La normalidad fue total y absoluta en el entorno del Mercado Central en la jornada de ayer. Sólo unas grandes vallas metálicas cerradas a cal y canto -y que impiden ver el interior-, las placas y el cambio de la zona de carga y descarga y de algunos puestos que ahora pasan a la prolongación de la calle Sant Jaume rompían la estampa normal de cualquier otro lunes... Eso y las conversaciones, en las que la gran protagonista era la intervención arqueológica que se va a hacer en la Plaça de la Fruita como paso previo a la construcción del nuevo Mercado Central. A lo largo de la mañana no hubo movimiento de ningún tipo, y sólo a mediodía entraron algunos camiones y una gran grúa al espacio «amurallado», pero para instalar unos grupos electrógenos para el área municipal de Telecomunicaciones, según confirmaron desde el Ayuntamiento, pero que nada tenían que ver con las excavaciones.

Será hoy, si todo marcha sobre lo previsto, cuando comiencen los trabajos propiamente dichos, tal y como precisaron desde el equipo de gobierno. De hecho, la intención es que, desde hoy, y hasta el final de la semana, los trabajos se centren en picar el pavimento, hasta una profundidad de entre 25 y 30 centímetros, para que, a partir del lunes, y siempre que no llueva con intensidad, pueda arrancar la excavación manual, según avanzaron fuentes municipales.

Mientras, entre vecinos, placeros y comerciantes la expectación era el denominador común. Entre los residentes de los bloques más cercanos al área de la intervención incluso había quien reconocía que en el momento en el que empezaran de verdad los trabajos se marcharían a una segunda residencia para evitar problemas de ruidos y de polvo. Otros, como algunos comerciantes, mostraban su temor ante las posibles repercusiones que puede tener ya esta primera intervención para sus negocios, sobre todo por una eventual caída de las ventas. Precisamente en este punto también se centraban los recelos que mostraban desde algunos puestos del mercado, especialmente desde aquellos que siempre han mostrado su oposición a un proyecto como el que se ha planteado. De hecho, destacaban que había algunos clientes que ya no tenían tan claro si ir a comprar allí mientras se prolongaran los trabajos, de las catas primero, y de la construcción del nuevo edificio después, por la falta de aparcamientos.

Por ahora, eso sí, los vendedores confesaban que, al menos en este primer día, todo había funcionado con normalidad, y no se había producido ningún tipo de colapso en el nuevo punto de carga y descarga, pero incidían en que habrá que esperar a los próximos días, sobre todo porque ayer era lunes y no estaban los puestos de pescado, y también por lo que pueda pasar con los proveedores. No en vano, la zona de carga y descarga se ha habilitado en el lateral del mercado y en el Carrer Major de la Vila, por donde también se ha establecido la salida para la circulación rodada por el cierre de la prolongación de la calle Sant Jaume. También la alcaldesa, Mercedes Alonso, aludió a la intervención arqueológica, y puso el acento en que «se ha comunicado a los comercios del entorno que iban a empezar las catas, y el plazo máximo de ejecución es de cuatro meses». Asimismo, hizo hincapié en que «hay pasos, hay Policía, y todo va sobre lo previsto». Paralelamente, concretó que, «a final de mes, está previsto que se abran los sobres con las propuestas de las dos empresas que se han presentado para construir el nuevo mercado, y, a partir, se empezarán a evaluar, pero estamos a expensas del resultado de esas catas, y de que no haya nada o de que lo que salga permita hacer las obras».