El estadio Martínez Valero vivió ayer en el partido de la depresión. Con equipo en Segunda División B desde la pasada semana, la afición aprovechó el duelo para liberar todos sus demonios y no paró de pitar a sus futbolistas cada vez que tocaban el balón. Los gritos de «¡jugadores mercenarios!», compitieron con los de «¡directiva, dimisión!». Los goles de los jugadores del Oviedo Toché y Nando fueron coreados por la grada como si fueran propios, el exfranjiverde Linares tuvo que agradecer la ovación del respetable cuando fue sustituido... En suma, una despedida de Liga de sillón de psiquiatra. Los únicos aplausos locales se los llevaron el meta Germán y el oriolano, Javi Llor, que debutó como franjiverde en el minuto 79.

Una imagen muy triste para el blanquiverdismo que regresa al pozo 18 años después tras un final de campaña caótico en el que sólo han sumado un punto de los 27 puntos posibles.

En una tarde de despedidas, ya que la mayoría de la plantilla dejará el club ilicitano amparado en una cláusula que los libera de su contrato por su descenso a Segunda División B, el fútbol fue lo de menos. Elche y Oviedo dieron un recital de lo que son dos equipos que han llegado al final sin gasolina. Los primeros, caen a Segunda B tras el peor final de Liga de su historia, y, los segundos, sin entrar en la promoción de ascenso a pesar de regresar a tierras asturianas con un 0-2 a su favor.

¿Qué han hecho con este Elche? Esto se podía preguntar un aficionado que hubiera regresado ayer por la mañana de una isla solitaria dos años después de haber estado presente en aquel Elche-Athletic Club (2-3) jugado el 17 de abril de 2015. Un partido que, con la permanencia conseguida en Primera quince días antes en Málaga (1-2), reunía a más de 25.000 espectadores.

Sería casi imposible explicarle que un señor llamado José Sepulcre, que nunca tiene la culpa de nada, se empeñó en pintar este panorama tan triste. Ni sus más acérrimos enemigos hubieran diseñado un guión semejante en su contra. Linares, que vivió un ascenso en el Elche, sintió pena, con la camiseta del Oviedo, de ver el desastre en un fin de semana en la que el recordado Fran Escribá ha estado en Elche recibiendo premios en la Universidad Miguel Hernández. El valenciano ya dejó un par de perlas y afirmó que su último año había sido caótico en los despachos. Escribá nunca tuvo pelos en la lengua para decirle a la cara las cosas y se convirtió su enemigo número uno.

Lo malo es que el caos se prolongó en el tiempo y se ha llegado a esta situación, con la afición rota, el equipo muerto y el club en banca rota.

Una pena ver el Martínez Valero casi vacío. Un reflejo de lo que puede ser la próxima campaña en Segunda B si no se logra ilusionar a la afición. Muchos optaron por castigar al equipo y al consejo con la indiferencia, que todavía duele más. El resto, los 2.602 que acudieron, pitaron a sus jugadores cada vez que tenían el balón en su propiedad, como muestra de su enfado. Los gritos de «jugadores de mercenarios» se escucharon con fuerza, pero el de «directiva dimisión» fue el que más se repitió. El mensaje fue claro. A los que han llevado al club de Primera al pozo de la Segunda B no se les puede confiar un nuevo proyecto. De ahí que también se escuchara el «Sepulcre fuera del Elche».