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En el diván un año después

El Elche de Toril llega a la jornada octava, como sucedió la pasada campaña con el de Baraja, sin saber qué camino seguir tras un inicio de Liga ilusionante

En el diván un año después

El Elche ha llegado a la octava jornada de Liga en el puesto 12, con diez puntos, a cinco del ascenso directo, a dos de la promoción y a tres del descenso. Unos números que llegan acompañados en medio de un halo de incertidumbre que se ha formado alrededor del equipo en las últimas dos derrotas. El Elche dejó entrever, en el arranque de la competición, un estilo de juego, en el que el balón parecía estar llamado a ser el protagonista. Partidos ante Rayo y Tenerife mostraron que en la plantilla había jugadores de buen manejo del esférico, capaces de llegar al área rival con un fútbol de toque.

El fogonazo inicial deslumbró a una gran mayoría, ansiosa por convivir con una fórmula más vistosa, después de la que puso en práctica la pasada campaña Baraja. El pucelano interpretó y los números le dieron la razón hasta la recta final de la competición, que debía llevar a cabo un modelo más práctico.

Con el paso de los encuentros esa idea inicial de Toril parece difuminarse. Los errores en la salida de balón, que se están pagando muy caros, las lesiones de Nino y Hervías, que aunque leves no les están dejando jugar con asiduidad, y el hecho de que la fórmula del trivote no termina de dar sus frutos, están llevando al equipo a un estilo que se aleja del inicial.

El Elche de Toril está en un momento clave de la temporada en el que tiene que elegir qué camino seguir. Las dudas no son buenas consejeras en este mundo del fútbol y es momento de conocer qué estilo se va a aplicar.

Precisamente, al Elche de Rubén Baraja le sucedía lo mismo la pasada campaña a estas alturas de campeonato. Al finalizar la jornada octava, los franjiverdes trataban de curar sus heridas después de sufrir un doble 4-1. El primero, en Palamós ante el Llagostera y, el segundo, una semana más tarde, en el Martínez Valero, con el Mirandés como rival.

Después de codearse con los primeros de la tabla, esos dos traspiés provocaron que el Elche cayera hasta el puesto décimo, a cinco puntos del ascenso directo, a uno del «play-off» y a tres del descenso.

Baraja tuvo que sentarse en el diván futbolístico y reflexionar. Sobre una balanza comprobó que contaba con futbolistas de calidad, pero que llevaban mucho tiempo sin competir, pero también, otros que podían darle solidez a una defensa que se había vuelto de mantequilla en una categoría en la que la gran mayoría de rivales se dedican a explotar los errores del contrario y, a partir de ahí, lanzarse sobre su yugular sin miramientos.

El preparador castellano llegó a la conclusión que con las mimbres que tenía su cesta futbolística debía construirse a partir de la seguridad atrás, máxime cuando arriba tenía un jugador como Sergio León capaz de marcar en cualquier momento.

El meta Javi Jiménez, Lolo y Armando fueron claves a la hora de conseguir ese equilibrio perdido y su fórmula le dio los resultados apetecidos.

Quizás su fútbol no era vistoso, lo sabía mejor que nadie, pero los resultados le acompañaron y su estilo era reconocible y su equipo sabía a lo que jugaba. Es lo mejor que se le puede decir a un entrenador, que su equipo lleva su sello.

El Elche consiguió la permanencia muy pronto y como el propio Baraja confesó, tras perder en Mallorca, en la jornada 40, «la vaca no dio para más leche» y se quedó a las puertas de la promoción de ascenso. Jugadores claves como los citados Armando y Lolo llegaron al final ya muy exprimidos y lo notó el conjunto.

Parodiando al grupo de rock mexicano Maná, bien se puede decir que el Elche vuelve a estar «en el lugar de siempre, en la misma ciudad» y club, pero con distintos jugadores. Un año después, y tras la misma octava cita competitiva, el Elche se encuentra de nuevo en la puerta del psiquiatra, dispuesto a sentarse en su diván, sin saber qué camino seguir.

Comenzó creciendo alrededor de doble pivote formado por Dorca y Mandi, con Matilla liberado por delante. Se lesionó el centrocampista canario y, Toril está intentando buscar una plaza a Álex Fernández en la sala de máquinas.

El equipo ha perdido el equilibrio que tenía en esa zona y el hecho de que no exista sintonía entre esos tres jugadores, que muchas veces se estorban, ha tenido como consecuencia una especie de efecto dominó que provoca que todas sus piezas se vayan cayendo y que el estilo inicial pierda la consistencia que se preveía. En ese escenario, aparecen las dudas.

En Alcorcón, el preparador franjiverde se planteó un partido dirigido a no cometer errores en la salida de balón, que lo había penalizado en encuentros como ante Levante y Lugo, pero su equipo se le queda plano y sin pegada. Además, cuando el Elche recibe un gol no es capaz de reaccionar. La dichosa manta se queda corta. Cuando defiende, no llega al área rival y, si opta por ir al balcón contrario con desparpajo, se cometen demasiados errores en la salida. Toril debe decidir si va a volver a jugar como en los primeros partidos de Liga, corrigiendo los errores que se cometen, o realizar una metamorfosis que lleve a defender más y a protegerse.

El psiquiatra vuelve a tener trabajo un año después en el Elche. Ganar el sábado al Nàstic de Tarragona sería la mejor medicina.

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