Desde este centro, ubicado en el campus de Sant Joan, continúan empeñados en encontrar nuevas fórmulas de prevención que hagan más resistentes a los jóvenes frente a las drogas, tanto legales como ilegales.

¿Por qué nace el INID?

Crear un instituto de estas características ha sido siempre una de las ideas recurrentes para mí desde que en 1980 comencé a hacer investigación en drogodependencias. Los primeros intentos cuando pertenecía aún a la Universidad de Alicante se frustraron por diversos motivos políticos y hasta el año 1997 no se vio el proyecto culminado. Desde el principio apostamos por la prevención del problema, hecho que hemos mantenido a lo largo de este tiempo mediante diferentes actuaciones de investigación y aplicación de programas en toda la Comunidad, generando uno de los programas de prevención que se aplican aún en gran parte de las escuelas, el programa Barbacana.

¿En qué momento se encuentra ahora?

La sociedad española sigue muy relajada en materia de drogas, los barómetros del CIS así lo indican, y este hecho sigue siendo una de las grandes paradojas del problema, porque las drogas siguen ahí, los jóvenes siguen expuestos a sus influencias y sus impactos, y nosotros, con la crisis, contamos con menos medios para poder atajar su incidencia. En definitiva, hemos tenido un crecimiento importante de investigadores y este año hemos generado el Grupo de Investigación Prevengo, donde más de quince investigadores de diferentes universidades trabajamos para avanzar en cuestiones de salud desde la vertiente preventiva, hecho que potencia más aún la propia estructura del instituto.

¿Cuáles son las últimas tendencias en el consumo de drogas?

La maquinaria social es imparable y nos nutrimos de modas y modos de comportarnos en función de los tiempos. Si nos centráramos por ejemplo en el alcohol, en los últimos 30 años hemos experimentado un cambio significativo en cuanto a la forma de beber de los jóvenes españoles. Se ha pasado de un patrón de bebida asociado al divertimento desde un prisma de socialización, a un perfil de consumo concentrado para buscar los efectos rápidos del alcohol en los ambientes de ocio. Posiblemente hayan ganado la partida las influencias anglosajonas, que como todos sabemos llevan años visitando nuestro país y siempre han vendido un comportamiento de consumo abusivo, pero como si les faltara tiempo para beber. Yo siempre he pensado en la famosa campana británica de los pubs, que cuando suena se prohíbe seguir sirviendo bebida y por eso hay que apresurarse para beber mucho en periodos de tiempo cortos. Drogas nuevas en realidad no las hay, siguen siendo diferentes derivados de las clásicas, que con la gran inventiva de los productores y traficantes, se camuflan con nombres rimbombantes y llamativos para que la gente piense que son una novedad. Las drogas legales, alcohol y tabaco, junto con los derivados del cannabis, siguen siendo las más consumidas, con mucha diferencia, en todo el país.

¿El consumo de tabaco ha descendido sensiblemente tras la prohibición del gobierno, o ha reforzado la "rebeldía" de los fumadores?

Las medidas coercitivas tienen su impacto, pero no son, bajo mi punto de vista, las más adecuadas por el efecto rebote que pueden generar. No me gustan las contradicciones sociales, ni la doble moral. Si tenemos meridianamente claro que el alcohol y el tabaco son perjudiciales para la salud, no podemos estar manteniendo una postura permisiva, de cobrar impuestos, y al mismo tiempo estar legislando de forma taxativa en contra de las libertades de los usuarios que pagan religiosamente esos impuestos. Tampoco es razonable que algunas sustancias, como es el caso del tabaco, se vean demonizadas hasta cotas surrealistas y otras, como el alcohol, sigan siendo las grandes protegidas por intereses mercantiles y en contra de los sanitarios. El tabaco es una sustancia que mata y desde esa premisa no debería de estar comercializado. Las medidas de control tendrían que estar mucho más reforzadas desde la prevención, así como apoyar mucho más implícitamente los tratamientos de deshabituación desde las administraciones de salud. El hecho de que baje o suba el consumo es, bajo mi punto de vista, completamente anecdótico, dado que lo que posiblemente esté frenando más sea el precio de la sustancia y no tanto las normativas de dónde se puede fumar, ya que un fumador lo seguirá haciendo hasta que no se plantee seriamente dejarlo. Las medidas valientes en esta España de las prohibiciones tendrían que ser extremas: si el tabaco es un asesino permitido, liquidémoslo con la prohibición absoluta de compra-venta y dejemos a un lado las medianías.

¿Qué estamos haciendo mal con el problema del botellón?

Tenemos el alcohol como el intocable de los intocables. No se pasa de una leyenda suave en los embotellados como el de "Bebe con moderación, es tu responsabilidad" y cosas por el estilo; pero los daños del alcohol en nuestro país son de una gravedad que bien podría obligar un etiquetado como "El alcohol mata, lenta y dolorosamente", simulando los del tabaco. Los jóvenes que viven una cultura donde el alcohol es protagonista de todas y cada una de las grandes celebraciones, siguen este patrón de conducta sin plantearse otros problemas que puedan estar asociados a su consumo. La mayor dificultad sigue estando en la imposibilidad de aumentar la percepción de riesgo en los jóvenes. En una sociedad donde existe un bar o restaurante cada cuatrocientos habitantes, es irracional pensar que se puede avanzar en sentido contrario con cuatro medidas educativas o preventivas. Haría falta una estructura de acción coordinada y en profundidad entre las instituciones, los restauradores y los profesionales de la salud para poder tener algún viso de optimización del problema. Que lo estamos haciendo mal es un hecho.

Con la crisis, las campañas educativas en centros y de concienciación en los medios de comunicación habrán bajado. ¿Es necesario insistir en la prevención?

En efecto, todo ha bajado significativamente con la crisis económica, pero los efectos aún no se están recogiendo porque tendrán que venir a medio plazo. La prevención no es un método de causa-efecto, tiene unos periodos de latencia que han de trascurrir para que se materialicen los efectos. Ahora podemos presumir, en parte, de que los problemas con las drogodependencias están bastante controlados, por eso la repercusión en la preocupación social es de muy bajo impacto, pero en breve esta tendencia cambiará si no ponemos los medios mínimos para que no ocurra.