A lo largo de su trayectoria investigadora han sido muchos los títulos que ha escrito sobre la Guerra Civil, la posguerra y la represión. Sin embargo, ¿qué tiene que decir una obra como "La República decapitada. El caso de la familia Villalta Gisbert (1939-1942)" en un momento como éste?

Este trabajo me ha permitido meterme a fondo en un tema que tiene que ver con toda la cuestión de la represión, que ya había tratado desde hace muchos años y desde distintos puntos de vista, pero centrándolo en una persona, en Miguel Villalta Gisbert, abogado, juez y político de Monóvar que llegó a ser diputado socialista y gobernador civil de Madrid, y que, al final, fue fusilado.

¿Y cómo se acaban personalizando la aniquilación de las instituciones republicanas y la represión en una figura como la de Miguel Villalta?

Todo empezó a raíz de la aparición del sumario contra Miguel Villalta. A partir de ahí, empecé a centrarme en su persona y pensé que lo que había que hacer era reconstruir su vida hasta donde fuera posible. Era consciente de que hacer una biografía tenía muchas dificultades, pero la lectura del sumario me había impactado mucho. Posteriormente, se inició una segunda fase en el proceso de realización del trabajo cuando entré en contacto con la sobrina carnal de Miguel Villalta, con Elisa, que puso ante mí un archivo familiar muy importante, con cartas, notas y comentarios de cómo se llevaba el proceso, y también el conjunto documental referente al padre de Miguel Villalta, que era el médico forense de Monóvar y que acabó encarcelado por ser padre de quien era. De hecho, acabó muriendo en la cárcel, y parte de la familia en el exilio.

Miles de familias sufrieron la represión en aquellos años. ¿Qué tiene este caso para que le impresionara tanto?

Desde el punto de vista de la represión franquista es un caso más, aunque muy representativo porque había sido una persona pública que había llegado a ser juez, diputado y y gobernador civil de Madrid. Lo singular de este caso es que se puede documentar, ya que hasta ahora había muchos papeles que no se podían consultar o que se habían perdido. Ahora estoy especialmente interesado en analizar los casos de la gente que tuvo que ver con la Justicia, ya que son los que mejor documentación han generado y los que conocen mejor el desarrollo de los procesos judiciales. Incluso en una de las cartas que escribe a su hermano desde la cárcel en 1942 le dice que sólo pueden acusarle de haber militado en el PSOE y de haber sido diputado.

Sin embargo, al final, se le condenó a muerte...

Sí, la sorpresa fue que, cuando llegan las pruebas llegan al Consejo de Guerra, no las tuvieron en cuenta.

La historia de Villalta siempre ha estado acompañada del silencio. ¿Ha habido que esperar a que se cerraran las heridas?

Los estudios sobre la represión comenzaron a hacerse en cuanto se pudieron, a principios de los años ochenta, aunque en un primer momento se centraron en contar los muertos, que, por otro lado, era lo primero que había que hacer. A partir de ahí, no se abandonó nunca, pero los trabajos se quedaron en los círculos académicos. Poco a poco, fuimos haciendo trabajos de las instituciones y ahora es la tercera generación la que ha dado un impulso importante a estos trabajos. Los jóvenes buscan a sus antepasados y a los historiadores nos motivan a apuntar en nuevas direcciones. La coyuntura sociopolítica influye mucho en el trabajo del historiador, y la Ley de Memoria Histórica también.

Pese a que la Ley de Memoria Histórica no dejó contento a nadie...

No dejó plenamente contento a nadie, pero se están haciendo cosas y ha permitido dar un impulso a los trabajos de este tipo, a las asociaciones sobre la memoria histórica y a los expedientes de reparación, como en los casos de Villalta o Miguel Hernández. La Ley de Memoria Histórica no va a resucitar a los muertos, pero mejor eso que nada. De hecho, desde la Comisión Técnica de Expertos que nombró Cultura para retirar los símbolos franquistas se están haciendo cosas, pero siempre y cuando dependan de la Administración central. Por ejemplo, se ha dado parte del edificio de la Aduana de Alicante, aunque el escudo sigue allí; del cuartel de Rabasa; o de los túneles de la carretera de Alicante a Valencia. Se está trabajando, aunque a qué ritmo es otro tema.

¿Qué cualidades reunía Miguel Villalta para convertirse en el prototipo de "rojo"?

En principio, todo aquel "rojo" que se hubiera destacado estaba condenado a ser perseguido, pero hay plus, que es el concepto de "rojo perverso", al que no sólo hay que perseguir, sino aniquilar por haber desarrollado una actividad importante en su lugar de origen, fuera de ahí y a nivel nacional, algo que reúne Villalta. Incluso se le atribuyen los asesinatos que tuvieron lugar en Monóvar en 1936, a pesar de que estaba en Madrid, y también los de Elche por la declaración de una persona de su pueblo, así como el asesinato de un maestro y su pareja en Santa Pola en 1937, cuando estaba también en Madrid.

Más allá de las acusaciones, Villalta tuvo mucha vinculación con Elche. ¿La figura clave en este sentido fue Manuel Rodríguez?

Miguel Villalta y Manuel Rodríguez fueron amigos por razones políticas y participaron de las mismas ideas y estrategias. Incluso fue el padrino de bodas de Manuel Rodríguez, y tuvo muy buena relación con la Agrupación Socialista de Elche. De hecho, "El Obrero", en 1935, coincidiendo con el aniversario de la Revolución de 1934, dedicó una foto a Miguel Villalta por haber defendido a los 56 procesados de Elche por esos incidentes,y ofreció algún mitin. Luego, acabada la guerra, Manuel Rodríguez se fue en el "Maritime" y Villalta se quedó en tierra, y en sus cartas siempre se quejó de que le traicionaron sus propios amigos.