Cuando aprieta el termómetro y se apartan las obligaciones, el agua se convierte en uno de los elementos más preciados para gran parte de la población. Sin embargo, en Elche, este placer no está al alcance de muchas de las personas que tienen problemas de movilidad. Para ellas, una escalera metálica se convierte en una barrera infranqueable y un chapuzón, en un auténtico lujo si carecen de la ayuda necesaria.

Con el objetivo de derribar este obstáculo, Carmen Juan, una ilicitana que sufre una malformación congénita que le impide andar sin silla de ruedas o, en sus mejores días, sin un andador, acudió el pasado año al Ayuntamiento para pedirles la instalación de unas sillas anfibias en las piscinas municipales. Estos mecanismos, también conocidos como hidráulicos, se fijan al borde de estos recintos y, a través de una silla giratoria y con capacidad para descender suavemente, estos ciudadanos pueden sumergirse en el agua. Según cuenta, en el Consistorio le prometieron que, este verano, el sistema estaría instalado, pero la pasada semana, cuando regresó para reclamar lo que le garantizaron, se encontró con un nuevo impedimento: la burocracia.

El concejal de Deportes, Federico Buyolo, certifica esta versión y explica que esta actuación se encuentra dentro de la segunda fase del Plan E con un presupuesto cercano a los 12.000 euros. El edil socialista asegura que están trabajando "con la mayor rapidez posible para satisfacer esta necesidad" y, aunque mantiene esperanzas de completar la operación antes del otoño, reconoce que todavía están intentando adjudicar las obras.

Carmen Juan duda de esta perspectiva y cree que las acciones no se podrán llevar a cabo ahora que las piscinas están llenas. En cualquier caso, entre tanto, sólo la descubierta de El Altet y la cubierta de El Pla poseen este dispositivo, mientras que las seis que existen en el casco urbano y la de Torrellano aún se encuentran a la espera. Además, el Ayuntamiento también cuenta con una silla portátil, pero ambas partes consideran que sólo es una solución provisional.

Para Carmen Juan, que tiene que desplazarse varios kilómetros para refrescarse, la experiencia de bañarse es muy especial. "Me siento como pez en el agua y, después, noto como los pies se me hinchan menos", relata. No obstante, mientras no disponga de estas sillas, tendrá que seguir soportando la larga espera para la accesibilidad anfibia.