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Maneras de vivir

El Día de las Personas Sin Hogar amanece para tres jóvenes de Suecia y Rumanía bajo el Puente de Altamira, en medio de un periplo hacia Málaga

Pasadas las once de la mañana se despiertan bajo el Puente de Altamira Matías, de 21 años, mitad sueco mitad chileno; y Gimmy, 23 años, pasaporte de Finlandia domicilio familiar en Suecia. Se desperezan en un saco de dormir, tapados hasta la frente, vestidos pero descalzados. Bobby, el perro que les acompaña, lleva un rato dando vueltas. De una pequeña tienda de campaña sale a los pocos minutos Matya, 21 años, rumano.

El desayuno es tabaco de liar. Piden un cigarro y cuentan a este diario con una sonrisa que llevan meses viajando. Más de un año alguno de ellos; desde los 16 lleva por el mundo otro. Van rumbo a Málaga para renovar el pasaporte de Gimmy, que lo ha perdido, y pudieron elegir entre la embajada en Andalucía y la de Madrid. Escogieron ir hacia el calor.

Son conscientes de que la mayoría no entiende por qué viven así. Apuntan tímidamente algo de mala relación con los padres, pero lo cierto es que sólo hablan de la parte buena. Viajar, conocer sitios... «Yo antes creía que no podía gustarme esta vida, pero lo prefiero, soy mi jefe», dice Matías, que se dedica a hacer malabares en los semáforos y en las calles a cambio de alguna propina. Matya no quiere volver a España, le ha parecido uno de los países más difíciles para buscarse la vida. A Gimmy le pegó un vigilante en una tienda de Valencia creyendo que no quería pagar, cuenta agitando un monedero («¡qué casualidad, le dije que iba a contarlo en el periódico», dice en inglés sonriendo). La noche anterior estuvieron en la comisaría para que les identificaran. Aún lleva alguno las yemas de los dedos tintadas.

¿Dónde duermen? «Normalmente en cajeros», pero esta vez preferían aire libre y no madrugar, porque del banco «tienes que salir a las 7». ¿Dónde comen? En comedores sociales. ¿Cómo se desplazan? En tren, se suben sin billete, se bajan si ven un revisor. ¿A dónde irán después de Málaga? «No sé, a lo mejor a Marruecos». Quizás sigan juntos, quizás no, pero no piensan establecerse: «Yo más de dos meses en la misma ciudad no puedo estar». Esa es, dicen, su manera de vivir.

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