De León a León, 306 minutos. El delantero cordobés marcó en Lugo, en el 71 y, desde entonces, la sequía goleadora franjiverde fue la tónica dominante ante Alavés, Albacete y Tenerife. Ayer, en Girona, se rompió el maleficio en el 17. Un penalti absurdo, pero claro, cometido por Lejeune sobre Lolo, lo convirtió en gol el máximo realizador franjiverde.

A Sergio León no le tembló el pulso y tampoco le pudo el miedo. En su mente estaba la pena máxima fallada hace una semana ante el Tenerife. Cogió el balón, lo colocó en la cal, y al puro estilo de Johan Neeskens le pegó al centro, a romper, e hizo inútil la estirada de Becerra. El exjugador del Ajax, FC Barcelona y de la Selección Holandesa, el hombre de las tobilleras blancas, aplicaba la teoría del cañonazo. Sergio León, más cercano a Villa que a otros delanteros centros españoles, dejó ayer de lado la colocación, para darle fuerte al balón e introducirlo dentro, una vez comprobado que el meta caía al suelo. Ganó su pulso al meta Becerra siete días después de perderlo ante el venezolano Dani Hernández.

El portero es como el fusilado en la pared. El lanzador es quien está en el ojo del huracán. El delantero, mientras coloca el esférico sobre la cal decide que va a hacer con su suerte, mientras que el portero, mientras choca sus manoplas elige cuál va a ser su alternativa. De que coincidan o no depende el fracaso o éxito de uno y otro. Ayer, acertó el goleador franjiverde y los puntos se fueron para Elche después de más de un mes sin ganar. Un penalti rompió una mala racha y dio los tres puntos al Elche.

Sin duda alguna, los tres puntos fueron lo mejor de un partido en el que el Elche realizó una gran primera parte, pero que se hundió tras el descanso, en medio del desorden táctico y con un físico que fue a menos de manera alarmante. En ese segundo período estuvo a merced del Girona y solo la suerte evitó que el resultado cambiara en el electrónico. Los franjiverdes jugaron con fuego y estuvieron muy cerca de quemarse.

Nadie puede dudar de la entrega y pundonor de los ilicitanos, de hecho, jugadores como Espinosa, Pelayo o Álvaro terminaron el partido exhaustos y tirados sobre el césped cuando el árbitro pitó el final del partido.

Pero, cuando se tiene un estilo de juego, se supera con facilidad al rival, no se acierta a comprender cómo se entrega el balón al contrario y se deja todo a la suerte de que el Girona esté o no acertado.

No me vale que Rubén Baraja, en un momento de agobio de la segunda parte, le de una patada a una botella de agua mostrando su enfado. Él ayudó muy poco en los cambios y el equipo se fue rompiendo por el centro de manera incomprensible y se limitó a defenderse. El cántaro fue una y mil veces a la fuente, pero en esta ocasión no se rompió. Eso le salvó. En esta ocasión, los caprichosos dioses del fútbol estuvieron de su lado y, como pidió el viernes, el resultado final estuvo por encima de las sensaciones.

Baraja repitió por primera vez en esta Liga con el once inicial y premió al equipo que brilló, sobre todo en la primera parte, ante el Tenerife. Lolo siguió jugando de central, mientras Mandi y Pelayo tenían continuidad en el doble pivote. Armando, una vez cumplido su partido de sanción, se quedó en el banquillo.

La apuesta del técnico era arriesgada, pero al castellano no le tembló el pulso para llevarla a cabo. La verdad es que los primeros 45 minutos fueron muy buenos. Pelayo y Mandi se hicieron dueños del balón y por las bandas, sobre todo por la de Álex Moreno, se rompió una y otra vez la línea defensiva del Girona, con tres centrales y dos laterales ofensivos. Entre líneas, Espinosa estuvo brillante, pero, de nuevo, en el área rival se estuvo negado. Se debió sentenciar antes de los 15 minutos de asueto y el 0-1 se antojaba un premio demasiado corto.

Tras el descanso, como era lógico, el Girona decidió quemar sus naves y se lanzó al ataque sobre el área de Javi Jiménez. Por contra, el Elche ya solo pensó en defender su tesoro y entregó el balón al rival. Una manera de jugar que puede ser buena si a la contra matas, cuando el contrario deja huecos, pero, salvo en los últimos cinco minutos, los ilicitanos no quisieron saber nada del balón. Además, los cambios de Baraja tuvieron tono defensivo y de total enemistad con el juego de toque. El equipo se rompió por el centro y hubo que llegar vivos al minuto 95 para salvar los tres puntos. Lo mejor, el resultado y el duelo entre Sergio León y Becerra.