"Hacer poesía es, más allá de una modalidad literaria, una actitud ante la vida". Éstas son palabras más que adecuadas para definir a dos hombres, un artista actual y un poeta admirado, un gran poeta muerto joven, que era un genio, y cuya obra se engrandece según transcurre el tiempo. "Castejón: compromiso hernandiano", es el título de un texto de Francisco Escudero, coordinador del Centenario Miguel Hernández en el Ayuntamiento de Elche, y sus palabras se ajustan a quien fue inmolado por causa de la justicia y la dignidad de la palabra; que sufrió y luchó hasta su muerte, siendo delicado y valiente, hondo y amplio. Miguel Hernández era así, y Joan Castejón, muy parecidamente, como vemos en su obra.

La actual exposición "La poesía dibujada. A Miguel Hernández"de Joan Castejón, el gran artista ilicitano, en el Real Casino de Murcia (hasta el 13 de mayo), nos ha trasladado a otros momentos del pasado, a tiempos que nos parece haber vivido, a través de los versos, las lecturas de la vida de aquel ser único, que no se habrá de repetir en este mundo, que pisó con paso firme por la existencia amándola más que a la suya propia.

La bella mini-película de Pedro Olea Elegía, incluida en el álbum "Serrat-Miguel Hernández", nos ha llevado a considerar la delicadeza del poeta de Orihuela para con la memoria del querido amigo muerto, Ramón Sijé, ferviente militante católico. Hernández, que ha tomado partido abiertamente por la causa republicana, y abandonado su trato, entre sentimental y estético con la religión, no utiliza nunca lenguaje alguno ofensivo contra el recuerdo y el fervor del desaparecido. Merecería un estudio a fondo la elegía, en donde el panteísmo está presente, más o menos sesgado, pero jamás se enfrenta una sola palabra con el dogma cristiano, acatado por el fiel Sijé.

Pedro Olea interpreta, bien acertadamente, la relación de profunda amistad entre ambos paisanos, con la imagen del amigo regresando de la muerte, a través de la reconstrucción de su calavera, entre una lluvia de pétalos de almendro y copos de nieve atmosférica, mientras la voz, viril y concertada de Joan Manuel Serrat, desgrana los versos hilvanados por la caricia musical: "ÉQuiero mirar la tierra hasta encontrarte/ y besarte la noble calavera/ y desamordazarte y regresarte.// Volverás a mi huerto y a mi higuera,/ por los altos andamios de las flores/ pajareará tu alma colmenera/ de angelicales ceras y labores./ Volverás al arrullo de las rejas/ de los enamorados labradoresÉ".

Unos años atrás, ante el dibujo de Castejón recreando el rostro del "viejo hermoso Walt Whitman", según García Lorca, de "barba llena de mariposas", recordé que había visto, en alguna ocasión lejana, al artista. Así fue, en Barcelona, junto con su bella esposa Paca. Eran muy jóvenes; todos éramos muy jóvenes entonces, y las manifestaciones, artísticas y políticas, iban juntas. Las galerías de arte se llenaban de obras y de admiradores; ambos, obras y artistas, muchos, volvían del exilio, como yo mismo. ¿Fue en la Sala Pecanins, a principios de los años 70? El retrato del gran vate norteamericano es de creación posterior, unos veinte años más tarde de aquella imagen, Paca y Joan juntosÉ ¿O fue en Dénia, Valencia o Altea, o en Madrid, con Manolo Miralles? Mi memoria es mucha, pero en varias ocasiones se montan unas sobre otras las imágenes del recuerdoÉ

"Para la libertad sangro, lucho, pervivo./ Para la libertad, mis ojos y mis manos,/ como un árbol carnal, generoso y cautivoÉ/ Para la libertad siento más corazones/ que arenas en mi pechoÉ". La libertad era enarbolada, cantada, por la juventud, por doquier. Y se la vivía, al menos, aunque condicionada, pero con ilusión.

Paralelismos

La vida de Joan Castejón y la vida de Miguel Hernández, salvando los espacios del tiempo, tienen mucho paralelismo, y lugares comunes trágicos, incluida la cárcel. El éxito, que Miguel Hernández, el poeta, gozó tan efímeramente, Joan Castejón, el artista, ha podido empuñar como antorcha triunfal durante muchos años. Los tiempos democráticos abren las puertas que parecían infranqueables y aquel muchacho de pueblo, con talento excepcional, y trágica vida, transmutado en arte, entra en el ámbito privilegiadoÉ

La obra de Joan Ramón García Castejón, como homenaje al poeta de Orihuela, reúne espléndidos dibujos que recrean la simbología del mito de Ícaro, el vuelo del pájaro, el eros tanático, las manos abiertas, los cuerpos desnudos, las máscaras, los rostros, el abrazo, el movimiento. La interpretación de la poesía y la vida de Miguel Hernández es universal. Tan sólo el tópico puede hoy identificar al hombre, culto entre pocos, con el modesto cabrero con abarcas, entregado a lecturas clásicas durante sus soledades, pese a que un hermoso estudio del hispanista Rose, "El pastor de la muerte. La dialéctica pastoril en la obra de Miguel Hernández", nos ilustrara con acierto en los conocimientos hernandianos.

Agradecemos a Juan Antonio Megías y Esteban de la Peña, del Real Casino de Murcia; a la Fundación Cajamurcia, Boys-Toys, Gestibensa, Pictografía; Susi Amorós, de la Universidad Miguel Hernández y Miguel Olmos, su comisario, la oportunidad de esta exposición, y de que hoy Joan Castejón comparta dos sesiones de trabajo, a partir de las 11 con los alumnos de Bellas Artes y del IES Floridablanca y con cuantos ?deseen asistir.