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De la casquería Bay al paraíso

Pascual Bay Orts lleva 58 años en su puesto de casquería del Mercado Central. Ya no es el titular: trabaja para su hijo Sergio, que ya es la cuarta generación de casqueros

De la casquería Bay al paraíso

La saga de los Bay forma parte de la historia del Mercado Central de Alicante. Siempre ligada al sector de la carne, con Pascual Bay Perelló como fundador, el negocio lo regenta ahora su biznieto, Sergio Bay Latorre, hijo de nuestro protagonista.

A sus 72 años, Pascual sigue en pie frente a un mostrador repleto de casquerías: morro, careta, orejas, lengua, corazones, riñones, hígados, patas, sangre, etcétera. Es decir, vísceras y otras partes comestibles de los animales no consideradas carne. «Algunos compañeros del Mercado Central dicen que nuestro negocio es la boutique del hueso», asegura Pascual Bay Orts, que ya no es el titular del puesto número 6; trabaja para su hijo, Sergio, que representa la cuarta generación de la familia en los entresijos de vacas, terneras, cerdos y aves. El hombre compagina la tradición del clan con la de músico del grupo alicantino de rock duro «Karracas», cuyos integrantes realizan constantes conciertos por España y por el continente europeo. Sergio también dirige un estudio de grabación.

El creador del negocio Bay abrió su primer puesto en el Mercado Central de Alicante en 1922, casi al tiempo que su inauguración. Antes la familia ya había comerciado con productos cárnicos en la lonja de abastos entonces situada junto a los muelles de la zona portuaria. Pascual cuenta que su padre, Antonio, se hizo cargo del tenderete en 1946, tras la muerte del fundador, junto a sus hermanos María, Gaspar, Antonio y Vicente. Ese mimo año nació él, en el domicilio familiar de la calle Maestro Gaztambide. Pasó por demasiadas escuelas y en la que más tiempo duró fue en el colegio público Botella de Horno. Acabó con sus huesos en Orán (Argelia), donde sus tíos abrieron una charcutería en un país donde residían muchos ciudadanos de origen europeo: los llamados «pied-noir», que en 1962 tuvieron que tomar sus trastos y regresar a sus países tras la independencia. Pascual tenía 13 años y estuvo allí cerca de tres veranos. Aprendió el oficio y algo de francés. A su regreso, el chaval se metió en un puestecito del Mercado Central rodeado de entrañas y huesos a las órdenes de sus padres.

Hizo la mili como voluntario. Y subió a los cielos como carnicero oficial del cuartel de San Fernando durante casi dos años.

Ahí sigue 58 años más tarde. Ya no es dueño; es empleado de su hijo mayor. No quiere jubilarse. Prefiere seguir en un negocio de casquería que atrae a variopinta clientela. Antes servía a bares y restaurantes del entorno; ahora sólo envía pedidos al bar Astorga, un viejo cliente.

Además de Sergio, Pascual y su mujer, Concha, tienen otros dos hijos: Abraham, que regenta un puesto de venta de pescado en el mismo Mercado Central, y Desireé, que trabaja como esteticista. La tercera generación de carniceros no se deja desbordar por la cuarta. Carnes, huesos, corazón y guitarras. Tiene dos nietos, Carlos Gut, estudiante de Económicas, y Andy, que sigue los pasos de su padre en la música.

De lunes a sábado, Pascual levanta la persiana de la tienda De la casquería Bay al paraíso.

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