El Elche no termina de arrancar y, por un motivo o por otro, siempre se queda sin llegar a la orilla, la reservada a los que luchan por la gloria. El Huesca se llevó ayer un punto del Martínez Valero tirando de oficio y aprovechando la falta de puntería de los franjiverdes. Además, el colegiado anuló un gol a Dorca, que pareció legal, en el tiempo añadido, que hubiera dado todo el botín a los pupilos de Alberto Toril.

El disfraz comienza a ser demasiado repetido. Una vez más, y van nueve, los ilicitanos no fueron capaces de encadenar dos victorias consecutivas en la presente Liga y así es imposible llegar al paraíso. Por mucho que el equipo muestre cosas positivas durante los 90 minutos, también tiene otras negativas que no le dejan arrancar en una categoría tan exigente como la Segunda División, en la que la regularidad es vital para competir con los mejores.

Los ilicitanos parecen haber encontrado el once inicial ideal, ayer lo repitió Alberto Toril ante el conjunto blaugrana. El estilo alegre y

desenfadado, con extremos rápidos, parece ser el más adecuado, pero siempre falta el último paso para que la tarta salga sabrosa. O se pasa

de azúcar o se queda sosa. En el «MasterChef» de esta Liga hay poco que hacer porque el postre nunca sale perfecto y todo el mundo termina con un sabor demasiado amargo.

En la coctelera franjiverde se juntó ante el Huesca la mala suerte, el balón de Vadillo que entró por toda la escuadra y el de Hervías que lo repelió el larguero, el oficio del cuadro aragonés en los momentos complicados, del que debería echar mano el libro de Toril; un gol anulado por el árbitro, que pareció legal, que pudo dar el triunfo en el tiempo añadido; y, en la segunda parte, falta de claridad, tanto en el campo como en el banquillo, para culminar la remontada.

Virtudes y errores que jornada tras jornada se repiten y que forman parte ya del ADN del Elche de Toril. A estas alturas de campaña no hay casualidades y la falta de empaque impiden dar el salto hacia arriba. Ayer llegó la novena decepción y la zona de promoción de ascenso está cada día más lejana y, lo que es peor, no parece que los males de este equipo tengan solución.

El efecto Anxo Carro

Alberto Toril se agarró al efecto del Anxo Carro para tratar de noquear al Huesca. Repitió once y mecanismos, pero delante tenía a un rival muy bien trabajado, que concede pocos espacios, al contrario que los gallegos, se cierra a la perfección y deja toda su vena ofensiva a dos hombres desequilibrantes como Samu Sáiz y Vadillo. Hasta en el sorteo de campo ya se pudo ver que Anquela lo tenía todo estudiado. Eligió donde habitualmente se sitúa el Elche en las primeras partes.

Los ilicitanos asumieron el reto de tener el balón y aplicaron dosis de paciencia para no verse sorprendidos por su rival. En esa idea, en principio correcta, aparecieron en muy pequeñas dosis los desequilibrios por banda y los desdobles de los laterales. Además, en los minutos en los que Hervías parecía encender el fuego del fútbol franjiverde, aparecía un jugador del Huesca que lo apagaba con un cubo de agua, dícese una patada a tiempo. En una de ellas, Vadillo, en el minuto 29, pudo ir a la calle, pero el árbitro sólo le sacó la amarilla. Los oscenses tuvieron el oficio, en esos momentos, una virtud de la que carecen los franjiverdes cuando la sala de máquinas se toma un respiro. No se domina el otro partido. Además, Vadillo, en el 25, se puso el disfraz de héroe de su equipo y de potente chut metió el balón, desde fuera del área, por toda la escuadra. Un soberbio gol. Unos minutos más tarde, en el 29, pudo cambiarlo, por el de villano, si llega a expulsarlo Pizarro Gómez.

Con el 0-1, el conjunto de Toril reaccionó bien, tiró de orgullo y contó con dos ocasiones claras para empatar. Una de Nino, que, tras hacer un buen control, vio como Herrera le impedía marcar su gol cien, y la otra de Pelayo, que, solo delante del meta del conjunto aragonés, se enredó y no supo batirlo.

Estos dos fogonazos no tuvieron continuidad y los ilicitanos, con el paso de los minutos, fueron perdiendo presencia en la medular y lo dejaron todo en los pies de Hervías, que antes del descanso tuvo la oportunidad de igualar la contienda. El riojano, en el minuto 41, dibujó una bonita diagonal y enganchó un potente zurdazo, pero el balón lo rechazó el larguero cuando parecía que iba para adentro.

Álex Fernández por Fabián

Toril, tras el descanso, dejó en la ducha a Fabián, muy perdido en la medular, y metió en el campo a Álex Fernández, tratando de buscar un fútbol más dinámico para abrir la defensa rival. El Elche siguió sin tener chispa para marcar su superioridad en los duelos individuales.

Toril apostó entonces por quitar a Pelayo, puso en la banda a Liberto y a Borja Valle de enganche por detrás de Nino. Demasiados centrocampistas y el almeriense aislado y muy fácil de defender. El Huesca logró desconectarlo, para, a continuación, ganar las batallas individuales. Siempre había un dos contra uno y la posibilidad de romper la defensa aragonesa cada vez era más complicada. Un «9», bien Guillermo o Malonga, que salió en el 81, demasiado tarde, hubiera hecho más daño al rival y permitido que Nino tuviera una ayuda.

Cuando el partido entraba en un momento complicado para los ilicitanos, en una jugada a balón parado, Pelegrín, en el minuto 67, peinando un balón que le puso en el área Hervías, empató (1-1).

Con dos cambios realizados, en ese instante del duelo todavía se echó más en falta el haber tenido a un delantero referencia. Toril esperó

hasta el 81 para ponerlo en el campo. Pero tras colocar a Borja Valle por detrás de Nino se había cerrado las puertas de la sustitución. Al final optó por quitar a Iriondo y situar a Liberto de lateral y colocar en punta a Malonga, lo que dejó bien a las claras que no había estado acertado en

el segundo cambio. Con más corazón que cabeza se intentó la remontada y pudo llegar si el árbitro concede un gol que pareció legal a Dorca, pero entendió que en la jugada previa Malonga hacía falta. No pareció que así fuera.