Con ocasión de la festividad del Corpus Christi, la ciudad de Berga (Barcelona) celebra cada año la fiesta de la Patum, que tiene numerosos puntos de contacto con nuestra Festa o Misteri d'Elx. El más destacado, sin duda, el que ambas celebraciones han sido declaradas Obras Maestras del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco y comparten, por tanto, la responsabilidad de mantenerse intactas de cara al futuro.

La Patum y La Festa son expresiones vivas de una misma tradición cultural y religiosa. Mientras nuestra Festa es la única muestra conservada de los misterios medievales representados en el interior de los templos, la Patum tiene su origen en las grandes procesiones del Corpus que desde la Edad Media recorren nuestras calles para mostrar en todo su esplendor a la Eucaristía. Con el fin de catequizar al pueblo, se incluían en las mismas una serie de comparsas y elementos singulares relacionados con las antiguas creencias y en donde tenían cabida animales fabulosos, fuerzas benéficas y maléficas o escenas bíblicas. En el caso de Berga tales comparsas, introducidas al son del "tabal", cuya onomatopeya (¡patum!, ¡patum!) ha dado nombre popular a la celebración, danzan en la plaza de Sant Pere, enmarcada por el Ayuntamiento y la iglesia parroquial. En medio de miles de personas, que a duras penas dejan el espacio necesario para los saltos, vemos a los "Turcs i cavallets" que combaten entre sí; a San Miguel y otro ángel que escenifican una simbólica lucha del bien y del mal con los diablos de las mazas; a las dos "Guitas" dragones que persiguen a las gentes con sus largos cuellos y sus bocas llameantes de "fuets" o cohetes; al Águila, cuya solemne danza es contemplada con un emotivo silencio para acabar en un molinete asombroso; a los "Nans vells", que evolucionan vestidos al estilo dieciochesco; a las dos parejas de Gigantes que también bailan al son de la música con una ligereza que hace olvidar su enorme peso; a los "Nans nous", construidos a finales del siglo XIX; y, finalmente, a los "Plens", cien diablos con máscaras y un complejo recubrimiento vegetal que les protege de los "fuets" que portan en sus cabezas y colas. Sus giros en la oscuridad de la noche convierten la pequeña plaza en una impresionante ascua que se apaga con las sucesivas explosiones de los cohetes. El acto concluye con el "Tirabol", una auténtica catarsis donde se unen actores y espectadores en una danza colectiva.

Precisamente, la mayor conexión entre la Patum y La Festa ilicitana se descubre en su significado como celebración comunitaria de sus respectivas poblaciones. Ambas fiestas se han convertido en el principal símbolo de sus ciudades. La Patum ha conservado su organización municipal, como la tuvo el Misterio entre 1609 y 1931, compartida después con otras fuerzas integradas en el Patronato del Misteri d'Elx. De hecho, la Corporación de Berga preside los actos festivos desde el propio Ayuntamiento, cuyo balcón central se transforma en tribuna de autoridades e invitados, igual que en nuestra Festa se mantiene la tribuna municipal, acompañada de la del Patronato desde la creación del mismo.

En Berga ocupan un lugar preferente los llamados Administradores vestidos de gala, hoy con función simbólica, que en épocas pasadas se encargaban de recoger los recursos necesarios para poner en marcha la Patum en los cuatro barrios de la ciudad. Misión similar a la de los Electos de nuestra Festa, que recibían el encargo de administrar los caudales destinados a la celebración anual y que durante la representación ocupan, ahora también simbólicamente, un lugar preferente junto al cadafal.

También hallamos en ambas festividades una ritualización de los tiempos. El día de la Ascensión de cada año el Ayuntamiento de Berga celebra una sesión extraordinaria para aprobar la Patum. Y en Elche cada 21 de junio se dan a conocer los nombres de los Electos en recuerdo del pleno que el Consell celebraba para realizar tales nombramientos y poner en marcha la preparación de la fiesta.

En cuanto a la conservación, ambas ciudades han seguido caminos paralelos. En 1963 acordó Berga que nunca se hiciera la Patum fuera de la ciudad ni se sacara de la misma ninguno de sus elementos festivos. Y ello como respuesta a las presiones para realizar muestras completas o parciales fuera de Berga, que los vecinos consideran del todo inapropiadas ya que para ellos la Patum, la que sienten entusiasmados, la que viven cada año y la que trasmiten celosamente a sus hijos, está formada por las comparsas, pero también por su marco tradicional y por el pueblo que participa. En el caso de Elche, aunque sin un acuerdo de similar solemnidad, también se ha mantenido el criterio de no celebrar La Festa fuera de la ciudad. Cada vez que se ha propuesto, la fuerte polémica al respecto ha parado la iniciativa por entenderse que lejos de Santa María el Misteri perdería su sentido más profundo. En nuestro caso, sin embargo, para dar respuesta a tales demandas se crearon en los años setenta del siglo pasado los llamados conciertos escenificados cuya filosofía sería necesario replantear, al menos su excesiva proliferación, con el fin de no difundir una visión confusa del drama asuncionista.

Estos detalles y muchos otros que unen ambas celebraciones en significado, en pasado y en futuro, han de hacernos reflexionar sobre la necesidad de un trabajo conjunto. La conmemoración en el año próximo del X aniversario de la declaración del Misterio como Patrimonio Mundial puede ser una buena ocasión para reunir a representantes de distintos bienes inmateriales y realizar una puesta en común sobre sus problemas específicos y sus posibles soluciones. Y La Festa d'Elx, que fue el primer bien de este tipo que la Unesco reconoció en nuestro país, tiene al respecto una especial responsabilidad a la hora de liderar esta iniciativa.

*Archivero del Patronato del Misteri d'Elx