La célebre recriminación de Eugeni D'Ors al joven que había derramado una botella de champán al intentar una nueva forma de descorche podría aplicarse perfectamente a Alberto Toril si nos atenemos a la fórmula que ayer quiso aplicar sobre el césped del Martínez Valero Martínez Valeropara intentar doblegar al Lugo. El descorche le salió mal y el preciado licor con burbujas terminó manchando a un sistema que había servido de brindis en partidos anteriores y que ayer se quiso variar sin motivo aparente.

El invento le salió mal a Toril, no sé si porque se pensó demasiado en el rival y esto llevó a empequeñecer al propio equipo, o porque se varió demasiadas cosas que estaban funcionando con tal de dar libertad de movimientos a un Álex Fernández, que no fue capaz de asumir los galones de mando y perdió la batalla con el doble pivote lucense.

Partiendo de la idea de que el equipo gallego fue inmensamente superior a los franjiverdes, a lo largo de todo el partido, también es cierto que el preparador cordobés no tuvo su mejor tarde a la hora de situar a sus jugadores sobre el terreno de juego. Tácticamente, los rojiblancos fueron infinitamente superiores en la medular, con una doble pareja formado por Pita y Seoane, que lo tuvo muy fácil ante una sala de máquinas ilicitana, que siempre estuvo gripada.

Toril colocó a Álex Fernández, al lado de Lolo, con el fin de que el onubense hiciera el trabajo sucio y el madrileño enlazara con Matilla, unos metros más adelante.

Ese «trivote» no funcionó, máxime cuando Álex nunca fue capaz de imponerse en su zona, lo que arrastró a que Lolo tuviera que correr demasiado detrás de balones que no eran suyos y que Matilla se quedara en terreno de nadie sin poder disfrutar de balón. La desconexión en esa zona provocó un efecto en cadena en el resto del equipo que nunca fue el que se pudo ver en anteriores partidos de Liga.

Además, el hecho de jugar con Guillermo tirado a banda provocó que el equipo franjiverde no sólo perdiera por ese carril la velocidad y desmarque que aporta Pablo Hervías, que se quedó en el banquillo, sino que también, que el Lugo encontrara una auténtica autopista hacia la gloria por esa zona del campo. La superioridad de dos contra uno, que en todo el partido no se fue capaz de solucionar, aumentó las deficiencias de un equipo como el franjiverde que nunca encontró su sitio en el campo, defendió muy atrás y tampoco vio los espacios a las espaldas de un Lugo que, sobre todo, en la primera parte, estuvo metido en el campo franjiverde.

Nada menos que 57 minutos necesitó Toril para tratar de enmendar el entuerto, cuando se veía claro que en el descanso había que intentar la remontada partiendo del 4-4-2. Con la segunda parte ya avanzada, saltó al campo Hervías y se vio a otro Elche por momentos, pero al Lugo ya sólo le bastó con ajustar la marca del riojano para ahogar su ímpetu inicial y volver a llevar el control del duelo.

El técnico también estuvo demasiado lento a la hora de poner en el campo a otro hombre de banda, en el 73 salió Leomar, para ocupar la plaza de un Pedro que tampoco tenía su día y que no era capaz de desbordar al rival por su zona.

En suma, bien puede decirse que el Elche tuvo ayer un mal día en la oficina ante un rival que supo en todo momento a qué jugar y se llevó los tres puntos de forma muy merecida. El planteamiento de Luis César Sampedro fue de libro. Tuvo el dominio del balón en la primera parte y alrededor de él consiguió adelantarse en el marcador gracias al gol en propia puerta de Pelegrín, en el minuto 16, y el de Campillo, en el 35.

Tras el descanso, no quiso arriesgar, se cerró atrás de forma ordenada y obligó al Elche a atacar con diez jugadores. Con Hervías en el campo sufrió algo más de la cuenta por su banda derecha, hasta que logró cerrar el carril con Calavera e Iriome, primero, y con Igor Martínez, después, cuando salió al campo en el 71.

Un penalti, en el 72, por mano de Carlos Hernández dentro del área, tras una jugada de Nino, pudo darle picante al partido en su desenlace final, pero el árbitro pasó por alto la acción y el sueño de la posible remontada se esfumó en aquel momento.

Las derrotas siempre escuecen, mucho más en propio feudo, pero también es cierto que nadie dijo que esto iba a ser fácil. La categoría es muy exigente a nivel táctico y por encima de todo los equipos deben ser capaces de lograr el equilibrio en el campo. A la vista, los equipos denominados «jugones» agradan mucho más que los que buscan mantener la portería a cero por encima de otras historias. En los mentideros futbolísticos ya se había abierto el debate entre los diferentes estilos de Baraja y Toril. Lo cierto y verdad es que todas las pizarras son buenas, pero hay que llevarlas bien a la práctica a partir del tipo de jugadores que hay en el campo.

Este Elche cuenta con una plantilla competitiva y no es momento de romperse las vestiduras, sino de todo lo contrario, de seguir confiando en la idea inicial. El equipo está en período de crecimiento y hay que tener paciencia, aunque lo de ayer bien pudo ser un buena cura de humildad.