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Fuegos artificiales en Gotemburgo

El 17 de noviembre último se proclamó, en Gotemburgo, el llamado Pilar Social Europeo, que pretende mejorar las condiciones de trabajo

Fuegos artificiales en Gotemburgo

En 2014, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker prometió ante el Parlamento Europeo que trabajaría para construir una Europa Social que pudiera ser valorada con una calificación «AAA». Después de toda una serie de trabajos y un amplio proceso participativo, en abril de este mismo año, la Comisión presentó públicamente su propuesta, que ahora ha sido proclamada en la primera cumbre «social» de jefes de Estado y de gobierno que se celebra en veinte años, a la que no asistió Theresa May, por razones bastante obvias, y tampoco Angela Merkel, por motivos bien distintos, ya que estaba realizando un último esfuerzo negociador para intentar una coalición Jamaica que, aparentemente al menos, ha fracasado.

El Pilar Social Europeo aprobado consta de 20 principios, divididos en 3 capítulos. El primero está dedicado a la igualdad de oportunidades y al acceso al mercado laboral. Empieza con un solemne: «Todos tienen derecho a una educación inclusiva y de calidad», y, además, habla de la igualdad de género, la igualdad de oportunidades y las políticas activas de empleo. En el capítulo II se reclaman unas condiciones de trabajo justas, entendiendo como tales, la garantía de un empleo seguro y aceptable, el derecho a un salario justo que garantice un nivel de vida digno, la exigencia de diálogo social y participación de los trabajadores, el derecho a conciliar la vida laboral y personal o el derecho a la salud y la seguridad en el puesto de trabajo. Finalmente, el capítulo III está dedicado a la protección y la inclusión social, y se refiere a cuestiones tales como el cuidado y atención a la infancia, la protección social a los trabajadores, la protección a los desempleados, la garantía de una renta mínima de inclusión, unas pensiones de jubilación dignas, la existencia de cuidados de salud asequibles, la inclusión de los discapacitados, la existencia de viviendas sociales dignas para quien lo necesite o el acceso a servicios esenciales de calidad (agua, energía, transporte, etc.).

Es razonable que uno pueda preguntarse, ¿por qué ahora?

Ciertamente que el modelo social europeo se ha diferenciado siempre del existente en el resto de los países occidentales y, particularmente, del estadounidense. Pero no lo es menos que, como consecuencia de la crisis económica se interrumpió el proceso de convergencia en los niveles reales de vida de los distintos países europeos, y que, a raíz de los problemas asociados a la deuda soberana y la inestabilidad del euro, a muchos de los países se les ha sometido a unas condiciones y restricciones tales que han dado lugar a un claro deterioro de las condiciones laborales y de la protección social de sus ciudadanos.

La calidad de los empleos se ha venido deteriorando en toda Europa; hoy existen millones de trabajadores europeos atrapados en contrataciones laborales absolutamente precarias, muchos de ellos sufriendo los denominados contratos «cero horas», que permite a sus empleadores ni garantizar un horario, ni menos establecerlo, y por los que no se tiene derecho al cobro en situación de enfermedad. Por otra parte, las políticas de consolidación fiscal han agravado la tendencia a socavar los sistemas de seguridad social y protección social.

En definitiva, el voto a favor del Brexit, primero, y el creciente apoyo de los votantes a partidos euroescépticos y populistas, durante los últimos años, ha venido a demostrar que los más débiles se sienten profundamente decepcionados por el proyecto europeo, por lo que si no existe una clara rectificación de las políticas, más y más personas irán dándole la espalda a la Unión Europea.

Es en este contexto en el que hay que entender lo que se ha pretendido, desde la Comisión, al promocionar el Pilar Social, refrendado ahora por el Consejo: intentar enfatizar la dimensión social del proyecto europeo; encontrar un vínculo fuerte entre el desarrollo económico y el desarrollo social, porque no olvidemos que, hasta ahora, la economía ha sido el principal vector del proceso de integración. Con el Pilar Social, la Comisión pretende dejar claro que el progreso económico y el social son dos caras de la misma moneda.

Pero, ¿es esto suficiente? En la medida en que los principios contenidos en el Pilar Social no son legalmente vinculantes, y que, además, ya están reconocidos como tales en otros instrumentos jurídicos, como el Tratado de la Unión o la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, y que la Unión apenas tiene competencias en materia social, sino que ésta se reserva para los Estados miembros, hay quienes piensan que esta proclamación no es más que una argucia de la jerga comunitaria para dejar las cosas como están.

Algunos, incluso de forma cínica y burlesca, señalan que el propósito del Pilar Social no es más que un intento de averiguar si se puede continuar convenciendo a los ciudadanos europeos que la UE es algo más que un perro guardián de la estabilidad fiscal, cuando, en realidad, como consecuencia de ella muchos han visto empeorar claramente sus condiciones de vida.

Los sindicatos opinan que el Pilar Social no debiera ser más que un suelo; una base a partir de la cual se pueda construir, de verdad, en términos legales, una mayor justicia social, con trabajos seguros, salarios justos, inversión social, y equilibrio entre la vida laboral y la vida personal, que permita a las familiar vivir dignamente sin la constante amenaza de la pobreza y las dificultades. Pero eso sólo puede conseguirse a través de un auténtico programa legislativo, que ni está, ni se le espera.

Así que señores de la Comisión, convenzan al Consejo, de que si quieren mantener la Unión Europea, sin que la misma continúe desprestigiándose, con un alto riesgo de desintegración y de aumento de los nacionalismos indeseables, tómense muy en serio, convertir estos «principios» no vinculantes, en derechos jurídicos, y sigan cuál es el grado de cumplimiento de los Estados miembros en su implantación. Mejor que contar con un «Semestre Europeo», que se ocupa exclusivamente de los temas económicos, sería que se incluyeran los objetivos sociales y se repasara su efectividad. Si la UE no consigue que se cumplan los principios consagrados en el Pilar, la iniciativa habrá sido contraproducente y generará más frustración.

De momento no descorcharé una botella de cava, porque en Gotemburgo no ha habido mucho más que un precioso castillo de fuegos artificiales.

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