El colegio Casablanca es un ejemplo en Elche de solidaridad, integración, comprensión y riqueza étnica, entre otras muchas cualidades. Sus cerca de 170 alumnos se reparten entre una quincena de nacionalidades en un centro donde la preocupación de los profesores va mucho más allá de la mera cuestión docente. Muchos se convierten en inspiradores, motivadores, segundos padres, confesores... incluso para los propios progenitores, una parte de los cuales con escasísimos recursos económicos y educativos.

Ante esta situación el colegio, junto al otro centro educativo Ausias March, tienen un peso fundamental en el barrio, en Carrús Este, donde día tras día se hace un esfuerzo para que los niños estén escolarizados pese a la indiferencia de algunos de los padres que prefieren que estén con ellos trabajando.

Con este panorama de variedad de lenguas y razas, desigual formación académica y situación económica entre las familias, el centro hace malabarismos para que lo mínimo, en estos tiempos de escasez y recortes en la Administración pública, no falte, ni a la mesa de comer y ni a la de estudiar.

En este sentido el colegio Casablanca se ha autoimpuesto el compromiso, al igual que otros muchos pero en este caso de una manera destacada, de que ningún niño se quede sin comer y sin material escolar para el estudio.

"Dentro de nuestras posibilidades, al niño le damos comida y material", explica Juan Luis Huerta, secretario del centro, quien coincide con el director, Juan Yáñez, cuando afirma que detectan que llegan niños sin desayunar y que incluso algunos no cenan, por lo que el año pasado repartían algunas bolsas con bocadillos para que comieran incluso sus padres.

Esto último de momento no se está dando este curso, mientras que el desayuno gratuito de las 7.30 horas se tuvo que suprimir porque el Ayuntamiento tampoco podía aportar los monitores.

Por un lado, el centro tiene cerca de un centenar de comensales habituales, aunque hay un grupo que va rotando, por lo que de las 120 becas aprobadas se benefician a fin y al cabo todos los alumnos. De este modo la comida sale más barata a todos y las familias que están más necesitadas y que por situación irregular en nuestro país no pueden presentar documentación para solicitar beca, también reciben asistencia.

En el tema del material escolar, el centro lo tiene muy claro. Libros tienen que tener todos, aunque luego pasen de manos de un curso a otro. El colegio se asegura de que todos los matriculados cuenten con equipamiento escolar, incluso los que no pueden afrontar el pago de entre 30 y 80 euros anuales que cuesta el material.

El centro Casablanca demuestra así que es más que un colegio y que con hechos se implica con su barrio.