Hijo y nieto de pintores, Eduardo Rodríguez pertenece a una generación de artistas que han dedicado su vida a la paleta y el pincel. Desde 1991 trabaja para el responsable de la empresa de transportes La Ruta Ibérica, Tomás Sanchiz, en la elaboración de óleos en los que aparecen emblemáticos edificios ilicitanos. Ahora, estas obras se pueden contemplar en la sala de exposiciones de la CAM, hasta el 25 de septiembre.

¿Qué aspectos destacaría de la exposición "Elche: imaginando el pasado"?

Precisamente el recuerdo del pasado, en el que se evocan los tiempos en los que se paseaba por los huertos y calles de Elche. En esos años, mi abuelo iba en tartana a pintar y yo le acompañaba. Por aquel entonces, entablé amistad con Tomás Sanchiz, a quien también le interesaba lo mismo que a mí, los edificios y rincones de Elche. Él tenía el capital suficiente para tener a un pintor a su servicio y a mí me encantaba dibujar, así que trabajamos juntos.

¿Qué tipo de dibujos ha realizado a lo largo de su trayectoria profesional?

He pintado sobre todo edificios, debido a que trabajé una época con arquitectos, y el resultado de todo aquello ha sido esta exposición. Pero también he pintado paisajes, el mar, figuras y algunos retratos, así como desnudos, pero esto último no tiene tanta salida.

De todo esto, ¿qué es lo que más le gusta pintar?

Me interesa mucho el desnudo porque es el súmmum de la pintura, ya que se precisa dominar todos los aspectos del dibujo, aunque los retratos y paisajes también son parte importante de mi trabajo.

Como pintor ¿cómo se define?

Como un pintor clásico y de pueblo que al residir en Elche domina la palmera y la recrea en el lienzo. El dibujo para un pintor es la base de su trabajo, igual que lo es el solfeo para los músicos. Hace falta saber dibujar para tener éxito. En la escuela de Bellas Artes parece que se tiene el dibujo un poco olvidado.

¿Por qué decidió dedicarse a la pintura?

Me viene de familia, porque mi padre y mi abuelo eran pintores. Mi padre dibujaba palmeras y mi abuelo figuras. He tenido la suerte de vivir en la época en la que se perpetuó el cambio urbanístico en Elche y esto me permitió absorber toda la arquitectura local durante estos años, lo cual ha influido en gran parte de mi trabajo. Un ejemplo lo encontramos en el paso de los caminos de los huertos a la urbanización de la ciudad con la construcción de carreteras, como el Huerto de Ripoll que ha cambiado completamente.