peineta, cuatro agujas, pendientes, broche para el pecho, collar de perlas, pulsera, broche para enganchar el anabico y broche de mantilla) y el abanico de madera y tela color crudo bordada con puntillas y con el nombre de cada reina o dama.

La confección de uno de estos vestidos puede llevar entre tres y cuatro días de trabajo y la responsable de «Las tijeras mágicas» asegura que se mima hasta el último detalle para que a pesar de su voluminosidad, cada traje siente como un guante.