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«El Partido Popular es el principal delincuente fiscal de este país»

El oriolano Antonio Gutiérrez ha participado estos días en unas jornadas del Instituto de Economía Internacional de la UA, hablando de la reforma laboral. En la entrevista, también analiza la situación política

«El Partido Popular es el principal delincuente fiscal de este país»

«De la gran recesión a la gran agresión: la reforma laboral de 2012». Es el título de su charla en las jornadas del Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Alicante. ¿Cuáles son las principales «agresiones» de la reforma laboral de 2012?

Casi todas las reformas laborales en España han ocasionado un gran daño en el empleo. Y, paradójicamente, también reflejan el mantenimiento de un modelo económico ineficiente, poco competitivo y poco productivo que ha buscado la recuperación del beneficio empresarial a costa de la degradación del empleo y los salarios. Y eso supone aumentar la brecha de la productividad respecto a los países centrales europeos. La de 2012 ha sido más agresiva haciendo más precario el empleo, más agresiva con los derechos laborales y sindicales. Ha sido más intensa en el ajuste del empleo a la baja, al permitirse despidos más fáciles y más baratos para que en el momento de volver al crecimiento, el empleo sea más temporal y precario que tras las reformas laborales anteriores.

Usted se abstuvo cuando era diputado con el grupo socialista en la reforma de Zapatero de 2010. ¿Son diferentes los impactos de una y otra?

Me abstuve, aunque mi voto iba a ser negativo. La reforma de 2012 agravaba más que la de 2010. Y estas agresiones a los derechos laborales nunca vienen sin agresiones a la democracia industrial.

¿La democracia industrial?

Su corolario es la negociación colectiva. El mayor daño se origina provocando un desequilibrio en la negociación entre la parte empresarial y la social de los trabajadores. En un país donde la reforma, en su exposición de motivos, reconoce que tenemos un 99,23% de las empresas con menos de 50 trabajadores, dar preeminencia al pacto de empresa es apostar por la muerte de la negociación colectiva para que se conviertan en pactos desequilibrados a favor de los empresarios, como demuestran los datos del primer trimestre de este año. Aunque la patronal ha estado ofreciendo un miserable 2%, más un punto variable, en los 2.005 pactos de empresa que ya se han celebrado, y que afectan a cinco millones de trabajadores, el incremento salarial medio es del 1,53%. Por eso esta ola de antisindicalismo que viene lanzando el Gobierno.

¿Cree que los sindicatos han perdido el pulso de la calle?

No lo han perdido, lo están compartiendo con otros movimientos sociales que han surgido en el transcurso de esta crisis. No me atrevo a dar consejos, porque no ejerzo de ex. Soy un afiliado (a CC OO) y me gusta participar del debate cotidiano. Pero sí sugiero que el movimiento sindical - UGT y CC OO- tienen que hacer un esfuerzo para converger y, a ser posible, incluir a todos estos movimientos que están surgiendo, desde las comunidades de pisos, las «Kellys», los trabajadores de las plataformas digitales... Es una contestación social que cada vez está siendo más diversificada y que se comparte con los sindicatos. Ahí están los últimos casos de las mujeres y los pensionistas.

En algunos casos de concentraciones de pensionistas no se quieren banderas sindicales.

Tengo conocimiento. Eso debe motivar una reflexión autocrítica de los sindicatos. Nunca se pueden saldar estos episodios pensando que los demás están equivocados. Si hay colectivos laborales que no se sienten representados en los sindicatos es porque en algo hemos fallado.

¿Cómo diagnosticaría el estado de la sociedad española, la política y de sus líderes?

Desolador. Creo que una visión crítica de la realidad política es la que tiene que mover a todos para intentar cambiar este panorama desolador e inquietante. Desolador porque, por una parte, el partido que más poder acumula, que es el PP todavía, es el principal delincuente fiscal de un país. No hay parangón en la historia de los Estados democráticos en toda Europa, que yo recuerde. Bien por casos de corrupción o por eludir a la Hacienda pública, incluso, cuando se reforma su sede central. Esto denota que el PP sigue instalado en la viejísima mentalidad predemocrática de aquellos que consideraban que una vez que se habían instalado en el poder, formaba parte del orden natural de las cosas beneficiarse del poder para sí mismos. La corrupción en España tiene un matiz diferenciador de la de otros países, el de aquellos que creen que por tener el poder están casi en su derecho de aprovecharse de ese poder para sí mismos y sus allegados. En democracia no vale el que paga manda. Aquí, el que recauda, que es el que tiene la responsabilidad pública, tiene la obligación de servir.

También habla de panorama «inquietante»

A diferencia de otros países, donde la crisis de representatividad de los partidos convencionales ha originado movimientos muy indeseables de xenofobia o estallidos violentos des controlados, en España no ha sido así. En España, como demócrata hay que estar agradecidos a aquellos jóvenes que salieron a las plazas de las ciudades el 15-M no para abominar de la democracia, sino para revitalizarla. Con independencia de lo que pensásemos. Les agradezco (a Podemos) la deferencia de que me ofrecieran presentarme por sus listas, aunque yo lo rechacé. Sin embargo, me parece que en democracia, empeñarse en expedir certificados de pureza izquierdista a los demás es lo que ha llevado, históricamente, a la izquierda a la división y a ser derrotada por la derecha. Entonces, la de Podemos es una experiencia decepcionante.

¿Por qué?

Porque tuvieron la posibilidad de cristalizar aquel movimiento del 15-M y algunos de sus dirigentes están decepcionando. Cuando uno se empeña en reafirmarse o en dar miedo, el día en que dejemos de dar miedo habremos dejado de ser quienes somos. Es una de las expresiones famosas de Pablo Iglesias. Mi experiencia es que si tú lo que te propones es dar miedo, lo más probable es que cualquier mañana te descubras haciendo el ridículo. Lo importante en política es ir cambiando la correlación de fuerzas y que te tengan respeto, no miedo. Y te tienen respeto los adversarios si cada vez representas a más gente.

¿Qué piensa de Ciudadanos?

Estando yo en las antípodas, me parece más decepcionante la experiencia de Ciudadanos. He llegado a la conclusión de que las personas de derechas de este país, una parte importantísima de la sociedad española, merecen una expresión política homologable a los partidos de centro derecha europeos. Y el PP no es un partido reformable para cumplir ese cometido. Creo que el PP es un partido desechable, sustituible. Esperaba que el que pudiera hacerlo fuera Ciudadanos. Pero creo que Ciudadanos insulta a la memoria de UCD. Suárez integró a todo el mundo en la política de consenso para sentar las bases de la democracia. Pero Rivera está levantando vetos contra todo el mundo, impidiendo, por ejemplo, gobiernos de la izquierda en Madrid para regenerar la vida política madrileña; todo por su interés electoral . O está rivalizando con el PP en las posiciones más reaccionarias para resolver el conflicto catalán.

¿Y cómo ve el liderazgo de Pedro Sánchez?

Lo conocí fugazmente en el Parlamento. Aunque no he estado afiliado al PSOE, sí fui como independiente en sus listas dos legislaturas. A mí me incita mucho que en el PSOE, Felipe González instauró una suerte de «cesarismo», que llevaba a sustituir el debate político de las ideas. Introdujo un matiz que ha marcado el declive de la socialdemocracia en España. Para mí, hacer política es la congruencia entre los ideales que dices defender y las políticas que congruentemente te acerquen a estos objetivos. El «cesarismo» en los partidos, si se reproduce, tiende a la mediocridad intelectual y al oportunismo político. Los sucesores han sido más mediocres que el fundador del «cesarismo». Cuando vi que Pedro Sánchez fue capaz de desafiar al aparato de aquel golpe de mano tan artero que hicieron contra él, me reconcilié con él. Sinceramente, ahora, su ausencia de los debates cruciales que marcan la política española, me desconcierta y creo que alguien le tendría que decir que esa tendencia es lo que le está haciendo dejar de ser visto como referencia por buena parte de la sociedad española.

Antes ha hablado de Cataluña, ¿cómo cree que se puede gestionar el conflicto allí?

Hay que salir de este cirículo infernial y absurdo en el que, por una parte, se les exige a los independentistas que formen gobierno y, al mismo tiempo, se mantienen prisiones provisionales que impiden la formación de ese gobierno. Pero como no soy equidistante frente al nacionalismo, no dejaré de subrayar -para que no haya confusión- que considero que la principal responsabilidad está en la parte de los nacionalistas o independentistas que lanzaron el carro por este pedregal absurdo, fuera de la Constitución y las leyes, rompiendo a la sociedad catalana mitad por mitad. Pero esto se retroalimenta con el reverdecimiento del españolismo que han fomentado el PP y Ciudadanos. Esta guerra de las simbologías (banderas), tanto en Cataluña como en el resto de España, lo que hacen es añadir emociones. Y quien añade emociones, tanto desde Madrid como desde Barcelona, a un conflicto político, quita razones. Más que solucionar el conflicto de Cataluña sería el de España. Y propondría algo que parece simple , quizá, adecuar lo que haya que adecuar en la Constitución, no para satisfacer a los nacionalistas -así en Cataluña, como en Euskadi o en Galicia-, sino para convencerles y vencerles social y culturalmente, a través del debate cabal de las ideas. Las expresiones nacionalistas son legítimas, pero no las comparto. No hablo de acallarlos, como ha hecho la derecha española secularmente.

¿Necesita la política un «plan de saneamiento» para limpiarse de los casos de corrupción?

Lo que necesitamos es más cultura democrática. En democracia, la izquierda, fundamentalmente, tiene la obligación moral y política de luchar contra la corrupción a base de infundir hábitos democráticos en la gente y demostrarle que todo lo que le puede ocurrir dejando de votar a un corrupto es siempre bueno para la ciudadanía.

Pero los casos de corrupción salpican a casi todos los partidos, no sólo al PP, ¿no?

Sinceramente, creo que no , porque objetiva y cuantitativamente no es verdad. Aunque casi todos los partidos tienen casos de corrupción, los del PP, desde Galicia hasta Canarias, es una situación que no tiene paragón con ningún otro comportamiento.

¿Cómo cree que se ha gestionado el caso Cifuentes?

No se ha gestionado. Ha estallado. Primero por un funcionario, un profesor de la Universidad Rey Juan Carlos que tuvo el arrojo de ponerlo en conocimiento de la opinión publica, como es la obligación de todo funcionario. Y, después, han sido las intrigas del PP y el vídeo de la señora Cifuentes.

Algún medio publicó que el presidente del tribunal de su tesis fue el director del máster de Cristina Cifuentes, Álvarez Conde.

Salió en un medio digital y pensé que se iba a abundar más. Pensé que mi caso podía haber sido utilizado para compensar positivamente al desprestigio que había originado el caso Cifuentes. El director de mi tesis fue Salvador Perelló, el docente que denunció. El tribunal que formaron ellos, yo era un simple doctorando, estaba formado por un profesor de la Universidad de Barcelona, otro de la de València, otro de la de Castilla-La Mancha y los dos que tenían que ser de la URJC, donde hice mi tesis doctoral. Estos fueron el secretario, que es otro de los profesores que más se ha fajado contra la corrupción en la Universidad, y el presidente, que al ser una persona más próxima al PP, precisamente, denotaba que en mi caso, lejos de haber favoritismo, si acaso, había más rigurosidad. Entonces, no se sabía lo que se ha conocido después sobre el caso Cifuentes.

Tras dejar el sindicato y la política, ¿a qué se dedica, ahora?

A trabajar, como autónomo, con contratos mercantiles, asesorando como economista. Me pago mi Seguridad Social. En su día, no me pude jubilar por edad (ahora tiene 66 años), aparte de que en mi carrera profesional desde la dictadura más que acumular años de cotizacion acumulaba despidos. Luego, en democracia, los sindicalistas estuvimos sin cobertura social varios años hasta que pudimos regular esta situación. Hasta hace poco ha habido una discriminación burocrática absurda en el reconocmiento de las prestaciones de los sindicalistas. Ahora, seguiré trabajando hasta que el cuerpo aguante.

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