En su noveno libro, editado tanto en papel como en formato digital, Martínez Selva recuerda que hay personas que lo pueden pasar muy mal si durante un corto espacio de tiempo no se han conectado a internet o al móvil, dada la adictividad que se han autogenerado, y cree muy probable que dentro de poco será casi imposible no depender en un sentido u otro de las nueva tecnologías.

¿Cómo y por qué surgió la necesidad de hacer este libro?

El origen del libro fue muy personal. Como usuario, debido a razones laborales, paso bastantes horas al día conectado y utilizando programas y aplicaciones en cambio continuo y cada vez más complejas. Esto me llevó a reflexionar sobre los agobios y problemas que crean las nuevas tecnologías. Comprobé que a muchas otras personas les ocurría lo mismo. Por otro lado, hay trastornos, como las tecnoadicciones, por ejemplo las ludopatías a través de internet, que en muchos casos requieren ayuda profesional por parte de psiquiatras y psicólogos. Escogí el título de "Tecnoestrés" porque era el término que mejor reflejaba esta diversidad de problemas de naturaleza reciente.

¿Pero se puede entender casi como un libro de autoayuda?

En cierta forma sí, porque no me limito a exponer problemas, sino que he intentado dar pautas y guías de actuación tanto para los que no se adaptan a las nuevas tecnologías o encuentran su manejo difícil, como para quienes no pueden vivir sin ellas. Hay muchas personas dependientes de las nuevas tecnologías que lo pasan mal si tienen que estar un día sin teléfono móvil o un fin de semana entero sin conectarse a internet. Para otras, estar conectado es tan importante que no recibir mensajes, noticias o no tener contacto con los demás supone un gran problema, acompañado de sentimientos de irritabilidad o depresión. Para las personas que nos hemos incorporado a las nuevas tecnologías ya de adultos, a las que nos llaman "inmigrantes digitales", es importante la formación porque lo digital lo ha invadido todo: trabajo, ocio, relaciones con la Administración, de una forma muy rápida, pero sobre todo porque es complejo: hay que aprender. Usted puede conducir mi coche sin problemas y en el acto si yo le dejo las llaves, pero no puede navegar por la red interna de mi universidad, ni yo puedo hacerlo por la de su empresa sin practicar o incluso sin recibir formación. Las personas mayores que tienen más dificultades de aprender tienen más problemas y necesitan ayuda.

¿Realmente puede ser casi una enfermedad tanto estar muy enganchado a las nuevas tecnologías como sentirse incapaz de subirse al carro de esta evolución?

Estrictamente sólo se debería hablar de enfermedad en el caso de las tecnoadicciones, cuando se trata de ludópatas o de jóvenes que juegan todo el día en la red, desatendiendo sus obligaciones escolares y familiares o dejando a un lado a sus amigos de carne y hueso de toda la vida. Un uso excesivo del móvil o de las redes sociales podría considerarse patológico. En estos casos estamos hablando de trastornos psicológicos que merecen la atención profesional. Un caso distinto, pero también preocupante es el de las personas que no pueden desconectar, en las que el trabajo invade su tiempo de ocio y descanso. En estos casos el estrés tecnológico se puede sumar al estrés laboral e impedir a la persona desconectar y descansar. También deberían tomarse medidas para ello. El estrés a largo plazo no es bueno, en ningún caso. Quienes rechazan las nuevas tecnologías corren el riesgo de quedarse aislados y de perderse muchas cosas buenas que trae la red. Dentro de poco no será posible vivir sin utilizar las nuevas tecnologías. Quien no se adapte necesitará de ayuda casi continua.

Desde su punto de vista como profesional ¿qué le parece el fenómeno de las redes sociales? ¿Estamos ante una moda?

Es una moda, pero para muchas personas, especialmente los más jóvenes, es una de las formas principales de comunicarse con sus amigos y compañeros, casi una forma de vivir. En este sentido sustituye en parte a la comunicación personal y telefónica. El problema es cuando se convierte en la forma principal o única de comunicarse con otros. Me parece preocupante que se pierda el contacto cara a cara. Las comunicaciones a través del móvil y de la red han traído cosas muy buenas: rapidez, facilidad, poder llegar a personas que están lejos. Se hacen amistades nuevas y se recuperan amistades antiguas. Pero muchos aspectos de las relaciones personales exigen el cara a cara. Hay temas delicados, por ejemplo en el trabajo o en la vida emocional, que no se pueden resolver enviando correos electrónicos, sino que hace falta valorar las reacciones de los demás en directo a través de la comunicación verbal y no verbal, saber no sólo lo que piensan sino cómo son sus afectos, cómo creen que reaccionarán los demás ante una decisión importante.

Pero hay gente que está enganchada con el móvil y las redes sociales, y luego en casa o en el trabajo continúa con el ordenador ¿Qué tipo de sociedad estamos configurando que parece que interesa más lo que pasa en una pantalla que en la vida real?

Puede llevar a un exceso de confianza en la red. A pensar que todo se puede hacer o conseguir con el ordenador. Internet puede proporcionar muchas cosas buenas pero resaltaré dos que no se pueden bajar de la red. La primera es la experiencia práctica profesional. Aunque uno disponga de todos los textos y de toda la información de una carrera, la experiencia real sólo la da el ejercicio supervisado y los contratiempos que se van superando con los años. No buscamos a un profesional porque sea el que más páginas web visita, o el que más documentos se descarga. Lo buscamos por su experiencia exitosa, resultado de años de formación, pero sobre todo de años de trabajo real. Sin duda, la información de la red ayuda, y el contacto continuo con otros profesionales a través de ella también, pero no es lo esencial. Lo segundo que no da la red es la experiencia emocional que configura el carácter de las personas. Cómo somos es el resultado de muchas experiencias, golpes y éxitos que nos da la vida y que lleva tiempo asumir y digerir, como la muerte de un ser querido, una separación afectiva, un cambio de empleo o el traslado de ciudad o de barrio. Lleva tiempo asumir estos sucesos que forman nuestra manera de ser. Esta experiencia vital y emocional no se baja de la red.

¿Está usted de acuerdo con eso de que aunque vivimos en la era de la comunicación, cada vez las personas se sienten más solas o son más solitarias?

En algunos aspectos sí, porque como decía ocurren sucesos en las relaciones interpersonales a los que hay que enfrentarse y que hay que comunicar cara a cara: felicitaciones por acontecimientos importantes, deshacer malentendidos o mostrar apoyo y pésame por la pérdida de una persona querida, por ejemplo. Una ruptura sentimental, que muchas personas hacen ya a través de la red social, son circunstancias que hay que exponer directamente, que no se pueden narrar en 140 caracteres, y que requieren tiempo para ser explicadas. Muchos problemas personales se deben contar sólo a un grupo reducido, más íntimo, de personas. No parece lo adecuado difundirlos en la red, aunque muchos lo hagan.