En el Elche CF me ha tocado ver cosas de todos los colores. 30 años siguiendo al equipo franjiverde son demasiados, pero lo vivido ayer supera todo lo anterior. Tienen razón los que afirman que nunca digas nunca jamás, porque en la entidad ilicitana te puedes quedar muy corto.
Esperar la puesta de largo de un entrenador del prestigio de Lucas Alcaraz, al que unos minutos antes le han presentado a sus colaboradores, y aparecer el director deportivo, su principal valedor, diciendo que se va roza lo paranoico. Una auténtica charlotada que deja de nuevo a la entidad con la imagen por los suelos a nivel estatal. En un abrir y cerrar de ojos se han ido al traste los tres pilares que mantuvieron el club vivo en lo deportivo la pasada campaña: Baraja, Planes y Contreras. De un plumazo, porque a juicio del club los futuros inversores quieren manejar el tema de fichajes y, por ende, el de las comisiones. Tienes al mejor y lo echas. Sabía que no iba tener la libertad que dispuso con Juan Serrano y se ha ido. A partir de ahora, habrá que ser un valiente o un loco para aceptar la oferta franjiverde. El proyecto se tambalea.
Lo único que me tranquiliza, tiro de ironía, son las palabras del presidente, Diego García, que ayer, en un arranque de valentía, en medio de semejante charlotada, más propia de aquellas que yo veía en mi niñez bajo la denominación de «El Bombero Torero», afirmó que «yo no me voy. Este barco está siendo azotado por muchos vientos y mareas, pero quiero transmitir serenidad a la afición y le aseguro que haremos un gran proyecto deportivo y buscaremos al mejor colaborador».
