El corazón a unos colores es un motor que cuando está en marcha no se puede parar. Es el momento de que el franjiverde comience a funcionar a pleno rendimiento, como merece a su largo historial, sin ningún tipo de arritmias. Que todos, los que apelan a las acciones y los que sólo poseen el 0.5%, que en los instantes de gloria son ninguneados, vayan de la mano. Resulta difícil, pero el Elche debe situarse por encima de todas esas guerras que han llevado a estar en la actual tesitura.

También los que utilizan los victorias o derrotas de su equipo, según se tercie, para sacar pecho o recogerse en los cuarteles del invierno, cuando el chaparrón arrecia, deben hacer un acto de generosidad y volcarse con su equipo de aquí al final de campaña. Sin olvidar los que bajo la bandera del Elche buscan algo personal? La hoguera de las vanidades en los últimos años ha dado para mucho en esta entidad y todo ello ha provocado que el club esté ingresado en la UVI deportiva y económica moribundo, pero todavía latiendo su corazón.

Las lágrimas sinceras del utillero Sancho, al final del partido en Mallorca, deben servir para aparcar todas esas batallas y pensar que por encima de nuestro prurito personal está el sentimiento de un escudo que hizo vibrar a nuestros padres y abuelos. En esas lágrimas están reflejadas todos los sentimientos de generaciones. Decía el escritor y periodista Eduardo Galeano, "como todos los uruguayos, toditos, yo nací gritando gol". En esta ciudad, todos los ilicitanos el "¡Mucho Elche!". Esa exclamación de identidad franjiverde, el sábado en el Martínez Valero, se debe escuchar al unísono.