El empate técnico en el que parecen moverse el PSOE y el PP en Elche en estas elecciones municipales provoca que cada voto se haya convertido en una cuestión de vida o muerte para ambos partidos. Hace cuatro años, el socialista Alejandro Soler obtuvo una ventaja de 112 votos sobre la popular Mercedes Alonso, con el 42,02% de las papeletas, frente al 41,91%. Si las actuales elecciones municipales se dirimen finalmente entre estas dos fuerzas políticas exclusivamente, un solo voto podría determinar quién de los dos ocupará la Alcaldía ilicitana durante los próximos cuatros años.

En estas agónicas circunstancias, los interventores –observadores de los partidos en cada mesa electoral– son para los dos candidatos piezas fundamentales del ajedrez en el que se ha convertido la batalla política por el Ayuntamiento de Elche. La guerra de los interventores se va a producir mesa a mesa y cada voto se va a revisar con lupa, en la que, «a priori», ya se presume como la noche electoral más larga, ya que se analizarán más de 100.000 papeletas una a una.

El PSOE ha dispuesto tradicionalmente de un equipo de interventores de probada experiencia y efectividad, bregados en muchas confrontaciones. El PP, por sus constantes disputas internas, no. Para esta ocasión, dadas las expectativas de un posible triunfo, los populares están formando a militantes y simpatizantes para que impugnen cada voto del PSOE susceptible de ser anulado. Idéntica directriz tienen los interventores socialistas. En principio, Alejandro Soler y Mercedes Alonso quieren tener dos interventores por mesa, lo que no ha sido habitual hasta ahora y equivale a movilizar a más de seiscientas personas en cada caso.

Papeletas con alguna marca poco visible fuera de la relación de candidatos, sobres en los que se han incluido dos papeletas del mismo partido, confusiones entre la papeleta autonómica y la local, o diferencias en el recuento entre el número de votantes y el número de votos son cuestiones que se producen habitualmente y que se han venido salvando con buena voluntad de las partes. En estos comicios, tanto los socialistas, como los populares, las impugnarán ante la Junta Electoral, porque para Soler y Alonso, en su camino hacia la Alcaldía, ya no sólo es importante sumar votos, sino, también, restar al contrario.

Pero la lucha en la jornada electoral del 22-M no sólo se desarrollará en las mesas electorales, para tormento de presidentes y vocales, sino, también, fuera, en la calle, donde, al parecer, se viene ejerciendo una presión psicológica sobre los votantes de algunos barrios como Porfirio Pascual, Casablanca y Palmerales. Es algo que ninguno de los partidos admite oficialmente, porque se tratan de prácticas ilegales, pero se es consciente de que en estas zonas se reparten sobres el mismo día de la votación y que, incluso, se ejerce presión en amigos, conocidos y familiares para que cambien su voto en el último momento, por parte de militantes que se sitúan en los accesos a los colegios electorales.

Estos «equipos» están compuestos de personas que viven en los mismos barrios en los que actúan y la previsión es que aumenten en número y se dediquen al contraataque. Conocedores de estas prácticas ilegales, aseguran que se han venido realizando por todos los partidos de manera generalizada y que éstos, hasta ahora, han venido aplicando la ley del vive y deja vivir. Con la Alcaldía en juego y, de fondo, la intensa rivalidad entre los candidatos del PSOE y del PP, Alejandro Soler y Mercedes Alonso, respectivamente, la tensión parece casi garantizada.

De entrar en liza una tercera fuerza política, el Partido de Elche –apuntan–, la importancia de un voto ya no sería tan crucial, pero como esta incógnita no quedará despejada hasta que se haga público el resultado de las elecciones, el cuerpo a cuerpo entre socialistas y populares tiene trazas de convertirse en despiadado.