Los ilicitanos cumplieron, un año más, y salieron ayer de forma masiva a la calle para ver la Procesión de las Aleluyas con la que se ha puesto el punto y final a las celebraciones de la Semana Santa ilicitana. Un broche de oro caracterizado por la lluvia de aleluyas que acompaña durante todo el recorrido a las dos imágenes protagonistas de esta procesión, el Cristo Resucitado y la Patrona de Elche, la Virgen de la Asunción, como muestra de la alegría por la resurrección de Jesús. Una procesión, muestra significativa de las tradiciones vivas de la ciudad, en la que participaron, según datos facilitados por la Policía Local de Elche, entre 50.000 y 60.000 personas.

La Virgen de la Asunción salía, pasadas las 10.30 horas, de la basílica de Santa María donde se habían congregado muchos ilicitanos para verla. Con el volteo de campanas, el himno nacional y una cohetá, la Patrona hacía su aparición ante una lluvia de aleluyas lanzadas desde el campanario y una mañana soleada. Tras el trono iban las autoridades eclesiásticas, la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa y la corporación municipal con la alcaldesa, Mercedes Alonso, a la cabeza. Delante del trono una comitiva formada por varias banderas y la tripleta. A la misma hora hacía lo propio el Cristo Resucitado de la Fervorosa Hermandad de Nazarenos de la Flagelación y Gloria que salía desde la parroquia de San Agatángelo. Ambas imágenes comenzaron su recorrido que les llevó a unirse a mitad de camino. La Virgen de la Asunción recorrió la plaza del Congreso Eucarístico, plaza del Palau, Puente de Altamira, Vicente Blasco Ibáñez, Marqués de Asprillas, plaza de España para llegar a la iglesia del Corazón de Jesús donde la Patrona fue venerada con una salve. A continuación siguió por José María Buck, Ruperto Chapí, Jorge Juan para llegar a la confluencia con Reina Victoria. Mientras, el Cristo Resucitado pasaba por Capitán Antonio Mena y Reina Victoria para llegar al cruce con Jorge Juan. En ese punto se produjo, poco después de las 11.30 horas, uno de los momentos más emotivos de la procesión: el encuentro entre madre e hijo.

El público que abarrotaba la zona contempló cómo la Virgen se encontraba con su hijo bajo una gran cohetá y una intensa lluvia de aleluyas, estampas con motivos religiosos impresos que los ilicitanos lanzan desde balcones, ventanas y azoteas y que los niños se afanan en coger. El ligero viento que sopló hizo que las aleluyas revolotearan en el aire durante más tiempo.

A partir de ahí, ambas tallas prosiguieron juntas su camino hacia el Ayuntamiento ilicitano para pasar por la Glorieta y finalizar en Santa María donde se ofició una misa.

Otro de los momentos álgidos se produjo con la llegada del Cristo Resucitado a la Plaça de Baix. La imagen fue recibida por decenas y decenas de ilicitanos que se agolpaban en la plaza y por un intenso manto de color que formaban las estampas lanzadas desde los balcones y el Ayuntamiento. Poco más tarde, la Patrona hacía su aparición en la Plaça de Baix. De nuevo fue recibida con miles de aleluyas y una cohetá. La Glorieta, junto con el cruce de Reina Victoria con Jorge Juan, la Plaça de Baix y la Corredora fue otro de los lugares que más público congregó. De hecho, en la Corredora era difícil caminar de la gente que abarrotaba la calle y los cofrades de las diferentes hermandades y cofradías que participaron en la procesión repartiendo caramelos a pequeños y mayores.

Origen

La Procesión de las Aleluyas se caracteriza por las miles y miles de estampas con motivos religiosos impresos que se lanzan durante el recorrido. Más de cinco millones de aleluyas volaron sobre el cielo ilicitano. Solo desde el campanario de Santa María se lanzaron, tanto a la salida de la Virgen del templo como a la llegada de las dos imágenes, 175.500 aleluyas. Aunque al comienzo de la procesión el viento, que no sopló en esos momentos de forma favorable, hizo que las estampas se volaran hacia un lado rápidamente. Se trata de una de las procesiones con más arraigo en Elche que lleva realizándose, al menos, desde 1531 fecha en la que se tiene constancia del primer encuentro entre el Cristo Resucitado y la Mare de Déu de l'Assumpció. Ese año por mandato de la jerarquía eclesiástica la Patrona comienza a participar en la procesión.