­Lejos de apagarse, la llama del Movimiento 15-M se intensificó ayer por la tarde en la Plaça de Baix, donde llegaron a reunirse unas 700 personas que, con sus proclamas e intervenciones, reivindicaron una reforma del sistema político, económico y social. De hecho, en torno a la veintena de personas hicieron noche frente al Ayuntamiento y ya por la mañana aprovecharon para instalar las mesas en las que ofrecían información a todo aquel que lo demandara. También se repartieron unos mil manifiestos.

Sin embargo, el momento cumbre de la jornada llegó una vez más sobre las ocho de la tarde. En esta ocasión, los megáfonos se sustituyeron por micrófonos y altavoces e incluso algunos miembros de la Colla El Cascabot interpretaron alguna pieza entre proclama y proclama. «Hay que ir gritando hasta el 22, pero también más allá del 22 para que se nos oiga», sentenció uno de los primeros en tomar la palabra. A partir de ahí, el micrófono fue pasando de mano mano: «Quizás todo siga igual, pero el día de mañana podré decirles a mis hijos que por lo menos hemos luchado», afirmó uno de los jóvenes, mientras de fondo se podían leer pancartas con lemas como «no queremos chorizos en nuestro bocadillo electoral» o «no hay pan para tanto chorizo». Mientras tanto, otro de los que hacía oír su voz dejaba claro que «no hay liderazgo. Todos somos líderes».

Poco a poco se fue sucediendo un debate público sobre si había que optar por la abstención el próximo domingo, si era mejor votar en blanco, que el voto fuera nulo, o bastaba con decidirse por los partidos minoritarios. No obstante, en lo que todos coincidieron una y otra vez fue en la necesidad de rechazar el bipartidismo y exigir una reforma del sistema electoral para que tuvieran entrada otras fuerzas políticas y para que fuera más representativo.

Una mujer de 80 años que pasaba por la Plaça de Baix en esos momentos no se pudo resistir: «¿Están pidiendo que no votemos? Aquí lo que hacen falta son políticos con ganas de trabajar y no gente que sólo quiera llenarse los bolsillos», comentaba por lo bajo.

Tampoco faltaron las alusiones al sistema educativo, a la situación de los investigadores y la fuga de cerebros, a las hipotecas, a la corrupción de la clase política y, por supuesto, a los bancos: «Sólo nos quieren para consumir. Estamos en un sistema que nos exprime y nos explota», afirmó otro de los que tomaron el micrófono. Es más, los activistas sentenciaron que «no somos unos colgados. Sabemos muy bien lo que queremos», y comenzaron a leer un listado con sus propuestas, entre las que destacaba el control estricto del absentismo de los cargos públicos, la equiparación de los salarios de los políticos con los de los trabajadores o la publicación obligatoria de su patrimonio, el mantenimiento de la edad de jubilación a los 65 años, el subsidio de los 426 euros para los parados, ayudas públicas para el alquiler, más personal sanitario o la aplicación de la Ley de la Dependencia.

Una vez más los concentrados se caracterizaron por la homogeneidad: estudiantes, parados, trabajadores y «precarios», como se autodenominaron muchos, de todas las edades, aunque ayer se pudo ver más gente mayor que el día anterior También fueron algunos más los que se animaron a pasar allí la noche, incluso se creó una lista para hacer rotaciones y que siempre hubiera gente en la Plaça de Baix, y se instó a todos a sumarse a la protesta hoy y mañana. «Esto es la democracia, una democracia directa y real. El poder está en el pueblo», gritó un activista. «El patriotismo también es salir a la calle para luchar por nuestro futuro», añadió otro poco después.