Un gol de tacón de Guillermo decidió un duelo igualado y muy táctico en el que el Mallorca llevó la iniciativa en la primera parte y en el que el Elche presentó su mejor versión tras el descanso. El delantero vasco tenía la difícil misión de sustituir como hombre más en punta al sancionado Nino y cumplió con su cometido. Recibió un balón desde la derecha de Pedro y con un detalle técnico genial, sólo reservado a lo más osados o inconscientes, mandó el balón al fondo de la red en el minuto 67. Cuatro minutos antes, su compañero Edu Albacar, había fallado el primer penalti de su vida al mandar el balón al larguero.

Andaba el vasco enredado con el asunto del gol, no marcaba en Liga desde la segunda jornada de Liga en Girona, y en su fuero interno era consciente de que sin él no podía seguir por más tiempo. Nadie le niega el muchísimo trabajo que aporta al grupo, incluso cuando su entrenador lo saca de su hábitat natural tirándolo a banda, que es un depredador de los pulmones contrarios, una mosca para los defensas rivales, pero sin gol, un delantero no puede sobrevivir mucho tiempo.

Las mosca de la desesperación ya estaba zumbado detrás de sus orejas, máxime cuando en el minuto 53 se había presentado solo delante de Santamaría y su golpeo resultó defectuoso y el balón se fue arriba. El runrún de la grada provocó que su nivel de inseguridad subiera todavía más decibelios.

Pero la perseverancia tiene premio muchas veces y en el 67 llegó lo que tampoco buscaba, su reconciliación con el gol. No solo marcó un tanto, el que a la postre permitió al Elche sumar los tres puntos, sino que lo hizo de una forma mayestática, de tacón, a pase de Pedro, con toda la intención del mundo para sortear al portero en un momento en el que había poco que pensar y actuar rápido. No se la quitó de en medio y reaccionó como el hombre de área que es, mostrando las garras de ese cachorro criado en Lezama que desea llegar a ser león. Al menos, este zarpazo sutil sirve para sumar una victoria y ganar en confianza. La puso ahí y el balón llegó a la red, con la mansedumbre con la que aparecen los grandes goles.

El Elche volvió a mostrar en un mismo partido sus dos caras, algo que ya viene siendo habitual desde principio de temporada y que no le permite dar el salto hacia los puestos de privilegio. Al menos, como en esta ocasión, cuando las ideas no fluyen de mitad de campo para adelante, atrás se cometen menos errores y eso permite seguir vivos en los partidos.

El Elche comenzó el duelo agobiado por la presión a la que fue sometido cuando debía sacar el balón desde atrás. No había ideas para romper la línea de contención balear y el «trivote» formado por Matilla, Dorca y Álex Fernández no terminaba de controlar la medular. La conexión con Guillermo, hombre más en punta, con Nino en la grada sancionado, era nula. El cortocircuito era evidente.

En la biblia se asegura que Dios escribe recto (derecho) en renglones torcidos y la lesión de Matilla provocó que el Elche, con Pelayo en el campo, que salió en lugar del talaverano, dibujara un 4-4-2 y con él se logró el equilibrio en la medular. El Mallorca dejó de llevar la voz cantante y el partido se niveló. El trabajo arriba del asturiano era encomiable, mientras que Dorca y Álex Fernández encontraban su sitio en la medular. Lógica aplastante.

De todas formas, una decisiones un tanto rocambolescas del colegiado sacaron un poco al Elche del partido y hasta el descanso hubo poco fútbol y demasiado control.

Tras el asueto, el Elche dio un paso adelante y Pedro, por la derecha, comenzó a encontrar una vía para llegar al área rival. El Mallorca no parecía tan fiero, se le atragantó el dibujo táctico franjiverde y ni Lago Junior, ni tampoco Brandon, encontraron espacios para llegar en contragolpe a Juan Carlos.

Guillermo y Pedro pudieron adelantar al equipo, luego, en el 63, Edu Albacar lanzó el balón al larguero al ejecutar un penalti que dejó al Mallorca con diez jugadores por la expulsión de Raillo.

Guillermo sacó a pasear su tacón en el 67 y con el 1-0 parecía todo controlado. Craso error. Lekic pudo empatar en un remate de cabeza en el que el balón se estrelló en el palo. Company tuvo otra en el 89. Dos concesiones que deben corregirse desde el banquillo para evitar males mayores. Se retrasó en exceso el cambio de Lolo cuando el partido había que cerrarlo.