A pesar de que se trata de uno de los países con la menor tasa de natalidad de todo el mundo -con apenas 1,4 hijos por mujer- Japón también puede ser un buen mercado para los jugueteros alicantinos. Sobre todo si se sabe buscar el nicho adecuado al que dirigirse y si, como se prevé, el Tratado de Libre Comercio que acaban de negociar la UE y el país nipón supone la supresión total de las actuales cuotas y aranceles.

Al menos eso es lo que piensan desde Miniland, una compañía con sede en Onil y más de 50 años de historia, que ha decidido apostar fuerte por este destino y esta semana ha participado en la misión comercial organizada por la Generalitat por Asia, que ha liderado el propio president, Ximo Puig.

«Puede que no se tengan muchos niños, pero eso también significa que los padres se vuelcan más y gastan más dinero con los que tienen», señala Juan Carlos Rodríguez, el Export Área Manager de la firma juguetera, quien también recuerda que hablamos de uno de los países con mayor poder adquisitivo del planeta.

La compañía está especializada en juguetes educativos y tiene muy claro que se trata de un mercado «muy difícil», especialmente si se pretende competir en los canales tradicionales de distribución -es decir, las tiendas- con las grandes marcas del sector, como Lego.

Por eso, desde hace años apostaron por entrar directamente en las escuelas, a través de la marca Miniland Educational, con productos que los profesores pudieran utilizar para dar sus materias o, en el caso de los más pequeños, para desarrollar sus habilidades o enseñarles, por ejemplo, a reconocer las distintas emociones. De hecho, la firma clasifica sus propios juguetes según la clase de inteligencia que potencia: lingüística, matemática, musical, etc. En cualquier caso, un canal que no suele estar tan saturado y donde lo importante es acudir a las licitaciones que realicen las administraciones competentes o los centros privados.

En busca de socios locales

Como la mayoría de los empresarios que forman parte de la delegación comercial, Rodríguez se está esforzando estos días por encontrar socios locales que le faciliten la tarea. Una cuestión en absoluto menor, dada la complejidad del país y su idiosincrasia. «Lo más duro es lo herméticos que son. Te puedes encontrar, por ejemplo, que te rechacen porque no cumples con alguno de sus requisitos pero no te lo dicen directamente y te vuelven loco», asegura el ejecutivo, que ya acumula una amplia experiencia en los mercados exteriores ya que la firma destina el 65% de su producción al extranjero e, incluso, cuenta con una filial en Estados Unidos.

Sea como fuere, el Tratado de Libre Comercio supone un nuevo aliciente para intentar romper esta barrera para el conjunto del sector, que ahora apenas tiene negocio en Japón. Así, según los últimos datos del ICEX, las firmas jugueteras alicantinas apenas vendieron el año pasado unos 200.000 euros en el país del sol naciente, lo que significa que la situación sólo puede mejorar. No obstante, también es cierto que, a la complejidad del propio mercado, se une el hecho de su cercanía con China, la gran productora mundial de juguetes. De ahí también la importancia de que se trate de productos de alto valor añadido, que puedan competir por su diseño, innovación o su valor educativo y que no basen su estrategia comercial en el precio.

Una innovación que también permite a Miniland seguir produciendo el 85% de sus juguetes en Onil, según apunta el responsable de exportación.

Además del juguete, las energías renovables, el calzado, el sector agroalimentario o el turismo, son otras de las actividades que han participado en la misión comercial por Japón con la esperanza de incrementar sus ventas.