Lo que prácticamente ya todos daban por hecho a estas alturas se confirmó ayer: la existencia de restos islámicos en la Plaça de la Fruita, justo en la zona próxima al Mercado Central, donde allá por el año 2000 se hizo una primera intervención con el objetivo de soterrar los contenedores en una actuación que, al final, nunca vio la luz, y que llevó a que los muros se volvieran a tapar. Es más, en 2008 otra actuación similar en la plaza, aunque en el entorno de la Casa del Belén, también puso al descubierto la existencia de viviendas almohades de pequeñas dimensiones.

Las construcciones junto al mercado ya habían quedado al descubierto el viernes pasado. Sin embargo, desde el equipo de gobierno, sólo se limitaron a hablar entonces de «muros antiguos» y de «estructuras que aparecieron en 2000», aunque sin concretar nada en lo que al periodo se refería. Sí hilaron más fino a la hora de definir los restos aparecidos en el entorno de la zona nueva del Ayuntamiento, al afirmar que se trataba de los restos de la antigua plaza que había en los años cuarenta o cincuenta, y de un edificio del siglo XIX.

La situación, en cualquier caso, cambió ayer, coincidiendo con la visita del coordinador de Cultura, Pablo Ruz, y del gerente de Pimesa, Antonio Martínez, a la zona en la que se están desarrollando las catas arqueológicas, como paso previo a la construcción del nuevo Mercado Central, en caso de que los hallazgos así lo permitan. Fue en ese escenario de partida en el que la arqueóloga Ana Valero no sólo corroboró la existencia de restos de la plaza de mitad del siglo pasado y del edificio del siglo XIX, sino también de lo que denominó «muros de tapial islámico», a una profundidad de 2,20 metros, que, por ahora, parece la cota máxima, aunque se harán más sondeos. En cuanto al uso que se pudo haber dado a esa construcción, incidió en la necesidad de esperar a que continúen los trabajos, aunque dijo que, por el momento, los primeros indicios apuntan que podría tratarse de una especie de almacén por la tipología de los muros.

Por lo que respecta a la casa del siglo XIX, la especialista detalló que podría tratarse de la vivienda que retranqueaba la plaza en aquella época. No obstante, lo que todavía no ha aparecido es la fuente de La Alcoraya, que, según la arqueóloga, tiene una estructura cuadrada y podría situarse en el centro del área que se está excavando.

En estos primeros días, y pese a los restos que se han encontrado, los trabajos se han centrado en levantar el pavimento, y no fue hasta ayer cuando comenzó la intervención manual propiamente dicha. En total, trabajan siete peones y dos arqueólogos.