No es lo mismo jugar al fútbol que competir. El Elche de Alberto Toril se desenvuelve bien en lo primero, incluso en alguna ocasión aprueba con nota, pero suspende en lo segundo, cuando los rivales se arman atrás y hay que saber trabajar los partidos con dificultades. En el Martínez Valero, equipos como Cádiz, Alcorcón, Huesca y, el domingo, el Zaragoza, por citar algunos, cerraron líneas, esperaron su oportunidad y les salió cara ante un conjunto ilicitano que se atasca ante todo tipo de sistemas en los que no encuentra huecos para romper a sus rivales.

En el Martínez Valero, donde los contrincantes se le cierran, se nota esa falta de argumentos futbolísticos y, en los últimos encuentros, el aficionado ha pitado a los suyos enojado por la falta de soluciones. Los franjiverdes desprenden una fragancia de equipo de calidad, pero, luego, todo ese potencial no se demuestra en el campo. Ello lleva a la frustración de los seguidores y, que, como decía un aficionado, al final del duelo frente al Zaragoza, se piense que «tenemos un equipo para cabrearte». Se puede perder o ganar, «fútbol es fútbol», decía Vujadin Boskov, pero se entiende que no se saben manejar los encuentros, ni explotar las virtudes de los futbolistas.

El director deportivo José Luis «Chuti» Molina acertó en la confección de la plantilla, sobre todo en el mercado invernal, pero falló a la hora de elegir al técnico que debía manejar ese grupo. Esa es la sensación que se desprende en el entorno del Elche cuando se ve al equipo sobre el campo.

Al margen de los presupuestos, a los que apela sin parar Alberto Toril, hay muy pocos equipos con la calidad del franjiverde en la categoría. Se cuentan con los dedos de una mano los que cambiarían la línea delantera ilicitana con la del Levante, Girona o Cádiz. Tampoco hay muchos que tengan un centrocampista de las hechuras de Fabián; defensas como Túñez; o un portero como Juan Carlos.

Pese a ello, el equipo no arranca y se ha quedado en tierra de nadie de manera inexplicable a falta de once jornadas para el final de la competición. Da la sensación de que Toril no es capaz de exprimir a estos jugadores todo su jugo futbolístico.

La última muesca de su revólver se pudo ver el domingo ante el Zaragoza. Láinez le planteó un 4-1-4-1 y ya no supo como atacarle. El debutante técnico aragonés decidió que Ángel trabajara la salida de balón del Elche. A partir de ahí, cerró líneas, con un pivote defensivo que basculaba hacia donde estaba el balón. Algo sencillo, sin florituras, porque de la UCI nadie sale corriendo. Eso fue lo que permitió a los maños ahogar a los ilicitanos.

Tiró de reloj, utilizó tanto su campo como el del Elche, y apeló a la paciencia consciente de que si encontraban un hueco, en un pase interior, iban a meter el balón dentro de la portería. Si no lo encontraban, como lo hicieron otros rivales como el Cádiz con Güiza, pues cero a cero, pero sin desarmarse.

Mientras, el Elche volvió a demostrar que no está trabajado para derribar esos sistemas firmes y se mueve por el campo como un pollo sin cabeza. El domingo contra el Zaragoza no se supo en ningún momento contrarrestar su juego, ni siquiera optar a actuar como lo estaba haciendo un rival herido, con cambio de entrenador y que esperaba crecer a partir de tener el balón y no cometer errores. Ni una cosa, ni la otra. Un sinsentido. Balón por aquí y por allí, sin buscar algo preparado. La jugada de Fabián, que propició el primer gol de Ángel, se dio porque el Zaragoza jugó a eso y lo encontró. No fue una casualidad. Con el 0-1 el equipo maño se reafirmó en su filosofía. Tuvo un patrón, dibujó un fútbol organizado, buscando la amplitud del juego donde no existe peligro y evitó los errores.

En el minuto 15, el conjunto franjiverde estaba desesperado y sin saber lo que hacer con el balón. El Zaragoza se hizo con todos. Mientras un equipo elaboraba, el Elche corría detrás del esférico. Lanzaba centros al área sin sentido, con Nino por fuera y sin un rematador. Cada vez que la tenía Hervías había varios alrededor y sus ataques eran previsibles. Querer que el riojano siempre decida es un argumento bastante simple.

¿Por qué a domicilio existe otro Elche? Sencillamente porque los rivales buscan el triunfo, se abren, y los ilicitanos, al tener futbolistas de calidad, encuentran espacios para desbordar en el uno contra uno, como sucedió en Tarragona.

Lo de la sala de prensa del técnico ya es arena de otro costal. Da la impresión de que no sabe la calidad de los jugadores que tiene.