En 1911 Elche sufrió un cambio en su manera de entender el ocio, el cine empezaba a formar parte de él de manera permanente y eso se debía en gran medida a la instalación de un barracón de feria, El Palacio del Sol, del que era propietario el empresario barcelonés Joan Ausió y que se convertiría en el gran impulsor del negocio de la gran pantalla en la ciudad de las palmeras. "La llegada de este edificio desmontable nos permite conocer el primer modelo de tipología arquitectónica al servicio del cinematógrafo en la ciudad y, al mismo tiempo, sirve para identificar la forma más antigua de exhibición comercial de películas", explica José Francisco Cámara Sempere, investigador y estudioso de la historia del séptimo arte en la ciudad, al tiempo que matiza que "la costumbre de ir al cine se la debemos, sin perder su interés mercantil, a visionarios como Ausió. Aquellos pioneros eran considerados, dentro de la sociedad pobre y castigada de hace un siglo, poco menos que magos que permitían la distracción popular a través de películas dramáticas o naturales. De aquí nace directamente el éxito del cinematógrafo".

El pabellón El Palacio del Sol estaba ubicado en aquel entonces en la plaza de la Merced, aunque entendiendo que "la actual Plaça de la Mercé y el Passeig de les Eres de Santa Llúcia forman parte toponímica y urbanísticamente del mismo espacio que en la Edad Media ocupaban las eras de batir el grano, y el nombre de la plaza de la Merced se ha utilizado genéricamente para designar todo este espacio", asegura José Francisco Cámara Sempere.

Del mismo modo, hay que entender como clave la apertura de El Palacio del Sol, al convertirse en "un foco efímero que iluminó parte del camino que conducía del esparcimiento familiar de penumbras del siglo XIX a la exhibición multitudinaria de imágenes en movimiento en el siglo XX". Para este profundo conocedor del mundo del celuloide entre palmeras es imprescindible recordar que en Elche el cine llegaba de manera esporádica, en momentos contados y en jornadas festivas para la población. "Entre todos los juegos que ofertaban las ferias, el cinematógrafo se convertía en la atracción más comercial, y por eso las ciudades y los pueblos comenzaron a recibir la visita de barracas en las que sólo se podía ver películas". Entre la búsqueda constante de documentos, los viajes al Archivo Histórico Municipal y el análisis exhaustivo de los carteles y programas de mano de la época, Cámara Sempere cree que en Elche ocurrió algo similar en el mes de abril de 1902, cuando llegó a la ciudad una barraca que dejaron que se instalara en la actual Plaça de Baix (por aquel entonces Plaça Major). "Llegó a programar tres sesiones el viernes 11 de abril a beneficio de los enfermos pobres del hospital". Después el gusto del público ilicitano por las películas "obligó a incluir el cinematógrafo entre la oferta de las diversas fiestas que se celebraban en la ciudad a lo largo del año". En las fiestas patronales de agosto también empezaba a incluirse como parte de ellas la proyección de películas; y, así, en 1911 "ya tenemos noticias de la aparición del cinematógrafo en el programa de Grandes Fiestas Cívico-Religiosas en honor de Nuestra Señora de la Asunción en los días 12, 13, 14 y 15 del mes de agosto".

Y, ahí, sin darse cuenta empezó la gran transformación. La demanda aumentó pronto y cada vez más se incrementaba la asistencia a este tipo de proyecciones esporádicas. Y en esta línea José Francisco Cámara manifiesta que "la actividad ambulante del cinematógrafo se convirtió en la mejor forma de esparcimiento de los ilicitanos. Las historias que contaban los cineastas pioneros contribuyeron, también, a normalizar la asistencia al cine y las construcciones de carácter temporal resultaban insuficientes. El cinematógrafo fue acogido en edificios que permitían la concurrencia pública y, sobre todo, en locales ya existentes que dedicaban su programación a otros espectáculos y sobre los cuales se tuvo que intervenir para incluir una pantalla móvil, crear un espacio para la cabina de proyección y ampliar la capacidad de las salas mediante la construcción de anfiteatros en la primera planta".

Después llegaría la visita del cinematógrafo ambulante El Palacio del Sol (conocido también como el gran pabellón Palacio del Sol) que se asentaría en lo que sería el Passeig de les Eres de Santa Llúcia, entre 1911 y 1912. "Precisamente fue en mayo de 1912 cuando el Ayuntamiento de Elche prohibe la actividad para subsanar las carencias arquitectónicas propias de una construcción eventual para adaptarlas a un edificio de permanencia estable en la ciudad desde la Nochebuena de 1911 y de dedicación exclusiva al cine, pues el Kursaal y, en menor medida, el Llorente programaban cine de forma ocasional y como complemento al teatro. De hecho, en su libreta de trabajo el propietario Joan Ausió sólo habla del Kursaal, cuando aún era un Teatro Circo, no adaptado para el cine y habría que esperar hasta la reconstrucción de 1920".

El pabellón El Palacio del Sol, fijaba por tanto en esa fecha el inicio de "lo que se podía entender como cine comercial y, desde luego, por primera vez, de una manera permanente". El camino estaba abierto, también como negocio, con un planteamiento nuevo de ocio al que cada vez llegaba más gente. "Su principal competidor, el Kursaal, se convirtió en un rival directo cuando proyectó la película "La rival de Richelieu" unos meses después, el 20 de abril de 1912, a precios económicos: 0,20 céntimos en Preferencia y 0,10 en General, frente a los 0,25 y los 0,15, respectivamente, que se pedían a la taquilla del pabellón. Ausió al frente del Palacio del Sol había perdido la exclusividad en la ciudad de Elche de la casa Pathè Frères, de París, si bien había sido el primer exhibidor. Un gran impulsor del negocio del cine en nuestra ciudad".

Después una fotografía localizada recientemente por el historiador Antoni Reig fijaría el emplazamiento posterior y definitivo del barracón El Palacio del Sol en el municipio de Dénia.

Portada reclamo y distribución basada en las salas de teatro

Las películas y la llamativa fachada de los pabellones dedicados al cine eran los pilares básicos de esta nueva opción de ocio entre la población ilicitana. "La nueva tipología arquitectónica para el cinematógrafo, tanto en la etapa efímera como en las posteriores, repetía la voluntad espacial del modelo inspirado en los teatros del siglo XIX", detalla el investigador José Francisco Cámara. En los barracones "encontrábamos: vestíbulo, patio de butacas y telón de fondo"; y, además, "los nuevos edificios recuperaban uno de los aspectos más originales de la arquitectura efímera, las exuberantes formas de la barraca y las espectaculares fachadas que actuaban de reclamo para el ciudadano".a. j. s.