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Hospital General

Una espera incómoda e inhóspita

Los familiares de los pacientes que se operan aguardan la salida del quirófano en una sala ubicada en el vestíbulo de las antiguas consultas externas, en sillas de plástico, sin televisión ni refrescos y junto a unas puertas que se abren de forma constante

La sala de espera está ubicada en el vestíbulo de las antiguas consultas externas SERGIO FERRÁNDEZ

La espera para que un familiar salga del quirófano suele ser un trance largo, angustioso y preocupante, pero si las condiciones de confortabilidad acompañan, la situación se hace algo más llevadera. Esto es justo lo contrario de lo que ocurre en el Hospital General, donde la sala de espera de los familiares que deben esperar a que un paciente sea operado se ha ubicado en el vestíbulo de las antiguas consultas externas, una zona en la que se han colocado unas inmundas sillas de plástico para realizar esperas que, en función de la complejidad de la intervención quirúrgica, se puede demorar durante horas.

Pero no sólo las sillas restan confortabilidad a una espera penosa en muchas ocasiones, sino que los familiares carecen de una simple televisión para hacer más llevaderos los minutos que entonces parecen horas ni tampoco disponen de una máquina de refrescos o de una simple revista con la que distraer la mente.

Pero para hacer aún más penosa la situación, el vestíbulo está situado a continuación de unas puertas abatibles que se abren sin cesar para dar paso a un trasiego de gente incesante y a unas corrientes de aire que se hacen especialmente penosas durante los meses de invierno.

Pero el colmo de la incomodidad es que la elección de la zona de espera contrasta con el hecho de que en estos momentos el Hospital General dispone de multitud de espacios cerrados en los que sería poco complicado establecer una sala de espera para familiares acorde con unos momentos que no siempre son fáciles de soportar.

Sin ir más lejos, las dos alas de la planta baja donde antaño se ubicaban las consultas de los especialistas se encuentran cerradas desde hace años a cal y canto sin un uso concreto, por lo que es difícil comprender la inviabilidad de una medida que requeriría de una escasa dotación económica y que sería celebrada y aplaudida por quienes tienen inevitablemente que permanecer en el hospital.

La única ventaja de esta sala de espera, que se encuentra una planta por debajo de la zona quirúrgica y que obliga a acudir con premura hasta las puertas de los quirófanos cuando los familiares reciben el aviso de que ha concluido la operación, es que está situada junto a la zona de salida del edificio principal, con lo que el acceso a la calle es rápido e inmediato.

Esta situación se une a los múltiples problemas de confortabilidad que presenta desde hace años el Hospital General y que la Conselleria de Sanidad ha declinado subsanar. Precisamente, éste es uno de los pilares angulares del plan de mejora y modernización que nunca se ha llegado a poner en práctica en el centro ilicitano y que pretendía aunar la calidad asistencial que ofrecen los profesionales sanitarios con los criterios de confortabilidad y comodidad que se aplican en los centros hospitalarios más modernos.

Por el momento, esta sigue siendo una de las asignaturas pendientes de un hospital que poco o nada atiende a los requerimientos para que tanto los pacientes que se ven obligados a demandar asistencia sanitaria como sus familiares se encuentren lo más cómodos posibles y desaparezcan las inmundas salas de espera, las comidas escasas y de sabor desagradable, la escasez de ropa de cama, las habitaciones dobles, la falta de duchas en muchas zonas de hospitalización o los sillones abatibles para los acompañantes.

En el momento en el que el centro hospitalario logre aumentar su calidad hostelera y combinarla con el buen nivel de los profesionales, el Hospital General habrá conseguido dar un salto cualitativo en la percepción que de él tienen sus usuarios.

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