El estadio Martínez Valero se asemejó más a un cementerio que a otra cosa. A pesar de la importancia del encuentro, con el Elche jugándose buena parte de la permanencia y que se repartieron más de 3.000 invitaciones entre cantera, clubes de fútbol base de la provincia y acompañantes de abonados, el coliseo ilicitano no llegó ni siquiera a los 8.000 aficionados, de los que unos 400 fueron seguidores del Almería.

Además, los almerienses también ganaron en la grada desde incluso antes del partido. El «Aromas Ilicitanos» fue tapado por los gritos de los aficionados del equipo andaluz. Se oía más a los 400 visitantes que a los más de 7.000. Y eso se tradujo al terreno de juego durante los 90 minutos.

Tan sólo el bullicio de los componentes del fútbol base del elche, de su sección de fútbol sala, de sus féminas y de los chavales del Sporting Guardamar, UD Santa Pola, CD Altet, Sporting Aparecida, CD Pablo Iglesias, Escuela Deportivas Municipales de Almoradí, Ilicitana Arrabal, Rojales, Aspe UD, UD Ilicitana, UE Crevillent, Illice CF, Ilicitano Sporting y La Murada, que fueron los clubes convenido invitados, dieron algo de colorido al encuentro, pero poco más.

Cuando se anunció el once inicial del Almería por la megafonía todos fueron aplausos de los seguidores visitantes. Con el del Elche comenzó igual, pero cuando se llegó al nombre de José Ángel hubo tímidos pitos que se acrecentaron con el de Toril.

Tras decretar el colegiado el tiempo de descanso, la pitada subió de decibelios, mientras que la afición del Almería gritaba; «¡Sí se puede, sí se puede!» y que «¡bote Almería, que bote Almería!».

Sólo tras el gol del empate de Pelayo despertaron un poco de su letargo los seguidores franjiverdes. Pero fue sólo un espejismo, porque con el 1-2 volvió el silencio y tras el 1-3 la mayoría de aficionados comenzaron a desfilar.

Entre alguna que otra protesta al árbitro se alcanzó el final del partido. Fue entonces cuando la pitada, de los pocos que quedaban ya en el estadio, fue unánime acompañada de gritos de «fuera, fuera». Toril, junto a Túñez, Armando, Pelayo, Fabián, Hervías y Correa fueron valientes y aplaudieron desde el centro del campo. Pero el funeral era un hecho.