­La temida carabela portuguesa ha dejado su huella en el litoral ilicitano. La conocida como medusa asesina, que hace una semana se dejaba avistar ya en diferentes puntos de la costa alicantina, despertó una mezcla de temor y curiosidad entre las personas que paseaban por la playa de los Arenales del Sol.

El aspense Blas Díez Urios se convirtió así en uno de los primeros alicantinos en encontrarse con una de estas temidas especies, la peligrosa variedad de medusa que ha entrado en el litoral alicantino a través de una corriente de agua atlántica. Blas paseaba con su mujer por la zona de playa situada entre los Arenales del Sol y El Altet cuando halló en la orilla uno de estos temidos ejemplares poseedor de un fuerte veneno.

«He conocido muchísimos tipos de medusa pero ésta jamás la había visto en mi vida. He sido marinero y me gusta mucho el mar y los animales del mar y quizá por eso la reconocí enseguida. Creo que el fuerte viento la arrastró hasta la tierra. Estaba viva y la cogí con una mano por la parte de arriba para depositarla sobre la arena, bien adentro para evitar que pudiera volver al agua y que alguien pudiera resultar herido», relató ayer a este diario Blas Diez restándole importancia a lo sucedido.

Aunque es perfecto conocedor de la alta toxicidad que tiene la carabela portuguesa no se lo pensó dos veces. La agarró por la parte superior, que se asemeja a una bolsa de plástico transparente, y la trasladó varios metros más allá.

«He cogido muchísimas medusas y alguna que otra también me ha picado pero se perfectamente que mientras no le toques los tentáculos no pasa nada». Y eso fue precisamente lo que hizo este aspense de 52 años mientras varios curiosos se acercaban para observar al extraño animal.

Un ejemplar del tamaño del sobre de una carta, del que llamaba la atención el intenso color azul de sus tentáculos y la «vena roja» que dividía su cuerpo en dos mitades perfectamente diferenciadas.

Desde hace unas semanas se han recogido diferentes ejemplares de esta especie de medusa en puntos como El Campello, Tabarca, Benidorm, Altea y el puerto de Alicante, sin que hasta el momento se haya activado ninguna alerta por picadura.

El Instituto de Ecología del Litoral ha achacado la entrada de estas medusas –que tienen unos tentáculos urticantes de hasta 30 metros de longitud– a una «entrada de agua atlántica». Junto a las corrientes de agua el viento ayuda también al desplazamiento de la carabela.