«Si algún día tuviera que analizar a un entrenador, prescindiría del resultado, examinaría el método». Una reflexión de Marcelo Bielsa que muy poca gente hace suya ya que a los preparadores de fútbol se les examina, en la mayoría de las ocasiones, en función de si sus equipos ganan o pierden los partidos. En función a ellos firman el finiquito o se les renueva. Ellos deciden y, el resto, cuando cata el melón abierto opina. Así de sencillo para unos y de duro para los técnicos en un deporte en el que cada aficionado o periodista se cree un catedrático de la materia y tiene un once en la cabeza después de que el partido concluye y haya visto las cartas sobre la mesa.

El Elche remontó ayer a Osasuna, tras superar un gol a los 40 segundos de juego de Pucko, por 2-1, gracias a las dianas de Sergio León e Ilie. Hasta ahí, un partido de fútbol entre dos equipos de Segunda donde los detalles fueron más cariñosos con los franjiverdes. Pero, quizás habría que ir más allá.

En el cómputo general del duelo sería justo destacar el manejo de los distintos tiempos del partido de Rubén Baraja. Ayer superó una prueba en su aprendizaje dentro del banquillo. En 90 minutos tuvo que utilizar el borrador en numerosas ocasiones para llegar al triunfo final. El fútbol no es una ciencia matemática y para ganar un partido hay que hacer muchas cosas bien para lograr el éxito y, aún así, los detalles resultan tan determinantes que nadie te garantiza que el resultado va a caer de tu lado.

El planteamiento de Rubén Baraja se hizo añicos a los 40 segundos con el gol «rojillo». Arrancó con Isidoro del lateral y Cifu metido en labores de interior con el fin de romper la defensa de cinco de Osasuna. Caro sustituyó al lesionado Armando y Espinosa cayó a banda.

El técnico castellano se vio obligado a cambiar de chip y sin tiempo para lamentos pasó a una defensa de tres y adelantó a los laterales. Presionó unos metros más arriba que en otros duelos y muy pronto se hizo con el centro del campo. Ese desparpajo táctico le dio sus frutos enseguida, el tiempo que Sergio León tardó en culminar una contra, bien llevada por el centro por un inconmensurable Álvaro, que a lo largo del partido demostró ese algo que lleva dentro que está obligado a sacar de manera más regular. Es mucho más futbolista de lo que ha demostrado y solo él puede ponerlo encima del tapete verde.

Con el empate, volvió al principio, a lo ensayado durante la semana. No convenía conceder huecos al rival. El control era franjiverde, pero no había motivos para asumir riesgos innecesarios.

Tras el descanso, todo siguió igual hasta que, en el minuto 60, Javi Flaño era expulsado por tocar el balón con la mano. Era su segunda cartulina y Osasuna se quedaba con diez jugadores. Martín se vio obligado a quitar a un punta, eligió a Nino, mientras que Baraja mandó a la ducha a Mandi, que estaba rozando su segunda cartulina y sacó a Pelayo (El asturiano debe dar un paso adelante ya que tiene cualidades para ello). Evitado el riesgo de quedarse con diez, decidió dar entrada a Álex Moreno por Isidoro, retrasar a Cifu al lateral y situar a Espinosa por el centro, donde muestra su fútbol. Decisión de libro.

Sin apenas riesgos, dibujó su equipo titular de Zaragoza y le metió una nueva marcha al equipo que encontró premio cuatro minutos después cuando Álvaro era derribado dentro del área y el correspondiente penalti lo marcó Ilie.

De ahí al final, el Elche tuvo ocasiones como para terminar goleando a Osasuna, pero perdonó en exceso en el área de Nauzet. Álvaro y Sergio León dispusieron de dos balones fáciles para marcar, pero no estuvieron acertados. El marcador no corría peligro, pero, por si acaso, Baraja hizo debutar a Samu y quitó a Espinosa para cerrar de forma definitiva la contienda.

Rubén Baraja todo lo hizo bien y, lo que es mejor, supo sacar de cada jugador su fútbol, fuera de miedos a ser goleado o de apelar al socorrido patadón y tentetieso.