Blancas eran las paredes que pintaba y blancos eran los techos cuando colocaba escayolas. Su primer contrato también fue en blanco y en blanco se quedó cuando en la radio anunciaron que iba a ser jugador de la primera plantilla del Elche CF. Era la temporada 1982-1983. La directiva lo llamó cuando se encontraba en calle Conrado del Campo poniendo las que iban a ser sus últimas piezas de escayola.

Así empezó la leyenda de José Antonio Ñíguez «Boria» (Elche, 1962), un mítico del fútbol ilicitano, que comenzó compaginando su trabajo con el deporte. «Antes de ser futbolista he sido de todo: albañil, fontanero, carpintero y escayolista. Me levantaba a las seis de la mañana para trabajar y luego me iba a entrenar», cuenta.

Estos fueron los duros inicios de un personaje que con el paso del tiempo creó una de las mayores obras de arte del Elche: dos ascensos a Primera División y tres vástagos en la cima del fútbol. Su peripecia traspasó los límites de la brocha gorda y la pintura. Defendió durante nueve temporadas la elástica franjiverde, fue capitán y dio paso al clan Ñíguez: Saúl, internacional del Atlético de Madrid; Aarón, ex franjiverde y jugador actual del Tenerife; y Jony, bandera de un Alcoyano que busca el ascenso. Todos ellos han heredado su honradez. «Para mí, es esa virtud la que más me llena por encima de todas», reconoce.

Boria, que fue junto a Miguel Recio, la imagen del elixir de juventud de los años 80, pensó en colgar las botas en varias ocasiones. El expresidente Anselmo Navarro le abrió los ojos. «En un cabreo dije que no jugaría más al fútbol. Me citó al día siguiente a las ocho de la mañana para que en unas horas llenara con piedras una zanja de tres metros. Cuando vino al mediodía, cambié de opinión y le dije que volvía a jugar al fútbol, que lo de llenar zanjas con piedras no era para mí», recuerda el exjugador ilicitano.

El de Matola se formó en el Deportivo Ilicitano e incluso tuvo la suerte de estar convocado con el primer equipo en varias ocasiones siendo sub 20. En agosto de 1981, Felipe Mesones se lo llevó a la concentración de Cocentaina junto a otros cuatro jugadores de la cantera: Asensio, Galvañ, Mateo y Ñoño.

De los cinco, él iba a ser uno de los descartes. Siguió en Tercera División con los Company, Lico y Ñoño, entre otros. Su enfado le hizo sacar lo mejor de sí. Y su suerte cambió en la misma temporada 81-82, cuando el delantero Álvarez se lesionó. La competición acababa de empezar. Rivas le sustituyó y Boria entró en la convocatoria para ocupar puesto de suplente ante el Linares.

El técnico Felipe Mesones también tuvo que echar mano de él en competición copera ante el Gran Peña Céltica y con el Cartagena. El entrenador del primer equipo prefirió darle más confianza y en el desplazamiento a Madrid, para jugar frente al Castilla, se lo llevó y renunció al mercado de invierno.

La suerte empezó a sonreírle y alternaba el Deportivo Ilicitano, con el que marcaba goles con asiduidad, y el primer equipo. Llegó a jugar cinco partidos con el Elche. El entrenador del filial, Carlos Maciá Bonet, entregó en marzo de 1982 al club un informe en el que dejaba en buen lugar al de Matola. Dicho documento destacaba la fuerza y la convicción suficiente de Boria como para dejar en mal lugar a la defensa contraria. El técnico del primer equipo, Felipe Mesones no dudó y se lo llevó. «Es un jugador más de choque, de remate y de jugársela allí donde calientan las piernas», explicaba Bonet. Frase que constituye todo un elogio para el joven delantero centro del Ilicitano.

Con 20 años, en la temporada 82-83, estampó su firma sobre un contrato en blanco y aceptó el reto. En su primera temporada como jugador del primer equipo disputó 13 encuentros. A nivel personal, le fue bien, pero el club no tuvo la misma suerte y no se subió.

Primer ascenso

Después de varios intentos fallidos por alcanzar el ansiado ascenso, en la temporada 83-84, el equipo dio definitivamente el deseado salto a la máxima categoría y Boria se consagró como delantero.

El proyecto arrancó con Cayetano Re como entrenador, que fue sustituido poco después por Roque Olsen. Boria era un desconocido para los rivales y ese factor jugó a su favor. Disputó un total de 29 partidos. Fue el máximo realizador del equipo con 13 goles, con un promedio de 0,44 de gol por partido y quedó por delante Neri y Anquela. Cada jugador percibió 227.272 pesetas por el ascenso, más otra prima que iba en función de los partidos disputados.

Boria tuvo el honor de marcar en «La Catedral» de San Mamés un 17 de enero de 1984, tal y como hiciera años después su hijo Aarón, en octubre de 2013. Ese 25 de mayo del 84, el equipo se concentró en Santa Pola de cara al decisivo partido ante el Bilbao Athlétic, en el Nou Estadi. El club ingresó más de 25 millones de pesetas en taquilla, siendo una de las más importantes desde su inauguración. Cuatro días más tarde, y a la sexta ocasión, el Elche ascendió al golear al Bilbao Athlétic por 4 a 0. «Me quedo con los ascensos, pero no se me olvidan esos trece goles», asegura Boria.

De aquel día Boria recuerda «que me dieron la vuelta a hombros por todo el estadio y me dejaron en calzoncillos. Me lo quitaron todo. Eso fue un orgullo ya que es al único futbolista que se lo han hecho de aquí de Elche», recuerda. El delantero consiguió en su tercera campaña con el Elche un salto a la máxima categoría.

Segundo ascenso

Después de otro descenso, en la temporada 87-88, vino de nuevo la alegría a Elche con el retorno a Primera. El técnico Felipe Mesones no le dio los minutos que el delantero deseaba y cada vez que Claudio Barragán causaba baja, el míster dudaba entre Boria, Barboza o Isidro. A pesar de todo, el 2 de mayo de 1988 el cava inundó los vestuarios del Elche al conseguir el objetivo del ascenso en el estadio Los Cármenes de Granada.

Con el objetivo logrado, Boria consideró que su futuro debía estar lejos de Elche. El de Matola todavía tenía firmadas cuatro temporadas más, pero, aún así, su intención era rescindir el contrato.

Y tras afrontar su salida, el jugador volvió a tierras ilicitanas para completar dos campañas más. En total, nueve temporadas, 235 partidos disputados en Liga, 25 en Copa y un total de 64 goles. El cierre a este capítulo de su vida le dejó huella puesto que «para mí y toda mi familia el Elche lo ha sido todo».

A pesar de todo, la vida de Boria, que empezó en blanco, como la hoja de un papel y las paredes que pintaba, ahora se ha rellenado de una larga historia escrita en mayúsculas. Tanto él como sus tres hijos son historia viva del sentimiento franjiverde. Toda una leyenda.