Los oficios artesanos ilicitanos destinados a la elaboración de enseres de uso doméstico y de trabajo, no se pueden entender sin la utilización desde tiempos seculares de las fibras vegetales como el esparto, la palma blanca, el junco, la anea o el mimbre. Un aprovechamiento que en muchos casos está relacionado directamente con los usos del Palmeral Histórico.

La industrialización y sobre todo la llegada de nuevos materiales como el plástico, hizo decaer en gran medida el sector de la cestería tradicional tan boyante hasta los años 50-60 del pasado siglo. Una muestra de la supervivencia de este oficio tradicional está a la vista en diferentes establecimientos ilicitanos destinados a la venta de productos típicos o de recuerdos, que exponen una gran variedad y modelos de cestas elaboradas artesanalmente con mimbre por Francisco Corbí Jover, que en su taller de Monóvar las trenza con sus manos artesanas para después distribuirlas por Elche.

A sus 63 años es prácticamente el último artesano que utiliza el mimbre como materia prima y la transforma en cestas. "Es un trabajo manual que la maquinaria y la llegada de plástico, por desgracia hizo casi desaparecer en todo el sur de la provincia; el plástico mató mucho al mimbre como a otros objetos artesanos", explica Francisco Corbí.

"Toda la artesanía ha ido a menos, fue sustituida y no se pudo mantener; yo he vivido gracias a Elche y a los dátiles", indica el artesano que desde los ocho años se dedica a este oficio como hicieron su abuelo, su padre y sus hermanos, desde el siglo XIX.

Su taller siempre ha sido familiar y llegó a tener hasta cinco aprendices. "De pequeño me metí en este trabajo para enseñarme a tener un oficio y seguiría haciendo lo mismo, pero tiene poca salida y nadie quiere aprender a pesar de que es muy bonito", subraya el cestero.

Corbí explica que uno de los valores de la artesanía es que, en este caso, "dos cestas, nunca son iguales, es imposible, pueden ser similares pero no iguales".

Apostilla además que el mimbre es más higiénico que el plástico para guardar alimentos porque la cesta transpira. "Antes la gente iba a trabajar o al campo a merendar con cestas; los recipientes de plástico se rompen al poco tiempo y la cesta dura mucho, tengo algunas que tienen 80 años".

El artesano del mimbre asegura que "estoy muy contento con mi profesión pero no se gana mucho; con las manos no se puede vivir aunque vendo calidad". A pesar de ello, indica que "le tengo mucho cariño a ese trabajo manual".

Antes del declive de esta artesanía asegura que con sus familiares vendía cestas para la fresa de Aranjuez, o destinadas a regalos, bombonería, costureros, bandejas para poner la ropa planchada, sacudidores, cuchareros, polleras (tacatá para niños que no saben andar), pescaderas, sillones, cunas, "de todo", explica.

Ahora sus trenzados se usan para depositar frutos como los dátiles, para decorar o para guardar cosas.

También solía acudir a romerías, ferias y mercadillos de toda la provincia de Alicante, de Murcia y Albacete.

El hombre lamenta que muchos ciudadanos no sepan valorar la artesanía. "La gente debería saber lo que es calidad, el trabajo de un artesano que trabaja durante 10 y 12 horas todos los días con sus manos; la artesanía es cultura", asegura José Corbí.

Además, indica que ahora nadie quiere ser aprendiz de este oficio debido a los beneficios económicos que se obtienen de él. "Los jóvenes le rehuyen, ahora es imposible vivir del mimbre, por eso, ¿para qué quieren enseñarse ante tanta competencia desleal que no es artesanía".