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El «boom» de las gasolineras: ¿negocio o burbuja?

El número de estaciones de servicio se ha disparado casi un 30% en la provincia desde el inicio de la crisis mientras el consumo de carburante sigue un 15% por debajo

Una de las nuevas estaciones de servicio de la provincia. Isabel Ramón

Pocos negocios han experimentado durante la crisis una progresión tan favorable. Mientras multitud de comercios, pequeñas industrias y empresas de servicios se veían obligadas a cerrar por falta de clientela, el número de estaciones de servicio de la provincia no ha dejado de crecer durante la última década, una tendencia que, eso sí, se aceleró a partir de 2013, cuando el Gobierno impulsó la liberalización del sector y flexibilizó la normativa para la construcción de nuevas instalaciones. Una decisión que coincidió con la aparición de las nuevas cadenas de gasolineras «low cost», que se sumaron a la proliferación de surtidores en centros comerciales como gancho para atraer a los compradores, y a la decisión de algunas enseñas tradicionales de apostar por nuevas ubicaciones como forma de combatir esta nueva competencia.

El resultado es que la provincia contaba a finales del pasado mes de septiembre con 442 estaciones de servicio activas frente a las 342 con que empezó la crisis, lo que supone un incremento cercano al 30%, según datos de la Conselleria de Economía Sostenible. Un crecimiento difícil de encontrar en otro sector y también difícil de explicar si se tiene en cuenta que el consumo de carburantes en Alicante todavía sigue un 15% por debajo del que había en 2008, según los datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores). Y eso a pesar de que lleva ya cuatro años al alza, tras el batacazo que experimentaron las ventas en la primera parte de la recesión.

Unas cifras, en definitiva, que sólo pueden tener dos explicaciones: o bien, que los operadores tradicionales ganaban antes demasiado dinero y el negocio realmente daba para mantener a más establecimientos; o bien, que se ha formado una nueva burbuja y en breve se empezarán a ver cierres de gasolineras, como ya ocurrió con otros negocios como los «compro oro» o las tiendas de «vapeo» que surgieron durante un tiempo por todas partes y que luego desaparecieron en su mayoría.

Quienes más claro parecen tenerlo son los empresarios de las estaciones de servicio tradicionales. «No hay negocio para todos. Se ha querido imponer una supuesta liberalización a cualquier precio y el coste puede ser muy alto para la sociedad -en términos de empleo- y también para los propios usuarios, que arriesgan su seguridad en las estaciones desatendidas», asegura Juan José Sánchez, presidente de la Federación Mediterránea de Estaciones de Servicio, la más representativa en la Comunidad Valenciana. Según sus cálculos, de media, cada gasolinera tradicional ha perdido entre un 35% y un 40% de su facturación durante la crisis y el futuro no es nada halagador.

Entre otras cosas porque, aunque el consumo se recupere en un futuro inmediato gracias a la mejora de la economía, «está claro que a medio plazo va a bajar, porque los coches cada vez gastan menos y la tendencia se dirige hacia los coches híbridos o los eléctricos», apunta Sánchez.

6.000 empleos en juego

En este sentido, los empresarios de las gasolineras tradicionales han encontrado un importante aliado en los sindicatos, que también censuran el modelo de estaciones de servicio automatizadas o con sólo un trabajador que se dedica a tareas de mantenimiento, como ocurre en la mayoría de las «low cost». Según los cálculos de UGT, la expansión de este modelo amenaza la supervivencia de más de 6.000 empleos en la autonomía, según sostiene el secretario territorial de FICA-UGT en l'Alacantí i la Marina, Adolfo Durán, quien, además, recuerda que estas instalaciones se manejan productos peligrosos.

Por su parte, las nuevas cadenas de gasolineras «low cost» esgrimen la libertad de mercado y, sobre todo, los beneficios que ha supuesto el aumento de la competencia para el consumidor a la hora de defender su negocio. «Es cierto que tenemos menos personal, pero también ahorramos en otros costes. Por ejemplo, nuestras estaciones de servicio son pequeñas, con sólo dos surtidores y no tenemos tienda ni lavadero. Esto significa que la parcela que necesitamos es más pequeña y que la inversión necesaria también, lo que permite que apliquemos márgenes más pequeños», explica Manuel Santiago, gerente de la firma catalana Petroprix, que ya cuenta con seis establecimientos en la provincia.

Al respecto, Santiago señala que, además de la liberalización aprobada por el Gobierno -que facilitó la instalación de nuevas estaciones en polígonos industriales o zonas comerciales- otra de las claves de la eclosión de las «low cost» fue que la crisis abarató notablemente el precio de las parcelas. «Para nosotros la clave es la ubicación: que sea una zona con mucho tráfico y donde no haya competencia», explica el gerente de la citada firma, para el que «la competencia» es otra gasolinera «low cost» ya que considera que el público que acude a las estaciones atendidas es distinto. «El nuestro, está claro, que es mucho más sensible al precio», señala.

A pesar de todo, el propio Manuel Santiago reconoce que el número de establecimientos podría estar ya «cercano a su techo» y que en los últimos años ha habido un cierto «efecto llamada», que ha propiciado la entrada en el sector de muchos inversores y emprendedores particulares «que no tienen ni idea del sector» y que podrían acabar cerrando en los próximos años. No en vano, aunque la citada Petroprix sólo tiene establecimientos propios, también han proliferado cadenas que ofrecen franquicias y gasolineras «llave en mano» para todo aquel que esté interesado.

Bruselas no quiere restricciones

La presión de los empresarios tradicionales y de los sindicatos ha llevado a que algunos gobiernos autonómicos, como la Generalitat Valenciana, hayan intentado limitar la proliferación de gasolineras automatizadas exigiendo la presencia de un número mínimo de empleados durante algunas horas. Sin embargo, estos intentos han topado con las críticas de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia y, sobre todo, con Bruselas, que amenaza con multar a quienes pongan cortapisas a las estaciones automatizadas.

Pero, ¿qué piensan los consumidores? Pues las distintas organizaciones no se acaban de poner de acuerdo. Así, por ejemplo, el presidente de la Unión de Consumidores de Alicante, Cecilio Nieto, critica que estas nuevas «low cost», a su juicio, no han trasladado completamente el ahorro de costes que les supone la reducción de personal a los precios y señala que, en todo caso, «lo realmente preocupante es que la gasolina siga subiendo muy rápido cuando se encarece el petróleo y luego tarde mucho en bajar, sea cual sea el modelo». Otras, como Facua, rechazan directamente este modelo de servicio.

Por su parte, el presidente de Avacu, Fernando Móner, considera positivo el aumento de la competencia. «Ahora puedes encontrar diferencias de 20 céntimos por litro entre un establecimiento y otro. Eso no ocurría hace siete u ocho años», asegura. No obstante, señala que lo importante es que «se pueda elegir, es decir, que no se convierta todo en un monocultivo de «low cost» y que haya oferta para todos».

En cuanto a los profesionales del volante, el presidente de Radio Tele Taxi Alicante, Nacho Picó, asegura que la mayoría de los profesionales suelen optar por estaciones atendidas «por motivos de comodidad». En su caso, no es tanto el hecho de que sea un empleado el que llene el depósito, sino la posibilidad de facturar mensualmente y no tener que guardar cada recibo individual. Además, reconoce que algunos taxistas no acaban de ver con buenos ojos el combustible de las nuevas gasolineras, por mucho que éstas insistan en que el combustible sale de los mismos centros mayoristas para todos los operadores.

La reacción de las grandes

A pesar de que son las más llamativas, lo cierto es que las gasolineras de bajo coste no son las únicas responsables de la expansión del sector. De hecho, del incremento de 98 gasolineras registrado en los últimos años en la provincia, sólo 69 corresponden a instalaciones desatendidas, según la Generalitat. Operadores como Galp o, incluso, BP también han abierto nuevos puntos de atención para competir con los recién llegados. Pero, sobre todo, lo que han hecho los grandes operadores es tratar de sacar más partido a sus instalaciones, potenciando los lavaderos o las tiendas. De ahí, por ejemplo, el acuerdo entre Repsol y El Corte Inglés para transformar sus tiendas en Supercor Stop & Go. A ello hay que sumar, por ejemplo, el acuerdo de este mismo operador para albergar las taquillas de recogida de Amazon. En cualquier caso, pocos dudan de que el nuevo modelo de gasolinera automática ha llegado para quedarse, ya sea en mayor o menor medida.

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